Capitulo 36- Negocios tentadores.

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Alison Morgan

-¿Que se supone qué hacemos?- pregunté mientras sentía sus besos descendiendo por mi cuello. Punto débil.

-Divirtiéndonos- dijo mientras seguía bajando- Que más da.

-Es solo un desliz, no haremos nada más ¿no?

Esto está muy mal. No puede pasar a más, aunque no se si en verdad pueda contenerme mucho más. Esto es demasiado, y aunque lo odie, se siente malditamente bien.

-Es solo diversión- afirmó, colando una de sus manos entre mis piernas- No significa nada.

Yo asentí. Cerrando los ojos con fuerza en el momento que hundió sus dedos en mi, jadeé fuerte, y eso lo motivó a ir más rápido.

-Mierda... bésame ahora- dije tomando su rostro y presioné sus labios con los míos. Con desesperación, con deseo.

Me mordió la boca, su lengua jugaba con la mía, teníamos los labios enrojecidos, hinchados, y aún así no nos detuvimos. Yo también lo busqué, bajando mis manos por su abdomen hasta encontrar el elástico de su ropa interior.

-Alison...- jadeó- ¿qué haces?

-Quiero tocarte- dije buscando su mirada.

Sus ojos ahora más oscurecidos me dieron la autorización para poder hacerlo. Y ambos hicimos que la habitación se llenara de respiraciones pesadas y jadeantes. Del sonido que provocaban nuestras bocas al besarse y retener los gemidos. Jodido paraíso.

Quería mantener los ojos abiertos para poder verlo correrse sobre mi, porque sería yo la que lograra que lo hiciera. Con sus labios entreabiertos, las respiración acelerada y el cabello alborotado se veía como un maldito Dios. A veces me sorprende lo atractivo que puede verse en situaciones tan cotidianas como desayunar o recién levantado.

El matrimonio resulta ser una buena idea de vez en cuando...

-Ethan...- dije entre un suspiro.

¿Ethan?

Abrí los ojos de golpe y que incorporé en la cama, estoy sudando y tengo la respiración acelerada. Miré a mi alrededor y otra vez estoy en mi casa. Estaba soñando, con esa habitación, esa cama, y las cosas que allí sucedían. En realidad no fue un sueño, sino un maldito recuerdo. Uno de esos encuentros casuales que tuvimos antes de darnos cuenta que sentíamos mucho más que solo atracción física.

Vi la hora en mi teléfono. Son las ocho de la mañana y ya no puedo dormir.

-Agh, maldito idiota- dije molesta, levantándome de la cama.

Me vestí rápidamente, un conjunto deportivo, y me hice una coleta alta. Cuando no puedo dormir aprovecho de salir a correr, hace tiempo que no lo hago, he perdido aquella costumbre. Con el trabajo ahora no puedo ir tan seguido al gimnasio, no como me gustaría. Y debo mantenerme en forma para mi próxima pasarela.

Correr puede ser terapéutico, puedes sentir el viento en tu rostro mientras escuchas música, motivándote, dándote ánimos para mantener un ritmo mientras observas el paisaje, disfrutando el clima. Pero ese no es uno de esos días. Porque no llevo el recorrido ni el ritmo habitual, no hago ejercicio, solo estoy corriendo como una loca tratando de quitar esos pensamientos de mi cabeza. Se me pasó la hora porqué me paré a descansar en un parque que jamás había visto. Literalmente llegué demasiado lejos corriendo en línea recta, una hora corriendo lo explicaría. Volví trotando, esta vez si mirando las casas del condominio desconocido. Al salir de casa tan apurada ni siquiera traje una botella con agua, estoy sudada y tengo muchísima sed.

Todo comenzó con un contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora