Capítulo 32.- Ta potente

101 20 16
                                    

Me quedé en shock un momento, no me esperaba que me besara, osea sí lo esperaba, pero no ahora. Tardé unos segundos en reaccionar mientras él mantenía sus labios unidos a los míos, todo mi alrededor poco a poco iba desapareciendo, ya no más pájaros, no más animales, no más árboles, sólo era él y yo, uniéndonos al fin.

Al fin reaccioné, me está besando, y no pienso negárselo, cerrando mis ojos poco a poco y empezando a moverlos sutilmente, temblando por no saber cómo hacerlo ni pudiendo pensar en cómo se hacía. Sus labios saben a fresa, supongo que por el chicle que anteriormente estaba masticando y le había dejado ese delicioso sabor, empezamos lentos, queremos disfrutar del momento tan esperado saboreando nuestros labios con todo el tiempo del mundo mientras bajaba sus manos hacia mi culo y lo apretaba sin descaro, me sorprendió bastante, aunque sinceramente me encantaba eso.

Sus labios encajaban perfectos cómo un puzle, uno tan sencillo que solamente éramos dos piezas, dos que encajábamos de todas las maneras y nos hacíamos uno, mientras sentía un escalofrío que subía desde mi columna hasta mi cuello y bajaba hasta mis piernas, haciendo que temblaran cómo gelatina ante el momento y yo rodeando su cuello con mis brazos para no caer, mientras profundizábamos más el beso, siendo más rápidos y fogosos mientras sus manos volvían a subir, pero ésta vez por debajo de mi camisa, aumentando los escalofríos y la excitación del momento.

Sus labios empezaron a moverse más firmes y rápidos, mientras yo le seguía el ritmo y abría más mi boca, esperando su suave lengua que se sentía tan bien recorriendo mi piel. Nuestros movimientos eran torpes y rápidos, deseosos del otro y sin pensarlo empecé a quitarme la camisa rápido, empujándole hacia el árbol detrás de él mientras intentaba quitarle su camisa.

–¿Qué... haces? –preguntó entre besos, notando cómo me miraba sorprendido y sonrojado.

Tan tierno para empotrarlo y romperle.

–Cállate –ordené, besando ahora su cuello mientras acariciaba su vientre y abdomen.

Noté cómo se tensaba y jadeaba, su punto débil es su cuello y no dudo en aprovechar. Mis caricias eran lentas comparado con mis besos, apresurados para besar cada parte de él, hasta que sentí sus manos agarrarme de los hombros y empujándome suavemente.

–Emma, quiero hacerlo bien –espetó recuperando el aire, al igual que yo.

–¿Así que quieres hacerlo? –pregunté para aturdirlo, él empezó a caer sobre lo que dijo y aproveché para volver a besar su cuello, añadiendo succiones y una nalgada, saltando del susto.

Iba a hablar, supongo que, para quejarse, pero gimió al yo acariciar su espalda por debajo de su camisa mientras con la otra mano la metía en su pantalón, y aproveché para susurrarle en el oído con voz grave y sensual.

–¿Así que quieres hacerlo bien? –repetí, tomando su miembro con suavidad sin esperar ninguna respuesta de su parte. –Bien, entonces... ¿quieres hacerlo así? Tomando tu miembro, acariciarlo desde tus huevos hasta... ¿la cabecita? –inquirí, haciendo todo lo que decía y él respondiendo con un gemido y tirando su cabeza hacia atrás, aprovechando con la otra mano que tenía en su espalda para estirarle suavemente el cabello. –¿te gusta que te trate así puta? ¿Quieres que sea una perra mala?

Asintió con la cabeza despacio, mientras sonreía ganadora y aumentaba más la velocidad. Sentí cómo se endurecía y empezaba a mojarse un poco mientras yo le succionaba más el cuello y se lo mordisqueaba, bajando poco a poco hasta arrodillarme, bajarle los pantalones y quedar enfrente de su duro amiguito.

–Emma... –empezó a llamarme, pero se interrumpió con su propio gemido al pasar mi lengua por la punta, notando su piel de gallina y temblando un poco.

Quien eres ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora