Extra: Bienvenido Melocotón.

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Milo

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Milo.

En lugar de ir al clásico y tan esperado por nuestra generación baile de graduación decidimos ir con nuestros padres a un restaurante a celebrar la nueva etapa culminada.

Dejamos a Saltarín en su jaula con unos premios por haberse portado bien cortesía de su madre mientras nos acomodamos en el comedor central.

Flora insiste en tomar más fotos así que volvemos a posar para la cámara en los ventanales del lugar aprovechando todavía la luz del atardecer.

Ada se me sujeta del brazo cuando sus pies se tambalean al levantarse.

—Creo que me levanté muy rápido.

Se apresura en decirme, apretando sus ojos.

Luego de unos cuantos disparos de flashes que me encandilaron por fin ordenamos y mientras esperamos los adultos hablan de cosas aburridas y solo presto atención cuando hablan de fútbol mientras las chicas se quejan e intentan cambiar de tema.

Todo era risa e incluso por parte de mi padre que no es muy risueño hasta que de repente mi madre se queda con la cabeza gacha en dirección a su entrepierna.

Peter es quien alerta a papá quien ladea su cabeza y palidece al percatarse de la situación, creo que le va a dar un soponcio.

—¡Ya viene el bebé! —chilla mi nana llamando la atención de los otros clientes.

Ella y Ada se levantan para atenderla pero mi padre ya la lleva prácticamente tirándola del brazo dejando un camino de un líquido transparente a su paso.

—¡Milo! —me llama mamá y los alcanzo antes de llegar al carro seguido de Ada y Peter —Tienes que ir por la pañalera y mis cosas, están en nuestro cuarto al lado del armario —me indica —¡Ada! ¡Asegúrate que esté todo lo necesario, porfavor!

—ok —le responde inhalando y exhalando como si la que estuviera en trabajo de parto fuera ella.

Y sin más, mis papás junto a nana se montan a la camioneta y arrancan de una sola acelerada.

—¡Ya cancelé la orden, vamos!

Peter me saca del trance en el que estoy y también nos vamos al carro de Ada y me nerva que no vaya tan rápido como quisiese.

Llegamos a casa y corremos hasta la habitación de mis padres donde en efecto ya habían dos bolsas negras a los lados del closet, Ada hace su parte y se cerciora de que no falte nada antes de volver a montarnos al auto e irnos a la clínica.

Llegamos y solo nos encontramos con Flora en los pasillos caminando de un lado para otro.

—Ya le están atendie..

Trata de decirnos pero los gritos y maldiciones que lanza mamá la interrumpen.

—¡En tu vida la vuelves a poner, Edgar Baker! —se escucha desde adentro de la habitación y creo que la están exorcizando o algo así porque no deja de blasfemar.

Hacemos entrega de las bolsas y Flora entra a dejárselas.

—Oye, si esto implica que me amenaces con no ponerla entonces definitivamente nos quedaremos con la planta.

Le digo algo paranoico a mi novia que no deja de frotar mi espalda y se me ríe.

No se cuantas horas pasan pero sacan del cuarto a mamá que tiene prendido de su mano a papá y se adentran por una puerta doble escoltados por unos enfermeros.

En un par de horas que parecieron siglos papá sale con ropa quirúrgica y un bebé en brazos.

Ada me da un pequeño empujón para que avance hacia él viendo que me he quedado inmóvil.

—Es un niño —informa con la sonrisa más orgulloso que le he visto.

Me acerco y definitivamente no es del tamaño de un melocotón.

Tiene mi mismo color de cabello, todo en él es diminuto y se ve tan frágil que no me atrevo a tocarlo.

—Es precioso.

Los ojos de mi nana se inundan cuando lo detallamos.

—Pero qué dices nana, si parece una ciruela rosada y arrugada.

—Bueno, tú eras igual cuando naciste, te enteras.

Me riñe divertido mi padre volteándome lo ojos.

—Muchas felicidades.

Peter le estira la mano a don Edgar que sigue con el mismo orgullo y el se la apretá igual de emocionado.

—¿Cómo está mamá?

Consulto pasando un cúmulo de saliva con el miedo de que se haya desagrado o que haya colapsado con una preeclampsia.

—Bien, tuvo problemas con su tensión pero ahora está estable y descansando.

Me informa aliviándome, Ada no deja de sacarle foto con su teléfono y me parece increíble que este pequeño ser haya salido por la entrepierna de Mamá.

Pasa otro rato y por fin me dejan ver a doña Martina quien amamanta al bebé con papá y Flora a los lados.

Se ve cansada pero feliz, la sonrisa que me esboza no la cambiaría por nada.

Me le acerco para darle un beso en la coronilla y me apoya mi cabeza en la suya con melancolía.

—Mis dos bebés —dice dándonos un beso a cada uno —Mi Milo y mi David.

—Bienvenido, David.

Mumuro rozando sus diminutas manos y este solo bosteza y se estira causándome gracia con las muecas que hace.

Me hubiera gustado que llegara antes y ahorrarnos tanto dramas pero estoy feliz de que mamá tenga otro compañero de vida.

Papá se nos une rodeándonos con sus brazos y este cuadro ni en mis mejores sueños de adolescente lo hubiera contemplado. 

¿Quién enamora primero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora