El Homo

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Una semana. Ha pasado ya una semana y sigo escuchando los gritos enloquecidos de Erik en la primera planta, asegurando con fervor que yo soy capaz de hablar. Mildred me trae una ensalada diariamente y poco a poco comienzo a sentirme más fuerte, vomito menos seguido, pero aún me dan arcadas cuando distingo el más ligero aroma de Animalia guisándose en la cocina. Gracias a la aparente locura de Erik, me he librado de sus experimentos durante esta hermosa semana, sin embargo, a veces me descubro gritando cuando despierto, con la mente en el laboratorio de mi captor, mientras descuartiza algún Insecta, con las chicas Lepidoptera mirándome desde su vitrina, con los ojos muertos, hay veces en que abren los labios resecos y comienzan a susurrarme:

"Tú eres la siguiente"

Ésta frase me persigue durante todo el día, sin dejarme en paz ni un momento. Hoy, Mildred me cuenta de la forma en que el doctor escapó despavorido al escuchar todas las maldiciones y juramentos que no deja de pronunciar Erik, recomendando antes, un buen hospital psiquiátrico a los señores Magnusson, que hacen todo lo posible por negar el hecho de que está loco.

-Lo he metido en un gran lío.- comento con una sonrisa pícara.

-¡Vaya que sí! ¿lo tenías todo planeado?

-No. Fue un incidente... digamos que me impresionó el abrigo de la señora Magnusson.

-¡Ah! si, te comprendo, sufro cada vez que me obligan a plancharlos. Son espantosos, pero ella piensa que son un "símbolo de estatus".

-¿No se han molestado por lo de Cecilia?

-Para nada. El señor Magnusson llevaba años queriendo despedirla. Él es un científico de prestigio, y se molestaba de sus ideas religiosas.

-¿Qué pasó con el tipo de traje blanco que me perseguía el día que llegué?

-Harrison. Se tomó unos pocos días después del incidente, pero llegará ésta semana, realmente lo agotaste.

-¿Y Raul?

-¿Qué pasa con él?

-No lo sé, espero que tú me lo digas. No parecía ni la mitad de malo que su hermano.

-¿En serio? Siempre he creído que posee la misma mente psicópata de toda su familia.

-Siempre he pensado que todos los Homo son, o psicópatas o estúpidos... pero creo que tu eres la excepción.- Me mira con una de sus sonrisas cálidas.

-Mildred.

Ambas miramos a la puerta y notamos que nuestra conversación no era del todo privada. Un chico muy alto, apuesto,  de cabello rizado y color castaño cobrizo, piel apenas bronceada y expresión indescifrable, nos mira desde la puerta.

Raul Magnusson.

-¿Te importaría dejarme a solas un momento?- le dice. Mildred me mira, cómo si estuviera deseándome suerte, me presiona una mano, que se ha puesto helada y temblorosa y sale de la habitación.

Raul me mira sin parpadear.

-Creí que no hablabas- me dice con tono frío.

No pronuncio palabra, ni siquiera me muevo, sé que cualquier cosa, cualquier comentario equivocado, podría disparar la ira de este Homo, igual que la de Erik.

-Por un momento, creí que yo también estaba loco, escuchaba gritos en la noche ¿intentabas escapar?

Me sonrojo pensando en mis pesadillas, debí ser más cuidadosa.

-Respóndeme, Vanessa- me mira con una tranquilidad aterradora ¿Cómo sabe mi nombre?  abre la puerta de mi caja, instintivamente me arrastro al fondo, segura de que me amenazará justo como hizo Erik, pero no es así, el se agacha hasta mi altura y se sienta frente a mi- Respóndeme. Sé que puedes.

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