Capítulo 41.- Mi momento a llegado.jpg

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Emma Brigitte Stronge:

Me encontraba en la limusina, en camino a la mansión en la cuál iba a asistir para el baile, debíamos pasar por un pequeño bosque cómo las típicas películas, ya saben, primero entramos por la puerta esa grande, se pasa el camino de mierda con árboles que no dejaban ver nada, y luego te encontrabas con el grandísimo edificio tan hermoso y caro que tenían, cosa que se hizo realidad en cero-coma. Eran las once de la noche, la fiesta empezó hace una hora, pero para que ya tuviera gente y no destacara (aún) pues preferimos venir una hora más tarde.

Y, siendo sincera, me veía como una princesa, una que va a matar y no se dejará ganar por nada ni nadie. Traía un vestido largo abierto de delante rojo y tacones del mismo color, quedando algo ocultos menos caminaba que se veía buena parte de mis piernas, el pelo miramos un peinado que mostrara algo de inocente como la princesa que debía de actuar, pero a la vez que se mostrara lo atrevida que era (aunque dejando ver mis piernas, parte de mis pechos y que la parte de arriba del vestido era marcando mi cuerpo pues... Eso, creo que se entiende lo atrevida).

Pensamos en utilizar media máscaras, dejando así un lado descubierto para dar confianza, pero a la vez misterio. Pienso que cuando usamos ropa para aparentar, como hoy es mi caso, inconscientemente cogemos lo que queremos transmitir, aunque sólo sean apariencias, pero muy en el fondo es algo que queremos y mostramos, ya se a alguien, algo o a nosotros mismos.

Dejando el lado filosófico del asunto, al fin pasamos el orden de árboles y aparcó en la puerta, saliendo primero mi chófer para abrir mi puerta y yo saliendo elegante, caminando despacio, pero directa. Subí unas pocas escaleras y me encontré con dos guardaespaldas que pidieron mi entrada, se las enseñé y me dejaron entrar. Primer paso: Conseguido.

–Bien, sigue así, dirígete al balcón del fondo del salón, te hemos dejado algunas cositas –me habló Bruce a través del auricular en mi oído que, gracias a mi pelo que estaba recogido de un lado y del otro estaba suelto, lo tapaba.

Aunque ese auricular era tan pequeño que no sé cómo no se ha perdido dentro de mi cabeza, madre mía.

Caminé hacia dónde me indicaron mirando mi alrededor, estaba lleno de gente vestidos elegante, la gran mayoría con máscaras así que yo no destacaba tampoco por ello y tomando champán. Madre mía, putos ricos, ni mis padres con tremendo casoplón lo compran. Iba a salir a la terraza cuando alguien me paró de golpe.

–Hola hermosa –saludó un hombre, tomándome la mano y besándola, iugh-. ¿Eres nueva por aquí? Nunca la había visto.

–Digamos que sí, soy una invitada –le hablé con una sonrisa, mostrándome normal, aunque por dentro estaba con ganas de darle un guantazo por trabajar con esta gentuza.

–Tienes un cuerpo extraordinario, me gustaría invitarle a mis servicios, si no es molestia –propuso de golpe.

¿Si le digo que le pienso hacer que se coma su propia polla después de descargas eléctricas, cortarle los huevos y meterle un puto dildo más grande que mi casa, será demasiado atrevido?

–Lo siento, está ocupada –interrumpió una voz familiar, posándose en mi brazo y sonriéndole al señor, entrando este en pánico de momento.

–Lo siento, no sabía que ella...

–Largo –ordenó, así él saliendo pitando de allí enseguida, y ahora mirándome a mí. –vaya, volvemos a vernos señorita Stronge.

Miller.

–No necesitaba su ayuda –aclaré, soltándome de un tirón, desafiándole con la mirada.

–Lo sé, pero yo lo he hecho más rápido y de la misma manera que tú hubieras querido ¿verdad? –sonrió malicioso, acercando su rostro al mío para intimidarme, sin éxito alguno.

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