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Toqué la puerta, escuche un "adelante" y abrí la puerta que me permitía el paso hacia la oficina de Silco, busqué a Jinx arriba en las vigas, afortunadamente no estaba.
—¿Qué haces aquí? — fue el primero que dirigió la palabra, muy tosco para mi gusto. Me senté en la silla frente a él, apoyándome con mis codos en la mesa y cruzando mis piernas.
—Ya sabes, molestarte un poco, arriba es muy aburrido, más cuando eres una ama de casa. — Observé al mayor revisando una pila de hojas, soltó un bufido y volteó a verme.
—¿Él sabe que estás aquí?
—Por supuesto que no.
—Así que Marcus no controla a su perro, bueno, viniste por algo ¿no?— el mayor se hizo hacia atrás en su silla, dando una palmada en sus muslos y muy obediente me dirigí a él. Me senté de frente con mis piernas flexionadas a los costados, apoyé mi cabeza en su hombro al igual que mi mano derecha.
—No me digas perro, tonto.—le reproche su apodo, yo no soy el perro de nadie, bueno, tal vez el de Silco sí.
—Pero si eres una linda cachorrita, muy obediente.—solté una risita, después de eso nos sumergimos en un cómodo silencio, que el mismo decidió romper.—¿En qué tanto piensas?
—En que todo sería mejor si yo estuviera aquí, no allá limpiando la mierda de un sinvergüenza. —el mayor posó su mano en mi espalda, acariciándola de arriba hacia abajo, cerré mis ojos al empezar a relajarme. — Creó que Marcus sospecha, cuando vengo aquí le digo que estoy con una amiga, ya no cae en eso.
—No te preocupes por él, no vale la pena. Ahora, ¿por qué no me besas? —levanté la cabeza de su hombro y lo miré a los ojos, tomé su mejilla con mi mano estampando nuestros labios en un beso tranquilo. De repente el beso se tornó desesperado, Silco agarraba con fuerza mi cintura, mientras yo me movía lentamente sobre él, hasta que el airé nos hizo falta y tuvimos que separarnos.
—La pondré dentro y me pertenecerás, ¿oíste? — asentí, yo solo podía asentir y dejar que hiciera lo que quisiera conmigo, el sexo nubla mi memoria. No puedo evitarlo, lo quiero a él.
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