XLVII

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Narra Alina:
Los días pasaron y las fiestas de navidad se acercaban.  Las cosas con Theo estaban perfectas, el era perfecto, estaba tan feliz a su lado. Desde aquella noche en la que dormimos juntos sentía que teníamos una complicidad diferente, mucho mayor, ahora que nos conocíamos en todos los sentidos ya no sentía vergüenza con él de nada.

En ese instante llevaba un buen rato buscando a Hermione ya que Draco me había dicho que Harry, Ron y el resto de weasleys habían tenido que irse por un accidente que Harry no le había contado al rubio.

— !Hermione! — dije al ver a la chica de pelo rizado a lo lejos. La castaña se giro a verme y paro de andar — ¿que ha ocurrido? ¿donde están Harry, Ron, Fred, George y Ginny?

Hermione me cogió del brazo y me llevó a los baños de Myrtle.

— No le cuentes a nadie, solo a Theo. — me limité a asentir — Ayer por la noche Harry tuvo una pesadilla, vio como una serpiente atacaba al señor Weasley que al parecer estaba haciendo guardia como miembro de la orden en una parte que desconocemos del ministerio. Se ha salvado gracias a Harry pero está en el hospital con heridas graves — contó Hermione  con expresión de tristeza y tono preocupado.

— ¿Y que vamos a hacer nosotros tres? — pregunté impresionada y preocupada

— Iremos en navidades como acordamos, no podemos hacer nada por el señor weasley pero igual iremos al cuartel, a lo mejor para el dia de navidad ya le han dado el alta.

— Ojalá que si.

• • •

Las vacaciones de navidades habían empezado y ya todos nos encontrábamos en la casa Black.

— Theo, esa bola ahí no queda bien — le dije, a lo que el frunció el ceño.

— Como que no queda bien? — dijo incrédulo — Alina, es una bola para el árbol en un árbol, todas las ramas son iguales, va a quedar exactamente de la misma forma. — dijo entre cansado y divertido.

— No Theo, no entiendes el arte de decorar un árbol de navidad. Esa bola es demasiado grande como para ponerla en la parte superior del árbol. Tienes que ponerla bajo. — Cuando el chico fue a ponerla bajo, como yo decía, volví a resoplar.

— Y ahora qué? que he hecho mal? — respondió el, irritado.

— Ahí ya has puesto muchas bolas grandes, va a quedar demasiado lleno por ahí y muy vacío por el resto de sitios, ponla más a la derecha.

— ¿Ahí te va mejor? — dijo entre dientes

— Si, ahí perfecto — dije con una sonrisa de oreja a oreja, mientras el rodaba los ojos.

— ¿Problemas en el paraíso? — preguntó Harry que pasaba por el lado poniendo por ahí girnaldas y muérdago.

— No, ¿y en el tuyo? ¿como te va con el hurón? — le pregunté con una sonrisa pícara.

— Ehh... — dijo Harry mirando a los lados, sorprendido de que sus amigos Slytherin supieran y temiendo que alguien escuchara — ¡mirad un muérdago!

Ambos miramos hacia arriba, efectivamente viendo como un muérdago se cernía sobre nuestras cabezas.

— No creo poder besar a alguien que desprecia el arte de colocar las bolas de na... — pero fui interrumpida por los labios del castaño sobre los míos. Le devolví el beso, parecía que ya ni recordábamos que en esa casa había más gente hasta que...

— ¡¡Iros a una habitación!! — gritaron Fred y George.

— ¡NO! ¡de ninguna manera! — se escandalizó Sirius — ¡vosotros dos, solos, en una habitación! ¡por encima de mi cadaver! — dramatizó, sacando a relucir su lado sobre protector. — y menos en mi casa de la niñez.

Yin - yang • Theodore Nott Donde viven las historias. Descúbrelo ahora