Capítulo 34.- Matar o morir, ¿en qué bando estás?

77 14 3
                                    

Recuerdos de Tomoe Meyer:

La vida es injusta. Muy, pero muy injusta.

'–Madre, ¿por qué no podemos ir a por Emma? La echo de menos –lloriqueé, mirando hacia arriba para verla.

Tendría unos 5 años, estaba triste por un sueño que había tenido con ella, algunos recuerdos ya perdidos por el tiempo.

No iremos a por ella, Tomoe, no por el momento.

Pero...

Sólo cállate –gritó, asustándome y empezando a hablar de manera maliciosa. –Tú no deberías de estar aquí Tomoe, tú no eres la fuerte.

¿Fuerte? ¿A qué se refiere?

No te entiendo mami –tartamudeé por el miedo, siendo su respuesta una risa que me ponía los pelos de punta.

Oh, ¿no sabes por qué? Es verdad, porque tú has robado el poder que tu hermana debía tener, eres tú quién debería de haberse ido de aquí en una mierda de caja de madera muerta.'

La vida sigue siendo injusta, luego de su ida a una vida que soñaba, lo tenía todo. Y yo, bueno, no tenía nada. No tenía hermana, no tenía a mi madre porque la quería más a ella que a mí, mi padre que era quién me quería estaba muerto y me dejó cartas y su herencia a mí, cómo si no dieran ningún problema aquello. Eso ocasionó que yo sí tuviera mis poderes, en cambio, mi hermana nunca se preocupó por mí, ella no vino a buscarme o hizo el intento de llevarme, aunque yo me hubiera negado.

No hizo nada, y eso hizo que cambiara, que ya no fuera la niña pequeña de la casa, sino la única niña, la que debía cargar con el cargo de mayor y menor a la vez, un cargo que pocos podemos pasar y enfrentar, y ya no digo los pocos que lo superan como yo. Sobre todo, el cómo me tocó superarlo. Matar por obligación, pelear y demostrar poder siendo joven, pasando de la obligación al placer, pasando del miedo a causarlo, algo que a día de hoy no me siento orgullosa, pero es lo que me hizo ser así, tan estúpidamente rara.

Ayer es verdad que casi la mato, y no negaré que una parte de mí le dolía aquella locura, pero era mi trabajo, mi enemiga, y si no lo hacía, yo era la que ocuparía ese lugar, cómo me está ocurriendo ahora. Cuando iba a llegar a casa, me llegó un mensaje al móvil que no dudé en contestar, al comprobar que era de Robert (cosa rara que me escribiera) pues lo leí de inmediato.

Robert: Tomoe, no vayas a casa, deberías de despejarte un poco de tanto trabajar, ves a nuestro lugar, he dejado unas galletitis recién horneadas, por favor ves.

Sabía que hablaba en serio y era importante, os diré algunas cosas de él. Cuando dice 'galletitis recién horneadas' es nuestra palabra clave que significa 'corre porque estás en problemas súper graves', segundo, el hecho que diga que no vaya a mi querida casa y que debo despejarme es porque una pelea va a haber seguro, ya que él sabe que nunca voy a casa más para dormir y no me gusta despejarme por este mismo hecho, y tercero, sólo vamos a nuestro lugar cuando alguien va a morir.

Sí, tenemos claves muy raras, pero es lo que hay. Bueno, saltaré toda la escena dónde corro, conduzco, llego al lugar que es una casa del árbol de una antigua amiga nuestra, él me saluda y se preocupa por mí y bla bla bla, contaré lo que me hizo cambiar de opinión de matar a mi hermana. Bueno, los documentos eran de cuando éramos pequeñas, unos documentos sobre nuestra 'condición' que sólo nosotras y mi madre tenemos, la cual aparte de los efectos secundarios que nuestra madre pasó, pero nosotras no recordamos por ser tan jóvenes, los códigos, tipo de sangre a quienes le hacían alergia y los mataba, y más cosas, me fijé en algo, sobre mi informe y el de Emma.

Quien eres ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora