Capítulo 27.- Noche de confesiones

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Asher Philips:

Me encontraba yendo a la cabaña de la familia, ya era en la noche y había salido con mis amigos después del centro, Emma no quiso venir y prefirió quedarse en casa. La verdad que no quería aún llegar a casa, quiero organizar bien una cita para Emma y sorprenderla en estos días, y la cabaña era un lugar muy bonito (de día, por la noche, a menos que tengas las luces encendidas, da miedo).

Mi mayordomo aparcó el coche y salí, le ordené que me esperara una hora y mientras que hiciera lo que quisiera, sacando las llaves y abriendo la puerta. Al entrar, encendí las luces y fui directamente al cuarto mío, un refugio personal para cuando estaba mal, caminé por el pasillo y entré al cuarto, encendiendo una lámpara y escuchando cómo alguien se aclaraba cargaba una pistola detrás de mí.

–Tienes buen gusto –habló Emma, relajándome y dándome la vuelta para verla, volviéndome a hablar. –No te muevas Asher.

Estaba sentada en el asiento de la esquina, lugar dónde le daba más oscuridad y dónde parecía el típico lugar de interrogatorios de las películas, aunque no pensé que pasara en este instante. Bajó el arma y miró las hojas que tenía en sus manos, aunque por la oscuridad no podía ver de qué eran.

–Veo que estás juguetona y dominante –hablé juguetón, mirándo cada gesto que hacia, aunque sólo miraba esa hoja.

–Sí, estoy muy juguetona Asher, aunque me recuerda a alguien, a ver si la conoces –respondió sarcástica, algo que por algún motivo me daban escalofríos y algo de miedo. –Metro ochenta, ojos castaños, simpática, con unos padres adinerados y asistía al otro instituto, antecedentes por robos minúsculos, unos padres estrictos que no dejaban que su hija hiciera nada hasta que murió por un disparo en la cabeza, sin razones... aparentes.

Giró la hoja para seguir leyendo, mientras mi pánico estaba subiendo por segundos, creo que sé a quién se refiere, pero no me gusta nada dónde puede acabar esta conversación. Levantó la vista para observarme, y al ver que no decía nada, volvió su vista fija en los papeles.

–Su madre tenía relación con tu familia, qué casualidad ¿verdad? –hizo énfasis en la palabra 'verdad', dándome un escalofrío por mi cuerpo.

–Sí, sí lo es –fue lo único que pude decir.

–¿Sabes? También sale que os conocisteis y que habías follado unas cuantas veces, aunque claro, más formal.

–¿A dónde quieres llegar Emma? –pregunté al fin, siendo interrumpido por unos ojos blancos brillando entre toda la oscuridad, matándome con esa mirada.

–No me interrumpas –amenazó, con una voz que nunca antes me había asustado tanto. –También quería comentarte que, de puta casualidad, hubo casos de policías corruptos que cambiaron algunos archivos para alejarlos de la realidad, ¿también lo sabes? ¿O te harás el loco cómo tu familia sobre este tema?

Mi piel se puso de gallina, la verdad que esto ocurrió hace un año y medio, pero no fue mi culpa, o al menos, no directa. No la maté yo.

–No la maté –solté, sin querer dejando notar un poco la tristeza por el tema. –Yo no la he matado.

–Pero sí querías –interrumpió, dejando un silencio y afirmando su propia pregunta. –Querías matarla, y por ello llevaste una pistola a su cabeza.

Se levantó de su asiento, caminando lentamente hacia mí, pero por el miedo que sentía, sólo podía ver sus ojos, unos que ahora mismo soltaban chispas y podían matar con observarlos, hacer que sea incapaz de huir, aunque quieras suplicarlo. Tampoco podías hablar, se quedaban las palabras en la garganta al intentar hablar, al intentar tragar saliva o simplemente, intentar respirar.

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