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El Salón estaba lleno de cazadores de sombras, más de los que Jane había visto nunca juntos, incluso la noche del ataque de Valentine. Sus voces formaban un rugido que recordaba un violento alud; la mayoría de ellos se habían reunido en grupos que discutían a gritos.

  Jane miró a su alrededor buscando a Luke. Tardó un momento en localizarlo, apoyado contra un pilar con los ojos entrecerrados. Tenía un aspecto espantoso… hecho polvo, con los hombros hundidos. Amatis estaba de pie detrás de él, dándole palmadas en el hombro con aire de preocupación.

    —Desénme suerte —dijo Clary, y entonces los pies empezaron a conducirla hacia los peldaños del estrado,  y a continuación se encontró sobre éste y encarando a todos.

  Alguien se dirigía hacia Clary por entre el gentío: un hombre alto con huesos tan prominentes como la proa de un velero. El Cónsul Malachi. Le hacía gestos para que bajara del estrado, sacudiendo la cabeza a la vez que gritaba algo que ella no oía. Otros cazadores de sombras empezaron a volverse hacia ella mientras tanto.

   —Tenéis razón —dijo, proyectando la voz tan lejos y con tanta potencia como pudo—. Soy la hija de Valentine. Ni siquiera sabía que era mi padre hasta hace unas pocas semanas. Sé que muchos de vosotros no vais a creerme, pero no pasa nada. Creed lo que queráis. Siempre y cuando creáis también que sé cosas sobre Valentine que vosotros desconocéis, cosas que podrían ayudarnos a ganar esta batalla contra él… si me dejáis que os cuente cuáles son.

  —Ridículo —Malachi estaba parado al pie de los escalones que conducían al estrado—. Esto es ridículo. Tan sólo eres una niñita…

—Es la hija de Jocelyn Fairchild.

  Era Patrick Penhallow. Se había abierto paso entre la multitud y alzó una mano.

  —Deja que la chica diga lo que tenga que decir, Malachi.

  La gente no dejaba de cuchichear.

  —Tú —le dijo Clary al Cónsul—. Tú y el Inquisidor encerrasteis a mi amigo Simon.

  —¿Tu amigo el vampiro? —inquirió Malachi con una mueca despectiva.

—Me contó que le preguntasteis qué le pasó al barco de Valentine aquella noche en el East River. Creéis que Valentine debió de hacer algo, alguna especie de magia negra. Bien, no lo hizo. Si queréis saber qué destruyó ese barco, la respuesta soy yo. Yo lo hice.

  Las carcajadas incrédulas de Malachi encontraron eco entre la multitud. Luke la miraba, sacudiendo la cabeza, pero Clary prosiguió:

  —Lo hice gracias a una runa —dijo—. Era una runa tan potente que hizo que el barco se hiciera pedazos. Puedo crear runas nuevas. No tan sólo las que hay en el Libro Gris. Runas que nadie ha visto más… Runas poderosas…

  —Es suficiente —rugió Malachi—. Esto es ridículo. Nadie puede crear runas nuevas. Es totalmente imposible. —Se volvió hacia el gentío—. Ésta niña no es más que una mentirosa, como su padre.

  —No está mintiendo.

  La voz surgió de la parte de atrás de la multitud. Era clara, fuerte y resuelta. Era Alec. Estaba de pie con Isabelle a un lado y Magnus al otro. Simon y Jane estaban con ellos, y también Maryse Lightwood. Formaban un grupo pequeño y de aspecto decidido junto a las puertas de la calle.

  —Yo la he visto crear una runa. Incluso la usó en mí. Funcionó.

  —Mientes —dijo el Cónsul, pero la duda se había deslizado ya hasta sus ojos—. Para proteger a tu amiga…

  —Dice la verdad, Malachi —intervino Maryse en tono resuelto—. ¿Por qué tendría mi hijo que mentir sobre algo tan importante, cuando la verdad se puede descubrir tan fácilmente? Proporciónale una estela a la chica y deja que cree una runa.

Ciudad de Cristal ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora