Caras conocidas

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Varias figuras corren hacia mí, apenas pudiendo ver en la oscuridad, se tropiezan entre ellas y miran curiosas de un lado a otro. Una de ellas llega corriendo hacia mí exclusivamente, no alcanzo a ver bien hasta que prácticamente está sobre mí.

-¿Tú eres Vanessa?- pregunta viéndome fijamente con los ojos muy abiertos.

-¡Ahh...!- el grito más ridículo de la historia escapa de mi garganta y me hace retroceder un par de pasos. Cayendo sobre Aureum, que se desternilla de la risa.

-¡Vanessa! ¡Pero si son solo niños!- vale, son solo niños, pero son unas asquerosas criaturas con la cara llena de tierra, y vistiendo ese espantoso uniforme a rayas que yo solía usar hace algún tiempo.

Tanto los niños como mis "amigos" Canis Lupus están muertos de la risa. Ahora nunca olvidarán que me morí de miedo cuando un niño llegó corriendo hasta mí. Aureum tiene el rostro rojo como la sangre de tanto reír y cada vez que intento apartarme de encima de él, los espasmos de su pecho me hacen caer de nuevo.

-¿Estás bien?- pregunta aún entre carcajadas.

-No. Me está mirando fijamente y me da mucho miedo- le digo en voz muy baja para que el niño no pueda escucharnos.

-¿Cómo? Si lo único que quiere es tu atención- Aureum dirá lo que quiera, pero este niño resulta realmente perturbador.

-¿Cómo sabes mi nombre?- le pregunto al crío sin una pizca de tacto. El suelta otra risita y responde.

-Mi padre nos ha contado todo sobre ti- me quedo helada. ¿Su padre?- ¡Ven!- dice ayudándome a ponerme en pie- ¡Tienes que verlo!

Se le unen otras dos niñas y un niño, todos mirándome con la misma curiosidad,  de inmediato deduzco que son hermanos.

Más atrás, aún en las sombras, seguramente debido al miedo intenso que sufren los Lepidoptera, se encuentra el resto de mi grupo, que tímidamente se va acercando conforme ve que no hay peligro ante los Animalia.

Los niños siguen entre los Lepidoptera, que apenas me ven debido a la escasa luz, aunque faltan apenas unos minutos para que amanezca. Mi corazón late con violencia cuando me guían hacia un hombre. Por su edad debería seguir llamándolo chico, pero la expresión de su rostro tiene esa esencia típica de quienes han vivido lo suficiente para ser llamados hombres, ha perdido el brillo en los ojos, las ganas de vivir. Alguien que últimamente solo sigue una rutina.

Es apuesto, piel tostada, cabello negro azulado que alguna vez debió ser una cabellera de rizos suaves y brillantes, ahora solo es un montón de cabello oscuro.

-¡Papá!- dice una de las niñas mientras corre hacia él- ¡Es Vanessa! ¡Vino Vanessa!- hace una pausa para mirarme de nuevo- y es justo como la describiste.

Solo cuando me voltea a ver puedo reconocerlo.

-William- susurro anonadada.

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Contrario a lo que me dice Anabel, Vanessa está demasiado cambiada. Ha dejado de ser perfecta, rasgo que distingue a nuestro grupo por encima de los otros: su cabello ya no está peinado en una trenza, que si bien no la hacía ver tan delicada como el resto de las Lepidoptera, al menos le daba cierto aire femenino, ahora la coleta despeinada que recoge su cabello, ni siquiera eso le da. Su musculatura es impresionante, podría matarme en un abrir y cerrar de ojos... aunque también ha estado del otro lado, o por lo menos eso me dicen las cicatrices que se esparcen por sus brazos, sus hombros y sus rodillas. Incluso tiene una cicatriz en el labio, seguramente resultado de alguna pelea. A pesar de todo ello ¿por qué me parece aún más linda que antes?

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