CAPÍTULO 2. Número desconocido

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Hablar de sexo en la sociedad, siempre ha sido un tabú. Es cómo que la gente tiene miedo a enfrentar el tema por x razones que varían según la persona.

Por ejemplo, conozco padres de amigos míos que jamás han tenido una charla con sus hijos por miedo a que ellos supieran más que ellos mismos. U otros que simplemente les parecía una falta de respeto hablar eso con menores de edad, (los que por cierto ya se sabían el libro del Kamasutra de P a pa) pero aún así han querido mirar hacia otro lado.

En mi caso he tenido mucha suerte. En mi casa nunca ha sido un problema hablar de sexo abiertamente. Siempre hemos sabido cuál es nuestro lugar, pero mis padres no se han cortado ni un pelo en darnos consejos o explicaciones sobre cosas de las cuales no teníamos idea, y me parece lo más sano y natural del mundo, ya que la educación sexual es algo que debería estar más presente y cómo ya he dicho, no lo está por pudor.

A mí mi padre si me ha tenido que prestar preservativos, lo ha hecho, si le he tenido que pedir a mamá Consejo sobre cómo tratar a una chica, lo he hecho, y si he querido expandir horizontes para saber más sobre el tema, le he preguntado a los dos.

Siempre evitando los detalles explícitos, claro está. Yo solo quiero saber la técnica, no la experiencia.

Creo que por eso ahora vivo mis relaciones tan libres, sin miedo, con cuidado por supuesto, pero con la seguridad que un Dawson sabe que tiene.

Vuelvo a empujar las caderas de la chica  y gruño, cerrando mis ojos. Anoche salí y cómo cada vez que lo hago últimamente, quise pasármelo bien de la manera que más me gusta, así que ahora estoy con una rubia en mi cama, que no para de gemir y gritar todo lo que seguro, no lo ha hecho en su vida.

Sonrío y acelero los movimientos, metiendo mis dedos en su boca y acercando la mía a su oreja para morderla. Ella se retuerce, y agarro su pelo en un puño para darle más fuerte.

Esta ahora es mi filosofía de vida, el sexo libre. Nada de compromiso, pareja, sentimientos de por medio, mariposas en el estómago... Sólo la chica que me apetezca y un buen rato de diversión.

—C-creo que no puedo m... —su voz sale ahogada, y la oigo gritar de placer justo cuando por los altavoces del salón, se oye la novena sinfonía de Beethoven.

¿Que mierdas...?

Frunzo el ceño frenando de Inmediato y miro a la chica, que me mira igual de extrañada.

—¿Que es eso? —pregunta con la respiración agitada.

Tenso la mandíbula porque acabo de caer en que puede ser y cierro mis ojos, sacando cuidadosamente mi cosita y agarrando la sabana alrededor de mis caderas.

—Vístete —digo mirando a la rubia.

La chica alza sus cejas y echa su pelo hacia atrás —¿Perdón?

Suspiro porque esta es la misma cantinela de siempre y me dirijo a la puerta, para ver qué mierdas está haciendo Tony.

—Vístete y vete, es simple ¿que no entiendes?

—¿Así? ¿Ya está? ¿No me das tu número ni nada? —la rubia se levanta de la cama agarrando su ropa en el camino y me río, negando después.

—¿Me ves con cara de querer darte el número de teléfono? No hablamos de nada de eso anoche.

—Acabamos de follar.

—Y ha estado muy bien, pero hasta ahí.

La chica jadea no pudiéndose creer lo que digo y yo abro mis ojos, esperando a que se mueva. No sé en que momento de la noche le dije que esto iba más allá de un simple polvo, así que no sé que hace tampoco pensando que yo voy incluso a darle mi número de teléfono.

¿A donde vamos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora