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Habían logrado salir con vida. Maia, y toda la manada de Luke, los había ayudado a salir del embrollo, y también los había llevado hasta el Salón de los Acuerdos.

— ¡ Jace ! — exclamó Alec al reconocer al rubio entre el gentío.

Sus cabellos oscuros estaban hechos un desastre y su ropa estaba manchada de sangre, pero sus ojos brillaban con una mezcla de alivio y cólera. Agarró a Jace por la parte delantera de la cazadora.

  —¿Qué te ha sucedido?

  Jace pareció ofendido.

  —¿A mí?

  —¡Has dicho que ibas a dar un paseo! ¿Qué clase de paseo necesita seis horas?

  —¿Un paseo largo? —sugirió Jace.

—Podría matarte —dijo Alec, soltando la ropa de su amigo—. Me lo estoy pensando.

  —Eso lo echaría todo a perder, ¿no te parece? —dijo Jace, y miró a su alrededor—. ¿Dónde está todo el mundo? Isabelle, y…

  —Isabelle y Max están en casa de los Penhallow, con Sebastian —contestó Jane—. Maryse y Robert han ido a buscarlos. Y Aline está aquí, con sus padres, pero está muy callada. Ha tenido un desagradable encontronazo con un demonio rahab junto a uno de los canales. Pero Izzy la ha salvado.

  —¿Y Simon? —preguntó Clary con ansiedad—. ¿Han visto a Simon? Debería haber bajado junto con los demás desde el Gard.

  Alec negó con la cabeza.

  —No, no lo he visto… pero tampoco he visto al Inquisidor, o al Cónsul. Probablemente esté con uno de ellos. A lo mejor se han detenido en algún otro lugar, o…

  Se interrumpió mientras un murmullo recorría la habitación; Jane vio que el grupo de licántropos alzaba la vista, alerta como un grupo de perros de caza oliendo la presa. Se volvió…

  Y vio a Luke, cansado y manchado de sangre, atravesando las puertas dobles del Salón.

De repente las imágenes de Amatis embarazada mostradas por el ángel invadieron su mente, y una extraña bruma se apoderó de ella.

  Como si fuera la cosa más común, corrió hacia él. Recordó el montón de veces que Luke la había salvado, recordó cuando Luke la dejó trabajar en su librería. De momento volvía a ser una niña, una niña que jugaba con Clary mientras que Luke les preparaba la merienda, una niña a la que Luke le compraba helado para que no llorase cuando se raspaba las rodillas. Nunca se había dado cuenta de lo especial que había sido ese hombre en su vida, hasta que la alegría de verle se lo dejó claro.

Pareció sorprendido por un momento mientras ella se alzaba sobre él… Luego sonrió, extendió los brazos y la envolvió con ellos  Olía a sangre, franela y humo. Por un momento, Jane cerró los ojos, sintiendo como si acabase de darle aquel abrazo a su mismísimo padre.

  Cuando se separaron, él esbozó una leve mueca de dolor.

  —Con cuidado —dijo—. Un demonio croucher me ha alcanzado en el hombro allá abajo junto al puente Merryweather. —Puso las manos sobre los hombros de la chica, estudiándole el rostro—. Tú estás bien, ¿verdad?

  —Vaya, una escena conmovedora —dijo una voz fría—, ¿no es cierto?

  Jane se dio la vuelta, con la mano de Luke todavía sobre el hombro. Detrás de ella había un hombre alto con una capa azul que se arremolinaba alrededor de sus pies mientras avanzaba hacia ellos. El rostro bajo la capucha de la capa era el rostro de una estatua tallada: pómulos prominentes con facciones aguileñas y ojos de párpados caídos.

  —Lucian —dijo el hombre —. Debería haber imaginado que eras tú quien estaba tras esta… esta invasión.

  —¿Invasión? —repitió Luke, y, de improviso, allí estaba su manada de licántropos, de pie detrás de él. Habían aparecido con la misma rapidez y quietud que si se hubiesen materializado de la nada y junto a ellos llegó Clary.

  —No somos nosotros los que hemos invadido vuestra ciudad, Cónsul, sino Valentine. Nosotros sólo tratábamos de ayudar.

  —La Clave no necesita ayuda —soltó el Cónsul—. No de los que son como vosotros. Estáis violando la Ley sólo con el hecho de haber entrado en la Ciudad de Cristal, haya o no salvaguardas. Deberías saberlo.

—Está muy claro que la Clave necesita ayuda. De no haber llegado cuando lo hicimos, muchos más de vosotros estaríais muertos ahora.

  Luke echó una ojeada por la habitación; varios grupos de cazadores de sombras se habían acercado a ellos, atraídos por lo que sucedía. Algunos de ellos le devolvieron la mirada a Luke; otros bajaron los ojos, como avergonzados. Pero ninguno de ellos, pensó Jane con sorpresa, parecía enojado.

—Lo he hecho para demostrar una cosa, Malachi.

  La voz de Malachi sonó fría:

  —¿Cuál es esa cosa?

  —Que nos necesitáis —dijo Luke—. Para derrotar a Valentine necesitáis nuestra ayuda. No sólo la de los licántropos, sino la de todos los subterráneos.

  —¿Qué pueden hacer los subterráneos contra Valentine? —inquirió Malachi con desdén—. Lucian, te creía más listo. Fuiste uno de los nuestros. Siempre nos hemos enfrentado solos a todos los peligros y hemos protegido al mundo del mal. Volveremos a enfrentarnos a Valentine ahora con nuestros propios poderes. Los subterráneos harían bien en mantenerse alejados de nosotros. Somos nefilim; libramos nuestras propias batallas.

  —Eso no es del todo cierto, ¿verdad? —dijo una voz aterciopelada.

  Era Magnus Bane.

—Vosotros, chicos, habéis usado la ayuda de brujos en más de una ocasión en el pasado, y habéis pagado espléndidamente por ello, además.

  Malachi puso mala cara.

  —No recuerdo que la Clave te haya invitado a la Ciudad de Cristal, Magnus Bane.

  —No lo ha hecho —respondió él—. Vuestras salvaguardas han caído.

  —¿De veras? —La voz del Cónsul denotaba sarcasmo—. No me había dado cuenta.

Magnus pareció preocupado.

  —Pero eso es terrible… Alguien debería habértelo contado. —Echó un vistazo a Luke—. Dile que las salvaguardas han caído.

  Luke parecía exasperado.

  —Malachi, por el amor de Dios, los subterráneos son fuertes; somos muchos. Te lo he dicho, podemos ayudaros.

  El Cónsul elevó la voz.

  —Yo también te lo he dicho, ¡ni necesitamos ni queremos vuestra ayuda!

Una pequeña multitud se había reunido para observar la discusión de Luke con el Cónsul; Jane sentía la necesidad de asesinar al segundo. Casi sentía miedo de que los nefilim no aceptasen la ayuda. Si no lo hacían, iban a morir todos.

Ciudad de Cristal ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora