22. Todos menos yo

206 16 1
                                    

House of the rising sun - The animals

Ocho

¿Alguna vez se han drogado?

Yo nunca lo he hecho por una sola razón y es que nuestros poderes no funcionan cuando estamos drogados o bueno, más bien no podemos manejarlos, la droga nos quita tanto el control de nuestro propio cuerpo que apenas y podemos hacer una cosa tan sencilla como caminar. Una vez Reginald nos explico el porque de esto, pero no le puse mucha atención.

Por eso Klaus lo hace, para evitar ver personas muertas que solo lo asustan y lo atormentan, por eso papá a veces le da a Vanya esas pastillas que adormecen sus poderes y por eso ahora mismo estoy drogada.

No sé cuanto tiempo ha pasado, ni en donde estoy solo se que ya no tengo fuerzas para sostenerme y que probablemente mis hermanos estén muertos en este momento.

El piso esta frio al igual que las cadenas en mis muñecas, tengo muchas ganas de acostarme y dejar que mis ojos se cierren para salir, por lo menos mentalmente, de esta pesadilla. Pero no puedo ya que las cadenas no me lo permiten. Tampoco he comido ni tomado nada desde el día de la misión.

Escucho como abren varias cerraduras, a pesar de tener pocas energías trato de ponerme alerta y ubicar de donde proviene el sonido.

Siento como unas manos desconocidas se encargan de encadenar mis pies, trato de luchar, pero es en vano. Escucho el golpe del metal y segundos después siento como mis manos caen al suelo jaladas por las cadenas que se sienten tan pesadas. Por primera vez desde que llegue a este lugar decido rendirme y caigo al suelo dejando que mi mejilla se estampe contra el piso. Me siento tan bien que no me importaría quedarme aquí todo el día, sin embargo deciden terminar con mi consuelo tomándome por la cadera mientras me cubren los ojos y la boca.

Después de una larga caminata llevando cadenas en cada una de mis extremidades como si fuera una criminal, siento como me sientan para ponerme aun más cadenas de las que ya traía, me quitan la venda que cubre mis ojos y enseguida intento enfocar mi vista para saber en dónde carajos estoy, pero es inútil. Solo me veo a mi misma, asustada, débil, indefensa, demacrada, pareciera que en cualquier momento voy a morir, miro alrededor y sigo viendo lo mismo, creo que estoy en un cuarto lleno de espejos.

Una figura humana aparece detrás de mi, Crowe camina a mi alrededor de una manera muy relajada como si estuviera acostumbrado a hacer este tipo de cosas.

―¿Qué tal tu estadía aquí Número Ocho?

Maldito infeliz.

―Espero que no intentes hacer ningún movimiento brusco, ya que si lo haces es probable que termines muerta― hizo una pequeña pausa y se rio de manera burlona― aunque dudo mucho que puedas hacerlo.

Quiero matarlo en este preciso momento, trate de activar mis poderes para hacerlo pero era imposible.

―Te ves realmente mal Ocho― dijo con una voz melancólica, incluso un tanto ¿preocupada?― Me recuerdas a mi.

Su voz era gruesa y ronca.

Trate de emitir algún sonido para que me quitara la venda en mi boca y así preguntarle que mierda le pasaba y porque me había secuestrado, pero hacía caso omiso.

―Debes conocerme bien, ¿No es así?¿Qué es lo que te han dicho?

Obviamente esas eran preguntar retoricas ya que aunque quisiera responderlas no podía hacerlo.

―"Crowe Roy, un hombre rico, exitoso y que tiene la probabilidad de tener el mundo a sus pies."

Que egocéntrico es, me recuerda a alguien.

―"Pero lamentablemente el destino lo llevo por otro camino, por el más inesperado y menos deseado." Lo que no saben es que yo siempre me encontré en ese camino, desde que tengo memoria.

A pesar de que me estaba mirando fijamente podía notar que su mente no se encontraba aquí. Se acerco a mi de manera dudosa y me quito la venda que traía en la boca con tanta delicadeza que me dio un escalofrió.

Me miraba de una manera espeluznante, como si fuera una preciosa pero extraña exhibición.

―¿Qué mierda tienes en la cabeza como para secuestrarme?― dije de la manera más repulsiva posible― ¡¿En dónde tienes a mis hermanos?!

Me dio una cachetada tan fuerte que caí al suelo con todo y silla y cadenas.

―No grites carajo, detesto a las personas que gritan.

Se agacho para taparme la boca de nuevo, esperaba que me levantara pero no lo hizo, me dejo ahí con la mejilla ardiente.

―Te contare una pequeña historia Ocho― hizo una pausa mientras pensaba en la mejor manera para empezar― Cuando era niño creía que era muy afortunado, tenía un hermano que cuidaba de mí, Marco, él era 10 años mayor que yo, era la persona más buena y amable que he conocido en mi vida, yo era su adoración― una pequeña, pero sincera sonrisa apareció en su rostro.

»También vivía con mi padre, ante mis ojos él era el mejor, me compraba todos los juguetes que le pedía, pero realmente era un maldito que se dejó llevar por su adicción hasta tal punto de prostituir a su propio hijo. No me di cuenta de lo que sucedía en esa casa hasta que crecí y comprendí que mi hermano siempre me había ocultado su dolor, que todos los días se ponía una máscara falsa de felicidad para escudarme de nuestra mísera realidad― su voz se quebró un poco a lo que hizo una pausa para aclararse la garganta― Claramente mi familia era una farsa, a pesar de eso en la escuela la presumía con tanto entusiasmo.

»Un día Marco me encerró en el armario, me dijo que sin importar nada yo no debía salir. Poco después se escucharon gritos, mi padre y mi hermano estaban peleando, cada vez se hacían más y más fuertes, no bastaba con taparme los oídos. Me quedé dormido, al despertar solo había silencio, salí del armario y fui a la sala, Mi hermano estaba tirado en el suelo, yo creí que estaba descansando como siempre lo hacía, así que me acerque sin hacer ruido para espantarlo, pero él no se movió― una lagrima recorrió su mejilla y sin darme cuenta hasta ese momento yo también estaba llorando.

»Pasaron dos semanas hasta que los vecinos reportaron que del departamento salía un fétido olor, en esas dos semanas yo nunca me despegué de su lado, me alimentaba de lo que había en el refrigerador, a veces no comía solo por estar a su lado, porque estaba seguro que despertaría, ¡Qué ingenuo!, pero no puedes culparme, solo tenía 6 años― su voz se volvía a romper poco a poco y por la mirada en sus ojos podía saber que estaba reviviendo ese momento.

Sentía lastima por él, pero ese sentimiento se esfumo y se convirtió en ira y dolor con lo siguiente que dijo.

―Me arrebataron a mi hermano y yo te arrebate a los tuyos.

-Farsa-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora