NARRA JAKE
Hay una frase que dice: "Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes".
En mi opinión, el autor de esa frase no pudo estar más equivocado. Todos sabemos lo que tenemos, pero no lo valoramos porque creemos que nunca lo perderemos, o al menos yo lo creí así.
Estaba tan cegado por mi arrogancia que nunca valoré realmente a Elizabeth. Creía que siempre la tendría y ahora que no estaba más conmigo podía darme cuenta del enorme error que cometí.
Los últimos dos años habían sido muy duros para mí. No podía olvidarme de Lizi y tampoco es que lo haya intentado, al contrario, no quería dejarla ir de mis pensamientos, pues era lo último que me quedaba de ella.
Además de recuerdos tenía guardadas algunas de sus pertenencias, las cuales intenté devolverle, pero no pude, tenerlas me daba una pequeña luz de esperanza de que algún día volveríamos a estar juntos.
También intenté buscarla, pero cada vez que la veía estaba con su novio y verlos juntos me hacía perder todo el valor que por años presumí tener. Pero un día finalmente llegó mi oportunidad de estar a solas con ella y para nada fue como lo había imaginado.
***
Era domingo por la mañana cuando llegué a la empresa. Odiaba levantarme temprano ese día de la semana, pero el trabajo lo ameritaba. Caminé con paso firme hacia el ascensor mientras todos a mi alrededor trataban de verse lo más serios y ocupados posibles, incluso alcancé a ver a un par de empleados que corrieron hacia sus lugares para fingir que estaban trabajando. Ignorando ese detalle continué con mi camino, no tenía tiempo para esas cosas y siendo sincero, me gustaba ver el respeto que imponía.
Una vez en mi oficina, comencé con todo el trabajo que tenía. Llevaba ya algunas horas en eso y no me hubiera detenido de no ser por alguien que abrió la puerta sin permiso, inmediatamente me molesté, pero al ver de quién se trataba mi furia se disipó.
-¿Tienes idea de quién carajos nos hizo venir a trabajar hoy? Porque pienso matarlo-
Solté una carcajada ante el comentario de mi amigo -tranquilo, solo será este mes- nos saludamos con un apretón de manos mientras Jonathan tomaba asiento -además, las horas extra las pago bien-
-Solo por eso vine- ambos reímos.
La compañía de mi mejor amigo siempre era agradable, él era como el hermano que nunca tuve, o mejor dicho, el hermano que había perdido, por esa razón no lo trataba como un empleado más. Hablamos durante un rato hasta que el sonido de alguien tocando la puerta nos interrumpió.
-Adelante- exclamé y una tímida secretaria entró.
-Buenos días Ana- saludó Jonathan con amabilidad.
-Buenos días Señor Smith, buenos días Jonathan- con manos temblorosas extendió unas hojas hacia mí, las cuales tomé -aquí están los documentos que me pidió y le recuerdo que en veinte minutos tiene una reunión-
-Gracias Ana-
-Por nada, señor. Con permiso- comenzó a caminar hacia la salida.
-Ana- ella se giró casi de inmediato -por favor que nadie me interrumpa cuando inicie la reunión, a menos que sea algo urgente-
-Entendido, señor-
En cuanto estuvimos solos, Jonathan me vio con rostro gracioso mientras alzaba las cejas -pones muy nerviosa a esa chica-
-Ana nació nerviosa-
Mi amigo rio con fuerza.
-Ella no se pone así con nadie más-
ESTÁS LEYENDO
Un Juego de Amor
RomanceEnamorarse de dos hombres a la vez no estaba en los planes de Elizabeth, pero una serie de eventos crearon las condiciones perfectas para que lo hiciera. Todo parecía ser perfecto en su vida, sobre todo con su novio, hasta que un par de mentiras y s...