Extra: Tres son multitud.

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Un mes después

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Un mes después.

Oxfordshire, Inglaterra.

Ada.

Me cruzo de brazos con los labios fruncidos viendo a la mujer pelinegra que está a los lados de mi papá con su mano apoyada en su rodilla.

Acabamos de cenar manteniéndonos sentados en nuestro departamento aquí en Inglaterra, que es más grande que el que teníamos en los Estados Unidos.

El comedor es redondo, de vidrio y con sillas grises aterciopeladas.

—La cena estuvo deliciosa ¿No? —carraspea don Peter.

—Si, todo estuvo increíble —secunda mi novio —¿o no, ratita?.

Milo me palmea mi pierna para que diga algo.

—Aja, todo estuvo muy rico —admito con ironía.

Miro fijamente a Sarah, la bendita amiga que papá conoció en su nuevo empleo y que para él colmo resultó ser amiga de Martina quien al parecer hizo de cupido con su hijo porque llevan saliendo todo este tiempo y apenas lo se.

—¿Deseas una rebanada de cheesecake? —me consulta —es con extra de galletas, como te gusta.

Le enarco una ceja por el dato mientras el postre se mantiene fresco en el centro de la mesa.

—Gracias, pero eso me engorda —le respondo haciendo el ademán de pararme, pero es Milo quien me devuelve al asiento.

—¡Ada! —me riñe, lo miro mal y prefiere voltear la cara mirando al techo haciendo como que no dijo nada porque sabe como lo puedo castigar.

No estoy nada contenta con esta emboscada.

Me recogió más temprano de lo normal en la universidad aprovechándose que mi carro está en mantenimiento y coincidentemente ellos ya estaban aquí cocinando una carne al vapor en una rica salsa de champiñones.

—Oh, linda —bufa la pelinegra —nosotras las mujeres somos la creación más perfecta y hermosa del universo como para estar preocupándonos porque una deliciosa rebanada de pastel nos engorde.

—Concuerdo —mi papá la mira con la sonrisa más enamorada que le he visto en años.

Es preciosa, su piel es blanca con tintes rojizos, su cabellera negra ondulada le cae por los hombros y luce unos ojos grises que resaltan con la fría iluminación londinense.

—Vale, tal vez un poco no me hará daño.

Ella sonriente me sirve un pedazo en un platillo.

—Gracias —me da mi porción y le sirve a los demás.

Aprovecha el momento para hacerme preguntas de la universidad como si realmente le preocupara, trato de responder lo más natural posible.

—Peter se quedó corto al alardear de lo inteligente que eres —sigue sonriendo y papá se sonroja.

¿Quién enamora primero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora