51: Antología (Parte 1)

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Entraron a la Cabaña sin mucho escándalo de por medio, después de todo, no había nadie, posiblemente el primero en llegar por la mañana sería Stan, quejándose de por medio acerca de como las aerolíneas son un dolor de cabeza y de como la comida de la prisión le había hecho daño; por otro lado, Ford tardaría poco más de una semana dado a "sus asuntos" a la mitad del océano. El menor se sentó directo en el sofá sin decir nada, se hallaba en un estado catatónico debido a toda la ola de pensamientos que surcaba su mente, por otro lado, Cipher, tan cómodamente como si hubiera vivido en aquel lugar toda su vida, se acomidió a traer un poco de alcohol, gasas y demás aditamentos médicos para curar las, casi inexistentes, heridas del castaño, lo hizo en total silencio, limpió algunas raspaduras y colocó unas cuantas banditas; no fue sino hasta que Bill se levantó para tirar la basura que este proceso había dejado, que Dipper notó lo malherido que se encontraba el ambarino – Tu brazo – musitó tan débil que, de haber sido un día normal en la cabaña, nadie le hubiera escuchado, pero el extraño silencio formado en el espacio había logrado enfatizar sus palabras

– Está bien, una mujer león me mordió, no es la gran cosa, más tarde... – no terminó su frase cuando el castaño le tomó de la mano y lo haló con fuerza para sentarlo en el sofá, tomando algunas de las cosas que el propio demonio había traído para empezar a curarle – No es necesario que lo hagas... puedo hacerlo por mí mismo – sus palabras fueron ignoradas por completo, y antes de que nuevamente se quejara, el menor estampó una torunda de algodón mojada en alcohol sobre la herida haciéndole arder

– Lo siento, no soy muy bueno con estas cosas, normalmente es Mabel quien lo hace – se sonrió suavemente sacando una sonrisa en el contrario, quien no quería arruinar el momento diciendo alguna estupidez por lo que se mantuvo en silencio mirando como su brazo era pulcramente cuidado, sabía que esta transición llevaría tiempo, en la cabeza del Pines ahora existían dos vidas diferentes, y por ende, una de ellas no estaba familiarizada con amarlo, no de la forma en la que antes se hubieran amado, y aunque no lo admitiera, eso era lo que lo mantenía tan meditabundo

– No quiero... – se detuvo a la mitad de la frase cuando el contrario le miró directamente, dentro de sí había un duelo constante buscando formular una de las más dolorosas premisas – No quiero obligarte a quedarte conmigo – aquello pareció sorprender al menor pues se detuvo de su actividad en seco, como si hubiera visto a una especie de ser paranormal, aunque técnicamente, eso era lo que estaba sucediendo – Escucha, Pino... – odiaba llamarlo así y sentir que el contrario no entendía la profundidad de ese sobrenombre – Estaré de acuerdo si quieres tomarte tu tiempo y pensar un poco las cosas, sé que has hecho mucho y que has pasado por tantas cosas que, justo ahora, te sientes confundido, tu corazón está confundido... por más que odie admitirlo, en esta línea te enamoraste de Pacífica, y ella ocupa un enorme y profundo lugar en tu corazón y tu vida – el menor se veía melancólico, prestaba toda la atención del mundo pero no sintió cuando el mayor posó sus manos sobre las suyas sosteniéndolas con cariño – Me iré por la mañana... dado a que ya es tarde y en mi... condición, puede que alguna criatura me coma, tu entiendes, esto de la humanidad y el poder de un demonio... llevará un poco de tiempo – su voz era calma, trataba de sonar un tanto irónico en aquello que creyó conveniente pero seguía mirando ese abismo sepulcral en los ojos marrones frente a él

– No – musitó el menor sorprendiendo al rubio, ¿es que acaso no comprendía?, decirle que no se fuera sería más lastimoso para ambos, sería obligarlo a verle como algo que no sentía en su totalidad, pero luego el menor se corrigió – No... me gustaría que te comiera alguna bestia en el bosque... pasamos por mucho hoy y estás sumamente herido, debes estar hambriento y si no mal recuerdo, debes estar exhausto por no tener el control de tu cuerpo, así que, por favor, quédate hasta que estés mejor... después de eso podemos hablarlo nuevamente – estaba consciente de lo que Bill decía, era horrible pero cierto, cuando lo vio nuevamente había sentido miedo, pero también amor, su yo de esa línea y la contraria se hallaban fusionados en contraste a sus experiencias y creaban un caos en su interior, sabía que lo amaba, pero también estaba consciente de que eso no significaba que realmente lo hiciera con la misma intensidad que deseaba

Diabólica tentación (Billdip) #PremiosGravity2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora