¿Quién enamora primero?

Capítulo 20.

Milo.

Una semana después.

¡Por fin!

Después de un agotador viaje, llegamos a casa.

—¡Pero mira qué flaco estás! —Se queja mi nana mientras me apretuja.

—No seas exagerada Flora, si se la pasó comiendo comida chatarra.

—Ahora tú exageras, mamá.

Luego de una deliciosa cena preparada por nana me encierro en mi cuarto a deshacer mi maleta, cosa que termina a media de lo cansado que estoy.

Quedo rendido cuando Saltarín se acuesta a mi lado y lo abrazo como si fuera un peluche.

No puedo creer que admitiré esto, pero realmente lo extrañe.

Me levanto encandilado por la luz de la mañana, al ver que está muy claro me paro inmediatamente y empiezo a arreglarme lo más rápido que puedo.

Mierda, me he olvidado de poner la alarma y ya voy tarde.

—¡Milo! —Flora me grita desde la puerta —¡que el desayuno está servido como desde hace una hora!

—No alcanzo a comer, nanita.

Corro al baño a lavarme los dientes y me pongo lo primero que agarro de mi armario.

Mi prisa no es por mi retraso para ir a clases si no porque quiero verla... anoche me contuve por lo tarde que era y por lo cansado que estaba.

—¿Pero cómo te vas a ir sin desayunar?

Protesta Flora.

—Lo compensare en el descanso.

Tomo mi mochila y me despido de ella con un abrazo.

Ella, mamá y Ada son las únicas que sacan esas cursilerías en mi.

Arranco en mi moto y hasta me paso un par de semáforos en rojo por lo apurado que voy.

Ya hay pocos alumnos afuera del edificio así que asumo que ya debió tocar la campana.

Salgo corriendo hasta el curso y paso la vergüenza del mes al tener que pedirle al profesor que me deje ingresar.

—Claro, bienvenido joven Baker —me deja pasar.

Siento unos ojos verdes clavados en mí con incredulidad.

Sostengo su mirada sintiendo un extraño galope en mi pecho que me hace esbozar una sonrisa idiota.

Vislumbro que el puesto a su lado estaba vacío y no dudo en ir a sentarme allí.

Ella me tomó de la mano entrelazando nuestros dedos como si nunca quisiera despegarlos.