Cap 37

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Le doy otro golpe al saco de boxeo. En este momento me encuentro en Venecia, Italia. Vine a mirar el progreso que han tenido mis hombres que están siendo entrenados por Marco, y admito que también vine a descargar un poco mi ira y frustración.

Han paso cuatro semana desde que se declaró de manera oficial la guerra, ha sido un mes de mierda lleno de atentados que van desde simples asesinatos a bombas de todo tipo, que han dejado al descubierto que Demon es un cobarde el cual no da la cara y hace que los demás hagan todo el trabajo sucio.

Una vez me canso camino fuera del gimnasio limpiando mi sudor hasta que llego al patio de la instalación. Esta es una de las mejores bases que tengo, cuenta con cinco edificios llenos de habitaciones, 250 habitaciones para ser exactos, hay varias torres de control y entrenamiento junto a un par de pistas de aterrizaje, todo esto acompañado de la mejor y más avanzada tecnología creada por Lizz, y las armas más letales conocidas que por supuesto fueron creación de Tania.

Me acerco al centro del patio, Marco esta frente a varios hombres que se encuentran haciendo lagartijas mientras él les grita. Entrenamiento psicológico y físico, es simple, si son débiles y no aguantan se van. ‹‹Se van pero tres metros bajo tierra, porque de aquí nadie sale vivo o al menos no completo››

– ¡Son asesinos, no gallinas que huyen ante el enemigo, así que demuéstrenlo perras! –Su voz resuena sonando peligrosamente firme.

Quien lo viera no se imaginaria que llora cuando no lo dejan tocar el vientre de Ángela, Pienso con sarcasmo.

–Interesante –hablo mientras paso por el centro de los hombres llegando junto a la pareja de mi amiga.

Hay de todas las edades, contexturas, razas, con tatuajes y sin ellos, rubios, morenos, castaños, simplemente lo mejor de lo mejor. Mi voz hace que se ponga de pie inmediatamente, se organizan en fila y hacen una reverencia, algunos agachan la cabeza con temor, y otros prefieren mirarme con recelo.

– ¡A sus órdenes majestad! –Vociferan en coro.

– ¡Denle 100 vueltas al patio y cuando terminen los quiero ver listos para pelear en el rin de entrenamiento! –No me cuestionan y de inmediato comienzan a correr.

Hago sonar mi cuello mientras me estiro y junto a Marco trotamos por el patio hasta llegar al ala oeste donde se encuentra un salón de boxeo. Me quito el suéter que me cubre quedando en mi sostén deportivo y ato mi cabello en un moño alto para meter mis manos en los guantes de cuero negro que cubre mi pálida piel, ajusto el antifaz asegurándome de que no se valla a caer; Es realmente incomodo ejercitar con el puesto.

Pasan quince minutos y los hombres comienzan a entrar uno por uno mientras jadean gracias a la actividad física que han hecho, forman un círculo alrededor del rin.

–Usted –señalo a un pelirrojo tatuado de pies a cabeza –Y usted –esta vez señalo a su compañero, también pelirrojo pero a diferencia del otro este tiene los ojos verdes –Suban

Hacen caso y en pocos segundos comienzan a pelear, los puños vuelan de aquí para allá acompañados de quejidos de dolor, el de ojos verdes patea el estómago del otro quien se levanta y lo acorrala en la malla para molerlo a golpes, y con un golpe directo en el rostro sus ojos verdes se cierran cayendo inconsciente.

–Bien hecho –lo felicito y otros se llevan al que cayo inconsciente.

–No esperarías menos de mis tropas diabla –rio ante el comentario de Marco

Abro la boca para responder pero soy interrumpida por una voz ronca y de acento italiano que reconozco de inmediato. Al parecer el buen clima no impidió que mi tormento viniera.

Mi infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora