19. Maldito Infierno

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Exit music - Radiohead.

Ocho

—¿Te gusta?— Kaito preguntó con frialdad.

—¿El qué?—respondí en el mismo tono. Odiaba cuando me hablaba en ese maldito tono tan despectivo.

—Asesinar.

Mi ceño se fruncio con indignación— No tanto como te gusta a tí— mire el cuchillo que traía en la mano y no pude evitar pensar que le encantaría a Diego

—No es lo mismo, yo estoy hecho para eso.

—¿No se supone que estas hecho para ayudarme?

—Tú deberías saber para qué estoy hecho, tú me creaste— sentía como se paseaba detras de mí, como una bestía acechando a su presa.

Era algo que en el fondo ya sabía, pero que era difícil o mejor dicho extraño de procesar— ¿O sea que ya soy mamá? — pregunte con burla y sarcasmo.

Kaito me dio un sape y no pude evitar reírme

—No seas estúpida—bufo algo harto, pero su voz cambio rapidamente a una engreída—Me pregunto, ¿Qué pensaría tu querido Cinco si supiera todo lo que has hecho?

Con solo la mención de su nombre mi piel se erizo por completo.

Mire a mi alrededor, me encontraba en una pequeña bodega cerca del muelle.

Solo habían dos pequeñas lámparas colgando del techo, pero aún así podía contemplar a la perfección todo lo que había hecho.

Olía a químicos, moho y sangre.

Ese olor metálico que hacía que Kaito inhalara cada vez más rápido y profundo. La sangre se encontraba por todos lados, en la pared gracias a los cuerpos que había empalado, en el techo y piso debido a que había azotado a algunos imbéciles de arriba a abajo, ahora se encontraban sin cabeza y con las viceras de fuera, incluso mis botas estaban empapadas de sangre.

Volví a mirar el cuchillo en mi mano y la culpa comenzó a invadirme, con ella esas ganas irresistibles de deslizar el filo del cuchillo por mi muñeca.

Tardaría 30 minutos en desangrarme, pero solo un minuto en quedar inconsciente.

Un minuto para que todo acabe.

—¡Que patética eres!— exclamó Giichi sacandome de mis pensamientos, una nueva voz que solo se encargaba de burlarse de mí— Después de que matarás a estos hombres sin piedad alguna, incluso con una leve sonrisa en tu estúpido rostro ¿Me vas a decir que te sientes culpable?

Me voltee para mirarlo amenazante con mis ojos rojos, pero en cuanto lo hice se esfumó.

—Maldito cobarde— susurre para desactivar mi poder.

¿Cómo era posible que pudieran estar molestandome sin que yo activará mis poderes?

Me volví a acomodar en la posición que estaba anteriormente para seguir contemplando el desastre, pero Giichi se abalanzo sobre mí.

Era la quinta vez que lo hacia, pero aun no me acostumbraba y jamas lo haría. Era una experiencia completamente horrible, perdía la visión por unos minutos, todo era oscuridad, pero no una oscuridad normal, era una donde sientes como tus peores miedos te acechan y tratan de llevarse tu alma. Era como dejar de estar en este maldito mundo y transportarte por unos segundos al infierno.

De igual forma el aire en tus pulmones desaparece y comienzas a escuchar gritos que te reclaman, te imploran, te desgarran por dentro, esos mismo gritos hacen que la temperatura de tu cuerpo aumente hasta que sientes la piel ardiente, realmente como si estuvieras en el maldito infierno.

Me arrastre en el suelo tratando de buscar una salida, una salida que no existía.

Mi cuerpo comenzó a retorcerse involuntariamente hasta que logré acostarme en posición fetal, sin importarme que el piso estuviera lleno de sangre. Abrace mis piernas con fuerza para obligarlas a quedarse quietas.

Le grite a Giichi suplicando que parara con lo que me hacía, pero la única manera de salir de ese embrujo es relajándome, poniendo la mente en blanco para llegar a un estado de paz, lo cual era casi imposible en una situación así, pero no faltaba mucho para que lo lograra.

Cerre los ojos pensando en mi familia, pensando en Ben, Vanya. Pensando en Cinco. Quería que Cinco se quedara por siempre en mis pensamientos, porque solo él lograba tranquilizarme.

Comencé a balbucear la primera canción que me vino a la mente, pero el sollozo no me permitía siquiera terminar una oración.

Pase bastante tiempo en el piso hasta que Kaito susurro en mi oído—Vamos, levántate.

Abrí los ojos para tener de frente la vista perfecta de la luna llena a través de una ventana, mis pestañas seguian humedas, lo cual me dificultaba ver, pero aun así seguí presenciando su esplendor.

—Levántate, tienes que terminar con lo que empezaste— me ordenó con dureza, pero ni siquiera me inmute—Ya es demasiado tarde para retroceder.

Alce mi mano frente a mi cara hasta que se baño con la luz plateada y mis dedos comenzaron a juguetear con ella—¿Por qué no lo detuviste?— mi voz era ronca.

Suspiro profundamente—Era necesario, incluso si es necesario asfixiarte lo haremos para que puedas continuar.

Mi mano dejo de moverse, eché un último vistazo a la luna y me levanté para agarra el cuchillo que se me había caído.

Mi cuerpo seguía ardiendo, cada músculo era una carga más con la que tenía que lidiar, aun así seguí caminando para poder regresar a tiempo— Un poco más.

-Farsa-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora