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— ¿ Cómo has hecho eso ? — preguntó Jace sorprendido — Te ves exactamente igual a mí.

Antes de decir nada, Jane dejó caer la cazadora de cuero al suelo y retrocedió unos pasos sintiéndose mareada hasta que finalmente volvió a ser ella.

— No tengo idea de cómo puedo hacerlo — respondió — Descubrí esto hace relativamente muy poco tiempo.

— Eso es espeluznante — comentó Simon — ¿ Puedes convertirte en quien quieras ?

— Mientras tenga algún objeto personal de la persona, sí.

— Eso es una locura — dijo Jace negando con la cabeza — Debe de haber una explicación lógica para todo esto.

— Opino lo mismo — dijo Jane — Pero por ahora necesito que esto sea un secreto entre nosotros. Ni siquiera Alec lo sabe.

— Puedes contar con nosotros — aseguró Simon — Pero creo que lo mejor ahora mismo es volver con los otros.

Cuando regresaron a la sala de estar, Aline ya había dispuesto comida sobre la mesita baja situada entre los sofás. Había pan y queso, trozos de pastel, manzanas e incluso una botella de vino que a Max no se le permitió tocar. Éste estaba sentado en la esquina con un plato de pastel y el libro abierto sobre el regazo.

  Jane contempló como Aline tocaba la muñeca de Jace con los dedos cuando alargó la mano para tomar un trozo de manzana, y sintió que se ponía tenso.

  Jane se sentía de repente absurdamente sola.Pensó en iniciar una conversación con Isabelle, pero ésta charlaba con Sebastian

  —Nos hemos quedado sin vino —declaró Isabelle, depositando la botella sobre la mesa con un golpe sordo—. Voy a buscar más. —Con un guiño a Sebastian, desapareció dentro de la cocina.

  —Si no te importa que lo diga, pareces un poco callado.

  Era Sebastian, inclinándose por encima del respaldo de la silla de Jane con una sonrisa.

  —¿Va todo bien?

  Jane se encogió de hombros.

  —No hay demasiadas oportunidades para que tome parte en la conversación. Parece tratar bien sobre política de los cazadores de sombras, bien sobre personas de las que jamás he oído hablar, o sobre ambas cosas.

  La sonrisa desapareció.

  —Los nefilim podemos ser un círculo algo cerrado. Es el modo de ser de aquellos que están excluidos del resto del mundo.

  —¿No crees que sois vosotros mismos los que os excluís? Despreciáis a los humanos corrientes…

  —«Despreciar» suena un poco excesivo —dijo Sebastian—. ¿Y realmente crees que el mundo de los humanos querría tener algo que ver con nosotros? Somos un recordatorio viviente de que siempre que se consuelan diciéndose que no existen los vampiros auténticos, ni hay demonios ni monstruos reales bajo la cama… se están mintiendo a sí mismos. —Volvió la cabeza para mirar a Jace, quien, como Jane advirtió, los había estado mirando—. ¿No estás de acuerdo?

  Jace sonrió.

—¿De ce crezi că vă ascultam conversatia?

  Sebastian le devolvió la mirada con una expresión de agradable interés.

  —M-ai urmărit de când ai ajuns aici —respondió—. Nu-mi dau seama dacă un mă placi ori dacă eşti atât de bănuitor cu toată humea. —Se puso en pie—. Agradezco la práctica del rumano pero, si no te importa voy a ver qué está demorando tanto a Isabelle en la cocina. —Desapareció por la puerta, mientras Jace lo seguía con la mirada con una expresión perpleja.

—¿Qué es lo que sucede? ¿Es que no habla rumano después de todo? —preguntó Jane.

  —No —dijo Jace, y una pequeña arruga apareció en su ceño—. No, claro que lo habla.

  Antes de que Jane pudiera preguntarle qué quería decir con aquello, Alec entró en la habitación. A la chica se le puso la piel de gallina y comenzó a sentirse tan nerviosa como de costumbre cada vez que el estaba cerca. Alec mostraba cara de pocos amigos, igual que cuando se había ido. Su mirada se entretuvo momentáneamente en Simon, con una expresión confundida en sus ojos azules.

Jace alzó los ojos.

  —¿De vuelta tan pronto?

  —No por mucho rato. —Alec alargó el brazo para tomar una manzana de la mesa con una mano enguantada—. Tan sólo regresé a por… él —dijo, señalando a Simon con la manzana—. Quieren verle en el Gard.

  Aline se mostró sorprendida.

  —¿De veras? —dijo, pero Jace se levantaba ya del sofá, zafando su mano de la de ella.

  —¿Para qué lo quieren ver? —preguntó, con una serenidad peligrosa—. Espero que lo hayas averiguado antes de comprometerte a llevarlo, al menos.

  —Pues claro que pregunté —le espetó Alec—. No soy idiota.

  —Ah, vamos —dijo Isabelle, que había reaparecido en la entrada con Sebastian, que sostenía una botella—. A veces eres un poco idiota, ya lo sabes. Sólo un poquito —repitió a la vez que Alec le lanzaba una mirada asesina.

  —Van a enviar a Simon de vuelta a Nueva York —dijo—. A través del Portal.

—¡Pero si acaba de llegar aquí! —protestó Isabelle con un mohín—. Eso no es divertido.

  —No tiene que ser divertido, Izzy. Que Simon viniese aquí fue un accidente, así que la Clave cree que lo mejor es que regrese a casa.

  —Fantástico —dijo Simon—. A lo mejor incluso podré regresar antes de que mi madre advierta que me he ido. ¿Qué diferencia horaria hay entre aquí y Manhattan?

  —¿Tienes madre? —Aline parecía atónita.

Jane retuvo el tremendo impulso que tenía de poner los ojos en blanco. Aline definitivamente no era el ser más brillante sobre la faz de la tierra, pero comenzaba a parecerle más idiota de lo normal.

  —En serio —dijo Simon mientras Alec y Jace intercambiaban una repentina mirada—. Es perfecto. Todo lo que quiero es marcharme de este lugar.

  —¿Iras con él? —preguntó Jane a Alec casi en súplica y voz rota—. ¿Te asegurarás de que todo está bien?

  Alec la miró, la miró de aquella manera en que siempre la miraba cuando quería calmarla, pero al mismo tiempo Jane sintió que Alec en el fondo intentaba calmarse también a sí mismo.
 
—¿Qué? —quiso saber Simon paseando la mirada de uno al otro—. ¿Qué es lo que sucede?

  Ambos dejaron de mirarse; Alec volvió la cabeza, y Jace dedicó una mirada insulsa y sonriente a Simon.

  —Nada, ¿ qué iba a pasar ? —dijo—. Todo está bien. Felicitaciones, vampiro…, te vas a casa.

Ciudad de Cristal ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora