Capítulo 45.- Una guerra fría

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Caminé entre la oscura noche, el viento soplaba y, aunque fuera enero, hacía bastante frío y era fácil pillar un resfriado si no ibas lo suficientemente equipado, claro. Miré el cielo nublado que ocultaba las dulces estrellas, aquellas que tranquilizaban y daban ánimos desde tan arriba para seguir con la decisión que había tomado, aun no estando tan segura de aquello. Mis piernas temblaban, culpando así el frío, pero sabiendo que no era por aquello sino por el miedo, miedo ante lo que puede suceder, ese mismo que yo podría darlo sacando mi arma escondida bajo mi gabardina y apuntando a sus cabezas, pero no quiero usarlo, no aún.

Estaba cerca de las cabañas mencionadas el día anterior, algo en mí me advertía que no fuera, que sería todo una trampa, que iba a acabar con todo allí, pero no tenía más remedio que acceder, era una oportunidad que podría ser perdida al no arriesgarse. Miré a mis alrededores con cuidado, observando cada detalle por si había algo que no fuera normal allí, pero sólo vi árboles, hojas marchitas caer y, por último, las cabañas, así mismo ellos. Vi a un grupo pequeño vestido de negro, con gafas que no pegaban ni con cola ya que era de noche, osea ¿en serio? Aunque les haga ver más serios, joder que es de noche, así cantan demasiado, no mames.

Mierda, Emma, quita ese último pensamiento, que no deberías de tener porque no estás centrada en nada, joder. Moví mi cabeza para quitar esos pensamientos y dejar de estar tan nerviosa, acercándome a pasos decididos hasta quedar a pocos metros, manteniendo la distancia (cómo si hubiera una pandemia, pues igual).

– ¿Trae armas? –preguntó una chica, manteniéndose cómo palo enganchada en la tierra.

No, si te parece te lo dejo fácil para matarme y no me traigo nada, no te jode.

–Sí que traigo –contesté, intentando no sonar sarcástica cómo siempre hago, recibiendo que se miraran entre ellos y bufaran.

–Bueno, entonces iremos directamente al grano.

Mierda, tremendas ganas que tengo de decirles que si es al pedazo grano que tiene en la nariz, ¿o es una verruga? No sé, pero quiero explotarlo. Me mordí el labio inferior intentando aguantar la risa que quería soltar, así ella callando un momento y volviendo a hablar, supongo que giró los ojos por lo infantil que parezco ahora. Ostia, ¿te imaginas girar los ojos de verdad? Brutal.

–A lo que veníamos, si es que para de reírse –insinuó con asco.

–Oye, no me estoy riendo, es mi cara de cerda asquerosa, ¿qué quieres que haga?

Los otros dos hombres se les escapó una corta risa que, al recibir la mirada de la chica, pararon inmediatamente y se pusieron modo palo.

–Bien, verá señora.

–Señorita –corregí, viéndola con cara inocente mientras bufaba de la desesperación.

–Bien, 'señorita' –hizo énfasis, así yo sintiéndome ganadora, no sé por qué. –El trato es el siguiente, únanse tanto usted cómo Tomoe y no le haremos ningún daño a nadie.

–Ni de coña –respondí sin pensar, sin alejar la mirada de sus gafas. –Verá, no me parece correcto todo lo que están haciendo, así que no pienso unirme, ni yo ni mi hermana.

Se hizo un silencio que alarmó a mis sentidos, la verdad que ese silencio y que empezara a sonreír maliciosa no me gustó nada, así poniéndome en alerta enseguida.

–Vale, lo hemos intentado a las buenas –excusó, antes de quitarse las gafas lentamente e intentando darme un puñetazo, esquivándola.

Me puse a la defensiva mientras ellos también, pero que, al dar unos pasos hacia mí, se escuchó un disparo que pasó justo delante nuestro.

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