Capítulo 32.

49.3K 2.5K 243
                                    

Ada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ada.

1 mes después.

—Esto es genial Ada, 55 kilos, ya estás dentro de tu peso saludable —informa el nutricionista haciéndome saltar de la báscula emocionada.

Jamás pensé emocionarme tanto por haber engordado pero Joder, resulta ser que subir de peso es más difícil que perderlo y siempre pensé que era lo contrario...

—Era todo lo que necesitaba oír —dice Bailey igual de emocionado —siéntate, hermosa.

Me pide y lo hago un poco confundida...

—Verás, he hablado con la psicóloga y me ha dicho que tus últimos psicoanálisis han sido muy positivos y con estas buenas nuevas pues... ya no veo motivo para retenerte aquí más que el que voy a extrañar mucho nuestras pijamadas.

—¿Qué? —no puedo de la emoción que me hace empañar los ojos —no juegues conmigo, Bay.

—oh, preciosa, ven aquí —me abraza —no estoy jugando, te vas a poder ir a casa.

Dice por encima de mi hombro.

—¿De verdad? —sigo incrédula y me aparto.

Asiente sonriente y ahora soy yo la que lo abraza.

—Pero eso sí, igual vas a tener que asistir a rigurosas sesiones con la psicóloga y a controles con el nutricionista.

—Claro, si, lo que sea... —lo suelto emocionada.

—Bueno, ve a arreglar tus maletas.

—¿Qué? ¿Ahora? —exclamo sorprendida —¿Me voy ahora?

—Bueno, si quieres te puedes quedar otro mes más, yo no me quejaría, pero creo que Peter si así que corre.

Le doy un último abrazo y hasta el doctor se gana uno, esto no hubiera sido posible sin su apoyo profesional.

Corro emocionada al dormitorio, agarro mis maletas y empiezo a guardar mis cosas lo más rápido que puedo.

Ojalá Charlie estuviera para celebrar pero ya salió hace un par de semanas, lo que me alegró mucho y ansiaba conseguirlo también.

Me da nostalgia ver mi sección de la litera vacía, pero estoy muy feliz por salir de aquí.

—¿Te vas? —pregunta Esther al ingresar al dormitorio y verme cerrar mi equipaje.

—Si, me dieron el alta.

—¿Y porque a mi no me la pueden dar, maldición? —reclama en un balbuceo.

—Porque no te has dejado ayudar.

Lamento y me blanquea los ojos.

—Es enserio, si quieres salir déjate ayudar.

Le termino de decir bajando mis maletas de la cama y ella solo se recuesta dándome la espalda.

¿Quién enamora primero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora