[34+35; ARIANA GRANDE]
❛ 𝗲𝗹𝗹𝗼𝘀 𝗲𝘀𝗰𝘂𝗰𝗵𝗮𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗮𝗽𝗹𝗮𝘂𝘀𝗼𝘀 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗻𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗮𝗽𝗹𝗮𝘂𝗱𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 ❜
[smut]Sus deberes los tenían atareados, cuando terminaban un trabajo aparecía otra cosa nueva por hacer, estaban exhaustos. El agobio que sentías era inmenso, querías descansar y que tal vez tu novio te hiciera un oral para bajar el estrés.
Las cosas entre ustedes estaban bien, solo esta semana no habían estado tan juntos como les gustaría. Te sentías un poco loca en la manera que lo estabas anhelando, sólo querías que el moreno te lo hiciera bien esta noche, cosa que mirabas difícil porque todos sus encuentros terminaban en caricias y dormidos.
Tenias todo el día con una taza de café en tus manos, ya hasta habías perdido la cuenta de cuántas consumiste. No podías encontrar el porque la patineta no encendía cosa que te traía loca, estabas a punto de tirarla por la ventana sino fuera por tu novio quien lo impidió.
—Hey, desquiciada— tomo la patineta, colocandola sobre la mesa y comenzando a analizarla.—¿Qué le hiciste?
—¡Nada! La hija de puta no prende.— Ekko soltó una risa por la irritación de su novia.
El moreno no perdió el tiempo, tomo sus lentes colocándoselos y con una pequeña soldadora comenzó a soldar algunos cables también uniendo piezas que encontraba sueltas. Todo bajo tu mirada, observabas su ceño frunciéndose al no poder alcanzar alguna pieza o sus manos que tomaban con delicadeza la soldadora, cosas tan simples como esas te ponían caliente. Te acercaste a él por la espalda; abrazando sus hombros y con tus manos acariciando su pecho.
—¿Cuánto era "34+35"?— soltaste socarrona, intentando que captara la indirecta.
—Sesenta y nueve dah, sabía que eras mala en matemáticas— lo escuchaste liberar sonidos de burla hacia ti, rodaste los ojos, el idiota no había entendido.
—Treinta y cuatro, treinta y cinco, podríamos hacer el 69— susurraste separándote de el, tenias otra taza de café en tu espera, afortunadamente Ekko escucho tus palabras quedándose en blanco hasta que cayó en cuenta.
—¿Qué dijiste?— siguió tus pasos caminando hacia la barra de su cocina, viéndote con una mirada sospechosa, sonreíste mientras revolvías tu taza.
—¿Sabías qué, el café ayuda a prolongar un orgasmo?— comenzaste a tomar del líquido aún con esa sonrisa de victoria, tus indirectas ahora eran más directas y esperabas paciente a que él las entendiera.