La luz de la luna restalló en la hoja de su cuchillo mientras se abalanzaba sobre Sebastian con un movimiento tan veloz que pareció una mancha borrosa, más veloz que cualquier movimiento humano que Jane hubiese visto jamás.
Sebastian se arrojó a un lado, esquivando el golpe, y atrapó el brazo de Jace que empuñaba el cuchillo mientras éste descendía. El cuchillo tintineó contra el suelo. A continuación, Sebastian sujetó a Jace por la parte posterior de la cazadora, lo alzó y lo arrojó lejos con increíble potencia; Jace voló por los aires, golpeó la pared del Gard con una terrible violencia, y cayó al suelo hecho un ovillo.
-¡Jace!
Jane lo vio todo blanco. Corrió hacia Sebastian para estrangularle. Pero él la esquivó y bajó la mano con indiferencia como si apartara un insecto de un manotazo. El golpe la alcanzó con fuerza en un lado de la cabeza y la envió dando tumbos al suelo. La muchacha rodó sobre sí misma, pestañeando para eliminar una roja neblina de dolor en los ojos.
Alec sostenía el arco que llevaba a la espalda; estaba tensado, con una flecha colocada y totalmente lista. Sus manos no temblaron cuando apuntó a Sebastian.
-Quédate donde estás -le ordenó-. Y pon las manos a la espalda.
Sebastian rio.
-No me dispararías -dijo.
Avanzó hacia Alec con paso tranquilo y despreocupado, como si ascendiera los escalones de la puerta principal de su casa.
Alec entrecerró los ojos, y alzó las manos en una serie de movimientos elegantes y uniformes; tiró hacia atrás de la flecha y la disparó. Ésta voló hacia Sebastian...
Y falló. Sebastian se había agachado o movido de algún modo, Jane no podía decirlo, y la flecha había pasado por su lado y temblaba en el troco de un árbol. Alec sólo tuvo tiempo para una momentánea expresión de sorpresa antes de que Sebastian cayera sobre él, le arrebatara el arco y lo partiera con las manos; lo rompió por la mitad, y el chasquido de la madera al astillarse hizo estremecerse a Jane . Ésta intentó arrastrarse a una posición sentada, haciendo caso omiso del punzante dolor de su cabeza. Jace yacía unos metros más allá, totalmente inmóvil. Clary intentó ir hacia él, pero las piernas no parecían funcionarle como era debido.
Sebastian arrojó a un lado las dos mitades destrozadas del arco y empezó a acercarse a Alec. Alec había sacado ya un cuchillo serafín, que relucía en su mano, pero Sebastian lo apartó a un lado cuando Alec se le lanzó encima; lo apartó a un lado y agarró al muchacho por la garganta, levantándolo casi del suelo. Apretó despiadadamente, con ferocidad, sonriendo burlón mientras Alec se ahogaba y forcejeaba.
-Lightwood -musitó-, ya me he ocupado de uno de vosotros hoy. No esperaba tener la misma suerte por segunda vez.
Retrocedió con una sacudida, como una marioneta a cuyos hilos han dado un tirón. Liberado, Alec se desplomó sobre el suelo, con las manos en la garganta. Jane pudo oír su respiración entrecortada y desesperada. Tenía aquel fuerte instinto de matarlo, pero sabía que jamás podría hacerlo . Una sombra oscura se había adherido a la espalda de Sebastian y se aferraba a él como una sanguijuela. Sebastian asestaba zarpazos a su garganta, dando boqueadas y ahogándose mientras giraba en redondo, tratando de arañar a la cosa aferrada a su cuello. Al girar, la luz de la luna cayó sobre él, y Jane lo vio.
Era Simon. Rodeaba con los brazos el cuello de Sebastian; sus blancos incisivos brillaban como agujas de hueso. La boca del vampiro emitió un gruñido, con los colmillos totalmente extendidos y afilados como dagas. Los hundió en el antebrazo de Sebastian, abriendo un largo y rojo desgarrón en la carne.
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Ciudad de Cristal ( III )
FanfictionTras el reciente descubrimiento de sus habilidades, Jane se mantiene a raya, intentando ocultarlo por el mayor tiempo posible. Intentando salvar a la madre de Clary, los chicos emprenden un viaje a la Ciudad de Cristal. Allí Simon ha sido encarcelad...