La selección

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El gran día llegó.

No les comenté a mis hermanos nada de lo que dijeron en mi salón, seguramente entrarían en pánico y, por otro lado, es imposible engordar en una semana.

El día de la Selección, nuestros padres nos despiertan muy temprano, el sol todavía no calienta en las calles, nos piden que nos pongamos nuestros uniformes, y yo obedezco, pero Anabel y Flora salen con su mejor ropa, muy maquilladas y el pelo suelto y ondulado. Mis hermanos se limitan a su uniforme más limpio, al igual que yo, pero a mi se me ve horrible, ya que tanto el pantalón viejo y roto como la camiseta manchada de comida me quedan apretadísimos y me recojo el pelo en una sencilla y despeinada coleta.

La plaza de la ciudad está diferente, han colocado muchísimas cápsulas blancas, me pregunto para que serán, parecidas a un artefacto que alguna vez vi en un libro viejo, ¿Cómo se llamaban? Cámaras de bronceado, pero dudo que esa sea la función de estas cápsulas.

Nos colocan a todos los niños en fila, se pueden sentir los nervios en el aire, varios ni se molestan en arreglarse, al igual que yo, pero otros, sobre todo chicas, intentan parecer Lepidoptera adultos, seguramente porque creen que mientras más se parezcan a ellos, los Homo más atención les prestarán.

Pasan largos minutos, pero pronto llegan.

Cuando oí hablar de los Homo por primera vez, pensé que serían criaturas imponentes, grandes, o con una inteligencia tan increíblemente hábil que podrían llegar a intimidar a cualquiera... aunque nosotros somos muy fáciles de intimidar y ahuyentar.

Pero ellos no son intimidantes, ni imponentes y tampoco parecen tan inteligentes: son altos, pero apenas unos centímetros más que nosotros, se mueven con inmensa torpeza, sus caras parecen agrias e infelices, lo único hermoso e imponente de estos seres son sus ropas, de un blanco tan puro que ciega, reluciente y perfecto. En resumen las criaturas más patéticas que haya visto jamás, fuera de eso, son iguales a nosotros, dos brazos, dos piernas, dos ojos, una nariz, una boca, no escupen fuego ni tienen poderes mentales.

Vienen en un vehículo, parece una esfera de metal, e igual de blanco que sus ropas, tiene un cristal al frente para que ellos puedan vernos.

Bajan del vehículo con demasiada torpeza, a pesar de que ninguno es tan gordo como yo. Nos miran casi con admiración, lo cual es extraño, nuestros padres están detrás de nosotros, junto con el resto de los adultos, tan callados que parecen petrificados.

Por fin uno de los engendros enfundados en blanco que tenemos enfrente abre la boca para dejar oír una voz nasal que carece de toda gracia.

-Son realmente hermosos.

-Es verdad- responde otro.

-Es una pena que tengan que abandonarlos aquí.- agrega una mujer.

Pasan delante de nosotros y nos examinan,  se quedan frente a Anabel un momento, una de las mujeres la examina detenidamente.

-Ésta está mal- la mira con más cuidado- luce como un adulto, está muy flacucha...

Anabel se sonroja, sé que quisiera decirles en la cara todos los insultos que se sabe, pero nos prohíben sobre toda ley hablar con los Homo, ya que no debemos igualarnos con ellos, según las leyes de Insecta, y de Animalia los Homo son, por naturaleza, superiores a nosotros.

Otro hombre también se acerca para ver a Anabel.

-Definitivamente mal- dice meneando la cabeza de lado a lado- tendremos que separarla.

Tras decir estas hirientes palabras, con altanería, como si la pobre de Anabel no estuviera escuchándolos, separan a mi hermana y la llevan a un área marcada por un cuadrado pintado en el piso, junto a las cápsulas. Así hacen con varios de los niños, sobre todo los que son  bastante delgados, entre ellos a Flora, Alan y Drake.

A los más corpulentos nos llevan junto a una cápsula cada uno, luego de mirarnos con orgullo, nos incitan a introducirnos en una cápsula cada uno, yo comienzo a entrar a la mía, respirando hondo un par de veces antes de cerrarla, pero alcanzo a ver a los Homo tomando un artefacto afilado, luego de echar a suertes, uno toma el raro artefacto metálico y sin previo aviso ni piedad apuñala en pleno corazón a un chico al que no conozco. Enseguida apuñala a otro.

Muchos de los que estábamos a punto de cerrar la cápsula la abrimos de nuevo para ver que sucede, de acuerdo con las leyes, debemos permanecer totalmente callados y no actuar en defensa, pero mis instintos hablan antes que yo y me obligan a salir de la cápsula y correr hasta mis hermanos, cuando está a punto de apuñalar a Flora, me lanzo sobre el Homo.

-¡FLORA!- grito como una loca, tomo el arma y no se con que fuerza, pero la tomo y la lanzo lejos.

Detrás de mi siento varios pares de manos que me arrastran hasta la cápsula.

Yo me defiendo con uñas y dientes sin molestarme en ver de quiénes se trata, creo que son Homo enfurecidos e indignados, pero luego al voltearme me encuentro con quienes menos hubiera podido esperar: mi familia, o lo que queda de ella, Azael, William y mis padres, me llevan a la fuerza a la cápsula y mi padre me susurra:

-No podemos hacer nada, nosotros se los advertimos y no nos escucharon- me quedo paralizada, y entonces más que nunca, detesto ser una Lepidóptera, detesto nuestra ley y nuestra naturaleza, detesto a los Homo y a mi familia y al grupo en general. Debí haberles dicho, debí decirles lo que sabía sobre la Selección, todo es mi culpa, si no fuera por mi aún seguirían vivos, o por lo menos podrían tomar sus decisiones bajo su cuenta y riesgo. Entre todos me meten a la cápsula y alcanzo a divisar, con mis ojos empañados en lágrimas, como el maldito Homo apuñala a mi hermana, la cual llora y se lamenta, mientras agoniza, otro golpe del artefacto de metal y Flora cae al suelo sin vida.

Mis padres cierran la cápsula y les piden a mis hermanos que vayan a las suyas. Siento una punzada en un extremo del cuello, seguramente el Homo alcanzó a herirme con el arma. Puedo escuchar a escuchar que mi madre dice:

-Los veremos al despertar.

Entonces me quedo en silencio en la oscuridad, me pregunto que sucederá, no quisiera quedarme aquí una eternidad, pero eso no sucede, porque de repente, siento que mis párpados comiezan a cerrarse y me invade un sueño profundo.

Publicado el 19/05/2015

Editado el 1/2/2017


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