Miro fascinada las puntiagudas letras en mi brazo, y me doy cuenta que, me calman un poco, es como si tuviera tatuada el alma que le arrebaté a esa chica, aunque ni siquiera la conociera. Es algo extraño, pero como si estuviera en un trance, tomo de nuevo el cuchillo y sigo escribiendo, en letra algo más pequeña e irregular:
Chordata - aunque salvé la vida de Albrecht al matarlo, sigue siendo un asesinato.
Lepidoptera- gracias a mis locuras como el hecho de volar y mi poco cuidado, muchos resultaron muertos.
Mantodea- la novia de Hugo, ni siquiera le pregunté su nombre.
Serpente- escribo por último, recordando al Serpente que maté hace apenas unas horas, en medio de todos ellos, el nombre de Feram, escrito a mucha más profundidad que el resto, quizá a la misma escala que la herida del corazón de quien lo escribió.
Tengo la tentación de tatuarme a sangre el nombre de Raul, pero no llega a ser más que una idea, lo último que quiero es que el nombre de un despreciable Homo acompañe a todos los demás inocentes a quienes he matado.
Me sacudo de alivio al distinguir el dolor del cuchillo que rasguñó mi piel, comenzaba a preguntarme si lo había perdido, pero solo estaba un poco adormecido, y poco a poco, el dardo pierde su potencia y me doy cuenta de que los policías solo buscaban derribarme, no matarme, a pesar de las peticiones de Erik.
¿Qué debería hacer ahora? ¿Irme? No me han dejado atada, lo cual significa libertad, pero ¿a dónde? ¿Puedo quedarme? ¿Me matarán? ¿me harán parte de su manada?
El miedo me consume incluso antes de dar un paso, no tengo fuerza ni medios para defenderme más que un simple cuchillo de cocina, no puedo escapar ni volar, solo tengo un brazo habilitado y me siento más débil que nunca. Quizá los Canis Lupus me maten, pero tal vez, solo tal vez, quieran entrenarme para ser uno de ellos, no me molestaría tener una manada más poderosa.
Los minutos me parecen eternos y no puedo conciliar el sueño, aunque falte apenas un poco para el amanecer, cuando el alba comienza a despuntar, sale uno de la manada, me estremezco ante la posibilidad de que sea Ralph, pero no es otro que el muchacho de ojos dorados. Me mira de inmediato.
-¿Sigues aquí? ¿quieres que te maten?- me dice sorprendido, con cierto nerviosismo.
-¿Te refieres a tu manada? ¿o solo a Ralph?
En cuanto menciono a su compañero, los ojos se le van a mi brazo.
-Él no te hizo todo eso- señala, no me había dado cuenta cuánta sangre había manado de mi herida ahora cerrada- va a quedarte una cicatriz.
-Supongo que eso es lo que quiero.
-Eres masoquista ¿verdad?- me encojo de hombros, en realidad, solamente no me importa sentir dolor.- Vamos a lavarte eso.
La única fuente de agua se encuentra a medio kilómetro de distancia, una vez ahí, el lobo se da un chapuzón en el agua, mientras yo lavo mi brazo, que cada vez arde más.
Me quedo observando el sol naciente justo frente a mi, sino fuera por mi buena suerte, ahora mismo estaría encerrada en la residencia de unos Homo maniáticos, preparándome para que me libren de mi piel lenta y dolorosamente. Me estremezco de solo pensarlo y ni siquiera me doy cuenta cuando ojos dorados ha salido del agua.
-¿Te quedarás ahí como una boba, o me ayudarás a cazar algo?- dice mientras observa a la distancia si hay alguna presa.
-No sé como hacerlo- respondo, sorprendida al salir de mi trance.
-Deberías ir aprendiendo si quieres quedarte en la manada- dice antes de sumergirse en el agua.
-¿Qué?- me levanto de un salto y me adentro en el lago, el chico sale del agua, totalmente empapado- ¿Me dejarían quedarme en la manada con ustedes?

ESTÁS LEYENDO
Insecta
Sciencefiction¿Quién decide qué podemos ser y qué no? ¿Qué puede gustarnos y que no? ¿Lo que podemos sentir, hacer, pensar? Porque así son los Homo, piensan que están en el centro del universo, piensan que todos los Insecta y Animalia son únicamente seres vivos d...