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Jane, de pie, miraba por la ventana de Isabelle, observaba cómo el humo manchaba el cielo sobre Alacante como una mano tiznada sobre una ventana. Sabía que aquel día quemaban a Valentine, en la necrópolis situada justo al otro lado de las puertas.

  —Sabes lo de la celebración de esta noche, ¿verdad? —Jane se volvió y vio a Isabelle, detrás de ella, sosteniendo en alto dos vestidos contra el cuerpo, uno azul y otro gris acero—. ¿Qué crees que debería ponerme?

  —El azul.

  Isabelle depositó los vestidos sobre la cama y miró a Clary.

  —¿Qué vas a ponerte tú? Vas a ir, ¿verdad?

  —No lo sé —respondió—. Probablemente vaqueros y mi abrigo verde.

  —Aburrido —dijo Isabelle, y echó un vistazo a Aline, que estaba sentada en una silla junto a la cama, leyendo—. ¿No crees que es aburrido?

  —Creo que deberías dejar que Clary se ponga lo que quiera —Aline no despegó los ojos del libro—. Además, no es como si fuese a ponerse elegante para nadie.

—Va a ponerse elegante para Jace —repuso Jane, como si fuese algo obvio—. Ya lo creo.

  Aline alzó la vista, pestañeando con desconcierto; luego sonrió.

  —Ah, es cierto. No hago más que olvidarlo. ¿Debe de resultar curioso, verdad, saber que no es tu hermano?

  —No —dijo Clary con firmeza—. Pensar que era mi hermano era lo extraño. Esto resulta… lo correcto. —Volvió a mirar hacia la ventana—. Aunque no es que le haya visto desde que lo descubrí. No desde que hemos regresado a Alacante.

  —Es extraño —repuso Aline.

  —No lo es —replicó Isabelle, lanzando a Aline una mirada elocuente, que ésta no pareció advertir—. Ha estado en el hospital. No ha salido hasta hoy.

  —¿Y no ha venido a verte en seguida? —preguntó Aline a Clary.

  —No podía —respondió ella—. Tenía que asistir al funeral de Valentine. No podía faltar.

—Quizás —dijo Aline alegremente—. O quizás ya no está tan interesado en ti. Quiero decir, ahora que no es algo prohibido. Algunas personas sólo quieren lo que no pueden tener.

  —Jace no —se apresuró a intervenir Jane—. Jace no es así.

  Aline se levantó, dejando caer el libro sobre la cama.

  —Debería ir a arreglarme. ¿Nos vemos esta noche, chicas?

  Y con eso, abandonó la habitación tan campante, tarareando para sí.

Jane, contemplándola marchar, meneó la cabeza.

  —¿Crees que no le caes bien? —dijo—. Quiero decir, ¿está celosa? Como estaba interesada por Jace…

  —¡Ja! —Clary se sintió brevemente divertida—. No, no es por Jace. Creo que es simplemente una de esas personas que dice lo que piensa. Y quién saber, a lo mejor tiene razón.

    —¿Tú crees que tiene razón?

  —No lo sé. Tendré que preguntarle a Jace. Imagino que le veré esta noche en la fiesta, o celebración de la victoria o como sea que se le llame. —Alzó los ojos hacia Isabelle—. ¿Sabes cómo será?

  —Habrá un desfile —respondió ésta—, y fuegos artificiales, probablemente. Música, baile, juegos, esa clase de cosas. Como una gran feria callejera en Nueva York. —Echó un vistazo por la ventana, con expresión nostálgica—. A Max le habría encantado.

Ciudad de Cristal ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora