La partida

261 18 3
                                    

Al día siguiente despierto, me asusto un poco cuando me veo en el espejo, pero de nuevo llegan las respuestas.

Soy una frágil y débil Lepidóptera. Los Homo mataron a la mitad de mi familia. Odio a los Homo. Odio a mi familia. Mis hermanos murieron por mi culpa. Estoy en mi casa. Hoy me largo.  Para mi desconcierto, una de estas frases se queda eternamente flotando en mi cabeza: ODIO A LOS HOMO.

No son los pensamientos que se esperarían de una Lepidoptera, pero ya me he dado cuenta de que yo no pienso como una de ellos, me vale lo que ellos crean que debo pensar, lo que debo sentir.

Respiro profundo y me levanto, algunos Lepidoptera llevan en el viaje objetos con los que se encariñaron, pero creo que yo no quiero llevarme nada, nada me trae muy buenos recuerdos, o al menos todos se transformaron en malos.

Me doy una ducha y me pongo mi nuevo uniforme, me arreglo mi ahora largo cabello en una trenza, aunque todas de las Lepidoptera lo llevan suelto, sin embargo, si somos prácticos, una trenza no se enreda tanto, no se ensucia con facilidad y no se queda atorada en las ramas, en resumen, es mi nueva mejor amiga.

Mis hermanos llevan con ellos alguna pelota inservible con la que jugaban en las tardes en la plaza, unas tijeras pequeñas para cortarse el pelo, trozos de pétalos con los que hacíamos dibujos en la infancia y otras cosas que ponen sentimental a cualquiera, yo me escondo un cuchillo de cocina entre el uniforme, he cosido una bolsita de tela en la parte interior de la falda, muy discreta, ya que como Lepidoptera, no debo defenderme ni actuar con violencia, pero no quiero salir al ancho mundo así, sin siquiera intentar llegar viva.

Mis padres nos dan un abrazo, cuando se despiden de mis hermanos, hay lágrimas por ambas partes y se abrazan interminablemente, intercambiando buenos deseos, pero mi abrazo es mudo, indiferente a las lágrimas de mis padres.

En la plaza nos reunimos todos los chicos, la mayoría llora, "estúpidos", pienso para mis adentros .

Me coloco entre los demás, y tras otros eternos minutos de despedidas, un chico al que no conozco pregunta lo que todos pensamos:

-¿Y ahora qué?

Cierro los ojos y pienso, intento aplicar los datos de geografía que he leído a lo largo de mi vida: es invierno, los inviernos aquí son fríos, demasiado fríos, mis dedos se congelaban cada vez que salía "un mejor lugar para nosotros", ese sería un lugar más cálido, pero un lugar demasiado cálido nos mataría, debía ser un intermedio, no podríamos atravesar ningún mar, un lugar donde hubiera vegetación variada, donde siempre hubiera sol, frutos, flores, agua, un paraíso, algún lugar de "eterna primavera", esa frase la leí en un viejo libro de mi padre, me encantó pensar en un lugar tan hermoso, ¿Cómo se llamaba el capítulo de ese libro?... comenzaba con "m", era un nombre raro, corto y se escuchaba antiguo...

-México- las palabras se formaron en mis labios, todos me voltean a ver- ¿no recuerdan? nos hablaron de ese lugar en una clase de geografía- no, obviamente no recuerdan, estaban demasiado ocupados imáginandose su aspecto después de la transformación.

-Dicen que es el sitio de la eterna primavera- recuerda Azael, le agradezco con una mirada.

-Sería el sitio ideal- agrega una chica

-¿No pasaríamos hambre?

-Claro que no, hay mucha vegetación...

-Creo que también hay cuerpos de agua...

-No hay mar de por medio...

La idea se fue extendiendo por todo el grupo, al igual que el entusiasmo.

-¿Y dónde queda?- de nuevo silencio total, todos vuelven a mirarme. Siento la presión más alta que nunca. Hago memoria.

-Al Sur- respondo, dando gracias por haber puesto atención en clase justo ese día.

-Pues vamos

-¿Cómo sabremos cuando lleguemos?

- Veremos el mar más azul y la arena más blanca que hayan visto, al este.

El continente está dividido en dos, por un muro metálico, al este estamos los Insecta, al oeste, los Animalia, y al centro, los Homo, qué están protegidos de cualquier cosa gracias a un triple muro metálico que encierra la ciudad, hay varios de los de su especie tanto en Animalia como en Insecta para proveer a los Homo de alimento y otras necesidades básicas, también están protegidos del clima por un domo de vidrio, en cada país tienen una ciudad así de protegida, claro, los muy cobardes se encierran con todas sus comodidades y nos dejan aquí, sometidos a su voluntad.

Comenzamos a correr, siempre hacia el Sur, siempre hacia adelante, nos topamos por primera vez con las especies de las que sólamente escuchamos en clase o de cuentos de terror, tenemos que huir de casi todas, como de los Coleoptera, que son robustos  su uniforme es una especie de armadura negra con una especie de cuerno torcido en el casco, son muy fuertes y podrían despedazar a cualquiera de nosotros en un abrir y cerrar de ojos, así que nos limitamos a evitarlos, también alcanzamos a divisar un Scorpion, uno de nuestros más grandes peligros, son muy veloces y traen también armaduras de color café oscuro, algo más quebradizas que las de los Coleoptera, pero con punzantes espinas que dicen que están cargadas de veneno, siento una punzada de envidia, ojalá pudiera lucir así de intimidante, no solamente una Lepidoptera delicada, enfundada en un lindo vestido que no sirve para nada, aún menos para protegerse, con un cuchillo de cocina escondido de los de su propio grupo.

Nos frenamos al ver al Scorpion, pero al vernos se abalanza hacia nosotros, corremos en la dirección contraria, pero alcanza a tomar a un chico rezagado, todos siguen corriendo, pero yo no resisto la tentación de detenerme y mirar, creo que no debí haberlo hecho, el Scorpion había despedazado al chico, y ahora se alimentaba de sus restos, levanta la mirada y me ve a través de su horrorosa armadura, alcanzo a ver su boca chorreando sangre, hace caso omiso de mi mirada aterrada y le da otro mordizco a su frágil presa.

Me doy la vuelta y corro, horrorizada ante la carnicería que estaba ocurriendo a mi espalda, por supuesto, nadie hizo nada, sólamente seguimos con el mismo ritmo, pero en mi consciencia siempre quedará grabada esa escena.

El próximo grupo con el que nos encontramos parece más agradable, se trata de los Anisoptera, que son algo raros, pero muy amigables, de cintura para arriba son musculosos y corpulentos, pero sus piernas son increíblemente delgadas, aún más que las nuestras, y tienen unos pies diminutos, su cara es proporcionada y agradable... excepto sus ojos, son enormes, realmente grandes, cualquiera podría pensar que se debía a que tienen pestañas largas que hacen ese efecto, pero no, sus ojos son gigantes en verdad. Sus uniformes son rojos, les cubren el cuerpo completamente y son muy entallados, también llevaban lentes protectores que hacen lucir sus ojos aún más grandes.

Hasta tenemos tiempo de parar a comer y platicar con ellos, yo me enteindo bien con dos chicas, sus nombres son Breena y Erlin, al poco rato se nos une un chico, el hermano de Breena, Ellete, quien no deja de mirarme, al parecer disfrutan de nuestra compañía.

Comenzamos a platicar de nuestros uniformes, Erlin está encantada con mi vestido, aunque el suyo es sin duda más cómodo y práctico, pero de repente, reparo en su grupo, todos nos miran sin descanso, nosotros comemos el nectar de las flores y ellos no habían comido desde que llegamos y me viene a la mente: Anisoptera, estaba en un libro, se alimenta de Dípteros, Anthophilas y... Lepidópteras.

Me levanto rápidamente y me excuso, voy con William y Azael, los pongo sobre aviso, avisamos a todos los que podemos, casi todos nos vamos corriendo, dejando atrás a una chica que estaba besándose con un Anisoptera, sinceramente creo que el chico se la comía a besos.

Se la comía literalmente.

Publicado el 16/5/2015

Editado el 1/2/2017





InsectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora