La plaza del Ángel resultaba casi irreconocible. El Salón refulgía blanco en el otro extremo de la plaza, oculto en parte por un elaborado bosque de árboles enormes que había brotado en el centro de ésta. Eran a todas luces producto de la magia. Los árboles se alzaban casi hasta la altura de las torres de los demonios, y sus troncos plateados estaban envueltos con cintas y con luces de colores enganchadas en los susurrantes nidos verdes de sus ramas. La plaza olía a flores blancas, humo y hojas. Alrededor de sus extremos se habían dispuesto mesas y bancos largos, y grupos de cazadores de sombras y subterráneos se amontonaban a su alrededor, riendo, bebiendo y conversando. Con todo, no obstante las risas, había algo lóbrego mezclado en la atmósfera festiva: un pesar presente junto al júbilo.
Simon contempló cómo un kelpie pasaba dando saltitos con una copa de un líquido azul, y enarcó una ceja.
—No es como en la fiesta de Magnus —le tranquilizó Isabelle—. Todo aquí debería poderse beber sin peligro.
—¿Debería? —Jane mostró una expresión preocupada.
Magnus fue hacia ellos. Iba vestido como un caballero victoriano, con una larga levita negra sobre un chaleco de seda violeta. Un pañuelo en el bolsillo cuadrado bordado con las iniciales M.B. sobresalía del bolsillo del chaleco.
—Bonito chaleco —dijo Alec.
—¿Te gustaría uno exactamente igual? —preguntó Magnus—. En el color que prefieras, desde luego.
—En realidad no me preocupa demasiado la ropa —protestó Alec.
—Y yo adoro eso de ti —anunció Jane con una sonrisa.
Alec empezó a farfullar mientras Isabelle reía. A Jane le resultaba adorable la forma en que se veía el chico cuando se enojaba.
— Necesito que me acompañes a un lugar — le dijo Alec en voz baja.
— ¿ A dónde ?
—Los escalones del Salón de los Acuerdos.
Antes de poder preguntarle para qué, él ya la había agarrado de la mano en la llevaba en dirección al lugar. Atajaron por el linde del bosque ilusorio para cruzar la plaza, zigzagueando por entre las sombras. Los árboles llegaban hasta el pie de la escalinata del Salón. Motivo por el que probablemente los escalones estaban casi desiertos. El corazón de Jane empezó a latirle con fuerza.
Tuvo que recoger y alzar la falda en las manos para subir la escalera, no fuese a pisar y desgarrar el delicado material. Casi deseó haber llevado sus ropas normales mientras se acercaban a la cima.
Súbitamente se sintió excesivamente arreglada. Alec se veía tan sencillo y a la vez hermoso. El chico subió de primero y ella se detuvo a escasa distancia de él, indecisa de pronto sobre qué decir.
—¿Jane? ¿ No vienes ?
— Lo siento, — se apresuró a decir — de repente me he sentido irracionalmente nerviosa.
Él sonrió.
—No pareces tú.
—Es el vestido. —Alisó la tela con las manos tímidamente—. No acostumbro a llevar cosas tan… bonitas.
—Tú siempre estás hermosa —dijo él.
Él no lo había dicho como si fuese un cumplido, sino simplemente como un hecho aceptado.
—Pero pareces… distante. Como si no pudiese tocarte.
Fue hacia él entonces y se paró a su lado sobre el amplio escalón superior. Le tendió la mano, temblorosa.
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Ciudad de Cristal ( III )
FanfictionTras el reciente descubrimiento de sus habilidades, Jane se mantiene a raya, intentando ocultarlo por el mayor tiempo posible. Intentando salvar a la madre de Clary, los chicos emprenden un viaje a la Ciudad de Cristal. Allí Simon ha sido encarcelad...