Cap. 33

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Decisiones.

Valeria.

Me encierro en mi despacho. Las manos me tiemblan presa de la ira, y agarro una botella de agua bebiéndomela por completo.

Tomo mi celular y me debato sobre a quién llamar primero; Al padre de la criatura que tiene Ángela en el vientre o a los mejores doctores que se encargaran de que nada malo pase.

Mi dedo se desliza por la pantalla marcando el número. Un tono. Dos tonos. Y responden.

Buenos días señorita Bulnevarl.

Tengo un problema.

Soy directa.

Te encuentras bien, necesitas una ambulancia o algún tipo de asistencia médica.

La voz preocupada del director de la Zahuo Hounj clínica privada, solo me pone más nerviosa.

Necesito que vengas de inmediato a California, trae a tus mejores doctores. Acá te pondré al tanto.

‒No entiendo Valeria ¿Qué está pasando?, tienes que explicarte mejor.

Me molesta que pierda tiempo con preguntas innecesarias.

‒Solo ven, es una orden.

La línea se queda en silencio por unos segundos.

Como ordene.

Uno de mis hombres te dará toda la información para tu viaje.

Cuelgo y le pido a Javier que se encargue de los trámites para el viaje.

Doy vueltas por mí despacho mirando el celular, ¿Qué le voy a decir a Marco?, no puedo simplemente decirle: "Hola Marco espero que estés bien, porque Ángela no lo está, aunque ya vienen los mejores doctores que conozco, ah y por cierto vas a ser padre, felicidades" No creo que sea una buena idea.

El llanto de Tara se oye de fondo y es como si me reiniciara centrando mi atención solo en ella, salgo disparada rumbo a su habitación, entro encontrando a mi pequeña llorando en su cuna. La acuno en brazos arrullándola, tomo su pañalera y me dirijo al jardín. ‹‹Hace mucho no paso tiempo con ella››

Busco un punto seguro donde las cámaras nos observen y los escoltas puedan escucharnos en caso de un emergencia. Acomodo una frazada y me siento con Tara acurrucada en mi pecho.

Mi pequeña Dejo un pequeño beso en su cabeza haciéndola reír.

Bu..la..bla Balbucea en medio de sus sonoras carcajadas.

Paso la tarde con ella, disfrutando del día y de su compañía, olvidándome por completo de mis otros problemas. Comimos en el jardín, la mime y consentí todo lo que pude e incluso le leí un pequeño poemario hasta que se durmió.

La niñera se encargó de llevar y dejar todas las cosas en su lugar, al igual que le pedí que acostara a Tara puesto a que tenía que asegurarme de que Ángela estuviera bien.

Me preocupo por ella, su salud no es la mejor, lo sé por qué fue una de las cosas que descubrimos cuando la traje conmigo y ella permitió que una doctora la revisara, se supone que era estéril a causa de traumas físicos del pasado y una de las cosas que nos habían dejado claras era que si llegaba a quedar embarazada, cosa que se supone no era posible, pero de hacerlo sería un embarazo de alto riesgo.

Me pongo mi piyama para escabullirme en la habitación de Ángela. Está dormida. Su mano la mantiene sobre el abdomen, y me acerco a ella arrodillándome junto a la cama, mientras recuesto mi cabeza en el borde.

Mi infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora