El pasado siempre regresa

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Enid

Camino por la mansión de Valeria hasta que llego a la puerta que da con la habitación ‒Que anteriormente me habían dicho, es donde se la pasan mis dos viejos amores ‒ Entro sin golpear, Javier está parado junto a Lizz, quien mantiene su vista en las pantallas.

Camino hacia ellos haciéndome notar, los ojos de Javier me embelesan cuando caen sobre mí, es como si pudiera ver mi reflejo en ellos.

‒Señora Campbell ‒Javier cubre con su cuerpo a Lizz ‒Le puedo ayudar en algo.

Su frialdad me duele no lo voy a negar, pero me duele aún más el que Lizz no me mire.

‹‹Tú te lo buscaste Enid››

‒SI ‒Me siento en la silla que hay junto a ambos ‒Primero no me digas "Señora".

‒Así se les llama a las mujeres casadas ‒Defiende Lizz.

‒Cuando me mires a la cara opinas angelito ‒Contengo mis ganas de sentarla sobre mi regazo para castigarla por haberme contestado de esa manera.‒Llámenme por mi nombre o en consecuente mi apodo.

Javier rueda los ojos, así que continuo hablando.

‒Y segundo, Valeria me dijo que ambos me podían ayudar con unas cosas.

Oigo a Lizz resoplar, y maldecir entre dientes. Se da vuelta para mirarme moviendo a Javier. Me sostiene la mirada por unos segundos antes de desviarla causando que en mi rostro se forme una sonrisa ladina.

‒Para que somos buenos Enid.

‒Por lo que he comprobado son buenos para muchas cosas, pero por ahora necesito entrar a Rusia, y también el contacto del líder ruso.

‒Bien ‒Susurra.

‒Muy bien.

Nos ponemos manos a la obra y en menos de cuatro horas tengo todo lo que necesito. La sexy chica junto a mi teclea un par de cosas que su compañero anota en un trozo de papel y aprovecho el tiempo para observarlos.

Javier mantiene su rostro serio, y la camisa que trae puesta amenaza con romperse en cualquier momento gracias a la tensión de su cuerpo y sus bien dotados brazos, quien pudiera tenerlos de collar.

Lizz por otro lado se mantiene inexpresiva, simplemente viendo la pantalla, me parece tan cautivador como su cabello cae cubriendo parte de su rostro y es tierno el como ella tiene luchar para que no le incomode mientras trabaja.

‒Todo tuyo ‒Javier me pasa el pequeño papel que guardo en mi chaqueta.

Me levanto con la intensión de irme, no puedo quedarme más tiempo acá, no me puedo arriesgar a caer en la tentación de ellos dos, no otra vez.

‒ ¿Ya te vas? ‒No respondo la pregunta y continúo caminando a la puerta.

‒Está claro que se va ‒Las palabras de Javier me hacen apretar los ojos con fuerza.

Lizz suelta una risa sarcástica y yo tomo la perilla de la puerta al tiempo que ella habla.

‒Perfecto. Bien. Vete, lárgate como lo has hecho tantas veces que ya me acostumbre a no esperar nada de ti.

Me congelo en mi puesto.

‒Lizz ‒Advierto cuando siento como sus pasos se acercan.

De reojo puedo ver a Javier paralizado sin saber qué hacer, y con eso me queda claro que Lizz está detrás de mí. De que me sirve el autocontrol si cuando lo uso lastimo a los que quiero y cuando no lo uso los ilusiono.

Mi infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora