Capítulo 28.- Vuelta a la tortilla: Hecho

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Emma Brigitte Stronge:

Se estaba acercando a mí, y la verdad que me estaba poniendo demasiado nerviosa. Debí haber preguntado sobre esto antes de crear un drama y seguramente hubiera respondido, pero me hicieron dudar, y ahora me avergüenza no haber hecho eso. No contestaba a mis preguntas, y por aquella sonrisa ladina y esa seguridad que mostraba, seguramente me vaya hacer pagar lo que le he causado.

–Vaya vaya, Brillitos –habló entre sarcástico y juguetón, profundizando su voz para que me entraran escalofríos, con éxito. –Todo esto que has planeado, para que con una pregunta habértela respondido, que mala.

Está disfrutando esto, y por mala suerte las voces graves son mi debilidad. Antes era la presa, pero ha visto un pequeño rasguño que no está tardando en utilizar a su favor. Y eso no me gusta, aunque sí me pone. Y mucho, no sé si por buena o mala suerte. Joder, que quería hacerme la fuerte e irme de aquí, dejarle un tiempo sin hablar y peleada con él, pero sin embargo está cambiando mis planes. Fuck.

–N-no me puse a pensar –tartamudeé, sonriendo aún más y yo dándome cuenta del error al dejar salir mi lado débil.

Mierda, mierda y más mierda. Esto acabará cómo una tostada después de estar en la tostadora: Crujiente, comida y dejando las migas por todos lados. Aunque lo de tostadora le viene bien, ya que tiene una marca de electrodomésticos cómo apellido.

–Ya se nota, 'muñeca' –hizo énfasis en la palabra, diciéndola más despacio y sexy, apoyándose en los dos apoyabrazos y acercando su rostro al mío.

¿Hace calor o es mi impresión? Mierda, mente, no te me vengas a la mente una impresora con su cara imprimiendo mi impresión porque la vamos a tener. Osea, no tener la impresora, bueno, a tomar por culo, que se noten mis nervios. Aparté mi mirada para fijarme en cualquier cosa, cómo cuando tienes un momento incómodo con tus padres al ver una escena de sexo en la tele, pues igual, sólo que para que un buenorro no te ponga más nerviosa de la que estás.

Al apartar la mirada, noté cómo sonrió e hizo algo que no esperaba, empezó a besar mi cuello. Gemí al instante al sentir el contacto de sus labios en mi piel, se sentían húmedos y enseguida mi cuerpo se puso a su disposición. Estaba besando con cuidado mi cuello, mientras yo solamente cerraba los ojos y disfrutaba del momento, la verdad que mi cuello era mi lugar débil, pero me está volviendo loca con tantos besos que está dejando. No me creo que esté besando mi cuello, yo pensé que solamente iba a girar mi rostro para enfrentarme, pero...

–Ah –empezó a succionar un poco, sacándome un gemido que no pude controlar.

Noté cómo sonrió con sus labios junto mi cuello, dejando un recorrido de besos hasta mi oído.

–¿Te gusta, princesa? –preguntó susurrando, mordisqueando el óvulo de mi oreja mientras intentaba contener mis jadeos que suplicaban dejar salir.

–N-no, p-para nada idiota –tartamudeé, dejando escapar un jadeo al final de la frase, volviéndome a centrar en sus gestos.

–Tu cuerpo y ruidos no dicen lo mismo.

Y sin dejarme contestar, empezó de nuevo a succionar mi cuello, esta vez poniendo sus manos en mi cadera y metiéndolas por debajo de la camisa, acariciando mi espalda y acercándome más a él. Sus manos se sentían de maravilla, acariciaba con delicadeza mientras mi cuerpo se ponía la piel de gallina, temblaba y empezaba a volverme loca, necesito más.

Sin aguantarme más, le cogí la camisa para tirarlo en el asiento (que era bastante grande para estar él y yo sentarme encima) y subirme encima de él, a punto de besar sus labios cuando él puso su dedo entre medio, impidiéndolo.

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