Alec, sujetando aún el brazo de Hodge, lo impulsó hacia adelante. Pero Jace se colocó ante ellos, impidiéndoles el paso.
—Si Valentine consigue el Cristal Mortal —dijo—, ¿qué sucederá entonces?
—Jace —dijo Alec, asiendo todavía el brazo de Hodge—, ahora no…
—Si se lo cuenta a la Clave, ellos jamás nos lo contarán a nosotros —replicó Jace—. Para ellos somos simplemente niños. Pero Hodge nos lo debe. —Se volvió hacia su antiguo tutor—. Dijiste que te diste cuenta de que tenías que detener a Valentine ¿Detenerle para que no hiciese qué? ¿Qué poder le conferiría el Espejo?
Hodge negó con la cabeza.
—No puedo…
—Y sin mentiras. —El cuchillo centelleó en el costado de Jace; la mano asía fuertemente el mango—. Porque quizás, por cada mentira, te cortaré un dedo. O dos.
Hodge se encogió hacia atrás, con auténtico miedo en los ojos. Alec parecía anonadado.
—Jace. No. Así es como lo hace tu padre. Ése no eres tú.
—Alec —dijo Jace sin mirar a su amigo, aunque su tono fue como el contacto de una mano pesarosa—. Tú no sabes cómo soy en realidad.
Los ojos de Alec se encontraron con los de Jane por encima de la hierba. «No puede ni imaginar por qué Jace actúa de este modo —pensó ella—. No lo sabe». Dio un paso al frente.
—Jace, Alec tiene razón… Podemos llevar a Hodge abajo, al Salón, y puede contar a la Clave lo que nos acaba de explicar…
—De haber estado dispuesto a decírselo a la Clave, lo habría hecho ya —contestó él con brusquedad, sin mirarla—. Que no lo haya hecho todavía demuestra que es un mentiroso.
—¡No se puede confiar en la Clave! —protestó Hodge con desesperación—. Hay espías en ella… hombres de Valentine… no podía contarles donde está el Espejo. Si Valentine encontrara el Espejo, sería…
No pudo acabar la frase. Algo brillante de un color plateado surgió centelleante de la noche, la cabeza de un clavo de luz en la oscuridad. Alec lanzó un grito. Los ojos de Hodge se desorbitaron a la vez que daba un traspié, llevándose las manos al pecho. Mientras caía de espaldas, Jane comprendió el motivo: la empuñadura de una daga larga sobresalía de su caja torácica, como el asta de una flecha muy tiesa clavada en el blanco.
Alec, saltando al frente, atrapó a su viejo tutor mientras éste caía, y lo depositó con suavidad sobre el suelo. Alzó los ojos con impotencia; la sangre de Hodge había salpicado su rostro.
—Jace, ¿por qué…?
—Yo no lo he hecho… —El rostro de Jace estaba blanco, y Jane vio que todavía sujetaba el cuchillo, aferrado con fuerza al costado—. No…
Simon y Clary se volvieron en redondo, clavando la mirada en la oscuridad. El fuego iluminaba la hierba con un infernal resplandor naranja, pero todo permanecía negro entre los árboles de la ladera; y entonces algo emergió de la oscuridad, una figura vaga, con un familiar cabello negro alborotado. Avanzó hacia ellos; la luz le daba en el rostro y se reflejaba en sus oscuros ojos, que parecían arder.
—¿Sebastian? —dijo Clary.
Jace paseó la mirada frenéticamente de Hodge a Sebastian y permaneció de pie con aire vacilante en el borde del jardín; parecía casi aturdido.
—Tú —dijo—. ¿Has sido…?
—Tenía que hacerlo —respondió Sebastian—. Os habría matado.
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Ciudad de Cristal ( III )
FanfictionTras el reciente descubrimiento de sus habilidades, Jane se mantiene a raya, intentando ocultarlo por el mayor tiempo posible. Intentando salvar a la madre de Clary, los chicos emprenden un viaje a la Ciudad de Cristal. Allí Simon ha sido encarcelad...