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Simon se sentó muy tieso desprendiéndose de las mantas y reparó en dos cosas: una, que todavía llevaba puestos los mismo vaqueros y la camiseta que había llevado al ir hacia el Instituto para reunirse con Jace; y dos, que la persona del sillón dormitaba, la cabeza apoyada en la mano, la larga melena rubia cubriéndole la cara.

  —¿Jane? —dijo Simon.

  La cabeza de la muchacha se alzó de golpe y sus ojos se abrieron al instante.

  —¡Aaah! ¡Estás despierto! —Se sentó muy recta, echándose atrás los cabellos—. ¡Jace se sentirá tan aliviado! Estábamos casi seguros de que ibas a morir.

  —¿Morir? —repitió Simon, sintiéndose mareado y con náuseas—. ¿De qué? —Paseó la mirada por la habitación, parpadeando—. ¿Estoy en el Instituto?  Quiero decir… ¿dónde estamos?

    —Vaya… ¿quieres decir que no recuerdas lo que sucedió en el jardín? —dijo nerviosamente —. Los repudiados nos atacaron. Eran muchísimos, y la neblina infernal hacia que fuese difícil luchar contra ellos. Magnus abrió el Portal, y todos corríamos a su interior cuando te vi viniendo hacia nosotros. Tropezaste… con Madeleine. Y había un repudiado justo detrás de ti; tú seguramente no le viste, pero Jace sí. Intentó llegar hasta ti, pero era demasiado tarde. El repudiado te clavó el cuchillo. Sangraste… una barbaridad. Y Jace mató al repudiado, te  levantó y te arrastró a través del Portal con él —finalizó —. Nosotros estábamos ya al otro lado, y déjame decirte que todo el mundo se sorprendió de lo lindo cuando Jace cruzó contigo desangrándote sobre él. El Cónsul no se mostró nada complacido.

  Simon tenía la boca seca.

  —¿El repudiado me clavó el cuchillo? ¿Dónde?

  —Te lo mostraré.

  Con gran sorpresa por su parte, al cabo de un instante Jane estaba sentada en la cama a su lado, con las frías manos puestas sobre su estómago. Le subió la camiseta, dejando al descubierto una franja de pálido estómago recorrida por una fina línea roja. Apenas era una cicatriz.

  —Aquí —dijo, deslizando los dedos encima—. ¿Sientes algún dolor?

  —No… no.

  Jane sintió unos nervios demasiado grandes en aquel momento. No supo cómo alcanzó el valor para tan siquiera tocarlo. Pero sintió el gesto tan íntimo que incluso se sintió algo incómoda.

  —No duele.

  —Pero mis ojos sí —dijo una voz con  diversión desde la puerta.

  Jace. Había entrando tan silenciosamente que ni siquiera Simon le había oído; cerró la puerta tras él y sonrió burlón mientras Jane le bajaba la camiseta a Simon.

—¿Abusando de un vampiro mientas está demasiado débil para defenderse, Jane? —preguntó—. Estoy segurísimo de que eso viola al menos uno de los Acuerdos.

  —Simplemente le estoy mostrando dónde le apuñalaron —protestó ella, pero regresó pitando al sillón con cierta precipitación—. ¿Qué sucede abajo?

  La sonrisa abandonó el rostro de Jace.

  —Maryse ha subido al Gard con Patrick —dijo—. La Clave está reunida y Malachi pensó que sería mejor si ella… lo explicaba… personalmente.

  —¿Explicar qué? — quiso saber Simon.

  Jane y Jace intercambiaron miradas.

  —Explicarte a ti —respondió finalmente Jace—. Explicar por qué trajimos a un vampiro con nosotros a Alacante, algo que, por cierto, va explícitamente en contra de la Ley.

Ciudad de Cristal ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora