Capítulo 22.

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Ada

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Ada.

Llorar hasta que te quedas dormida es una de las peores sensaciones del mundo.

Mis ojos arden todavía y el cansancio en ellos es evidente así que me apoyo sobre mis antebrazos en el pupitre cerrándolos con fuerza queriendo retroceder el tiempo y cambiar las cosas.

Ojalá pudiera, juro que lo haría.

Em está en el asiento de al lado idiotizada con su teléfono.

De repente, ella me sacude y al levantar la vista entiendo el porqué.

Milo está en la puerta, hablando con un compañero que también está en el equipo de rugby, sonriendo y mofándose como si no hubiera pasado nada.

—Tienes que decirle la verdad... —masculla mi amiga rozando mi brazo.

—Ya se la dije.

Niega con la cabeza.

Me levanto queriendo ir hacia él y pedirle que me escuche, pero me detengo en seco cuando va entrando Rayan quién le palmea la espalda y Milo le rueda los ojos con indiferencia para luego sentarse eligiendo el lugar más apartado de mi.

Me devuelvo a mi lugar votando todo el aire de mis pulmones.

Las clases inician y mi mirada se ancla en él, en ese chico que me ha hecho muy feliz todo este tiempo.

Con el que me encantaría seguir viviendo y experimentando cosas a pesar de lo que me hizo su amigo, pero ahora mismo lo veo como una realidad alterna.

El sonido de la campana del descanso me hace despabilar y lo sigo hasta la salida.

Lo retengo del brazo para devolverlo al salón y se sacude con fuerza liberándose de mi agarre.

—¿Podemos hablar?.

—¿Tienes algo más que confesarme, Adelaida? —su tono es frío y cortante —¿alguien más con quien te hayas acostado?

Su pregunta cala en lo más profundo.

—No, Milo.... Yo no....

Las palabras que debería decir se atoran en mi boca mientras me acerco y me aferro a su torso con los ojos escocidos.

—Ya, no dramatices por favor —Dice apartándome —ya está, te cogiste a Rayan pero ¿sabes que? No me importa porque yo también te engañé.

—¿Qué? —la exclamación me sale como un gemido de dolor.

—Si, lo hice desde que me subí al avión donde conocí a una chica —confiesa ocasionando que mi corazón se estruje —Lo siento, pero yo tampoco me he podido resistir.

Mi labio inferior y mi barbilla tiemblan y mis ojos derraman unas lágrimas flojas que se asomaron.

No puede ser cierto.

¿Quién enamora primero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora