Extra: ¡Feliz Cumpleaños, Milo! (1)

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Una semana después

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Una semana después.

Oxfordshire, Inglaterra.

Ada.

Reviso mis presentaciones gráficas para mi próxima clase mientras como el almuerzo balanceado que me mando papá en la, cafeteria del campus que es muy contemporánea con sus cuadros renacentistas y luces marillas. Entiendo que a don Peter le preocupe mi alimentación pero esto ya es exagerado, sin embargo, se agradece.

—¿Quieres papitas? —me pregunta Martín que se sienta con su combo de hamburguesa. 

—Por favor —me las arrastra y debo decir que comer frutas con papás fritas es una buena combinación. 

Hasta ahora ha sido una gran compañía tanto en clases como en el equipo de matemáticas. Al principio me acerqué a él porque solía quedarse en el curso en los descansos. 

Es regordete, con su cabello rubio y gafas de marcos negros que reflejan unos ojos mieles. 

—Ay, pero a quien tenemos aquí…. —ruedo los ojos por la voz que escucho a mi espalda —sin son el número 10 del salón. 

Suelta una risita Chiara Cooper, la presidenta del comité de la facultad de contabilidad y para mi desgracia mi compañera. Es rubia de ojos verdes, pero contrario a los estereotipado en películas es muy inteligente. 

Es una mezcla del estilo y vida social de la chica popular de chicas pesadas pero con el cerebro de la nerd que ama los números y la literatura, seríamos buenas amigas de no ser por sus aires de duquesa de Cambrige.

—Cuidado querida, no se te vayan a pegar sus hábitos grasientos —sus amigos se ríen y mi amigo solo tuerce los labios. 

—¿Celosa porque él no se cohíbe de comer lo que se le da la gana? —Inquiero con sarcasmo —o ya se, tu problemas es que no disfrutas tanto como parece tu comida sin calorías ¿verdad?. 

Hago alusión de su ensalada verde que seguramente lleva en un contenedor térmico que ocupa su mano. 

—¿Disculpa? —bufa. 

—Estás disculpada, pero si vas a juzgar la alimentación de alguien prucura que sea solo la tuya —tomo el paquete de papas —¿Quieres?. 

Le ofrezco a la vez que me llevo un par a la boca logrando que me mire con una mueca de asco. 

Me rueda los ojos y se va haciendo sonar su tacones puntiagudos y meneando su falda de ruedo mientras es seguida por sus amigas. 

—Ignorala… —me pide Martín como si él pudiera. Sus comentarios le afectan más porque le gusta y no entiendo porque. 

—Aja —me trago lo que me metí a la boca —Me tengo que ir. 

—¿Me vas a abandonar? —me abre la boca ofendido. 

¿Quién enamora primero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora