42: Oro

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El llanto era inevitable, sus ojos se humedecían ante cada pensamiento pesimista que cruzaba su mente, estaba hastiado de sí mismo, de las cosas que hacía por mero placer, de lo que decía inconscientemente a quienes le rodeaban, de ese odio al mundo que había visto crecer a la única persona que pudo haber tenido un poco de fe en él, ahora mismo se hallaba allí, a la mitad de su propio caos sintiéndose un asco, llorando inconsolablemente mientras escuchaba los gritos de su querido Pino suplicando por que tomase su mano, pero le era imposible moverse de su lugar, estaba estático igual que su tumba, hecho piedra ante el miedo y el dolor, presa de su propia desesperación, mirando como su futuro se desvanecía junto con el castaño a unos metros de él – ¡BILL! – le escuchó decir antes de que todo se fuera al carajo, cuando finalmente alzó la mirada esperando encontrarse con esos orbes marrón que tanto amaba no pudo visualizarlos, aquello sólo terminó por quebrar lo que ya estaba roto y una voz bien conocida resonó en su cabeza obligándolo a levantarse del suelo que se desvanecía debajo suyo

– ¿Quién diría que te encontraría aquí, revolcándote con un simple humano? – el azulado le miró por encima tratando de parecer superior al demonio que le encaraba con rabia clavada en su mirada – No te pongas así, sólo vine por un par de cosas, entre ellas tu cabeza – sonrió ladinamente causando mayor enojo en el de dorados cabellos, quien trató de acercarse a éste con intención de dañarle pero fue detenido por un par de azuladas cadenas que le ataban al suelo ya casi inexistente, no podía articular palabra, todo lo que salía de sus labios eran gruñidos sin sentido y lágrimas ardientes desde sus ojos mostrándolo como lo que era ahora, un simple humano inundado de emociones mundanas y debilidades carnales – Sé que si te propongo morir ahora aceptarías sin tapujos, lo cual no sería divertido... te tengo un trato hermanito... uno en el que puedas enmendar toda esta mierda, uno en el que permitirías que Pino tome la decisión de su vida, tú o sus sueños, ¿a quién de ambos renunciará para alcanzar la felicidad? – el demonio dio un saltito en su lugar mostrando su emoción ante la idea como si de un simple juego se tratase – así que dime, ¿aceptas?

El rubio lo meditó un par de segundos antes de escuchar las palabras suplicantes de su amado gritando desesperadamente que regresara a su lado, que le diera una explicación, que le diera los motivos suficientes para deshacerse de ese dolor que estrujaba su pecho justo ahora, y aunque aquello pudiera significar una esperanza en su relación, Will tenía razón, sólo Dipper tenía la decisión final, su corazón le gritaba desesperadamente que se negara y corriera a los brazos de ese castaño que le hacía ver las estrellas como lo más hermoso del universo, pero su cabeza se oponía argumentando que su futuro se vería igual de oscuro que su presente si continuaba de esa manera, que lo más racional para la felicidad de Mason era dejarlo escoger, dejarlo ir – Acepto – musitó finalmente con los ojos empapados en lágrimas que le impedían ver con claridad el poco espacio que aún quedaba a su alrededor

– Bien, en ese caso, ¡buen viaje! – el demonio chasqueó los dedos haciendo desaparecer el espacio por completo dejándolo en la total nada, por un segundo pudo ver a su querido Pines saltando lejos del peligro que la destrucción de tan elaborada ilusión había creado, poco después todo quedó en total oscuridad, sus manos seguían encadenadas ahora una con la otra igual que sus pies, el sonido de varios botones siendo oprimidos en diversas partes de la habitación le dieron a entender dónde se encontraba, apenas miró a su alrededor cientos de guardias armados le rodearon, no hizo más que arrodillarse con una palabra en mente: Pinetree~

– ¡¿SE HA ENTREGADO POR CUENTA PROPIA?! – se alarmó el Padre Tiempo al escuchar las tan extrañas noticas asegurándose de registrar cada detalle en la línea temporal, mirando con atención cada cosa acontecida en el sitio para prevenir cualquier treta por parte del demonio

– Así es mi señor, dice que quiere pagar su condena con una condición

– ¿Quién se cree para poner condiciones? – bufó molesto buscando un documento entre cientos de papeles amontonados en su escritorio – ¿Qué es lo que quiere?

Diabólica tentación (Billdip) #PremiosGravity2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora