17: Un cuento mal contado

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El día pasó sin muchas novedades para el grupo de chicas que disfrutaba de su mutua compañía, sentadas en el techo de la cabaña miraban el atardecer mientras lanzaban globos de agua hacia los blancos puestos sobre el tótem y un par de árboles aledaños por la pelirroja que solía trabajar allí; los tonos anaranjados impregnaban el ambiente con su brillo, el sonido de las aves volando de vuelta a sus nidos y la suave brizna primaveral acompañaban el cálido momento – ¿Cuándo volverás a visitarnos Mabel?, sabemos por tu tío que únicamente te quedarás por un mes – habló la chica de rasgos asiáticos y cabellera negra, recargada sobre sus palmas apoyadas en la tibia madera mirando al horizonte que lentamente se perdía en las tinieblas respectivas de la oscuridad que reinaría en unos cuantos minutos

– No lo sé Can-Can, mi familia no está muy contenta con que siquiera piense en este lugar, así que no tengo ni la menor idea de cómo o cuándo podría volver – los cabellos del cuarteto revoloteaba suavemente con el viento, sus respiraciones tranquilas y poco de lo que hablar para no arruinar el momento, todo era tan familiar a sus viejos días, a su mejor y más alegre verano, una parte de la castaña esperaba que aquello nunca terminara, pero sabía que eso era imposible por más de un motivo, y que la última vez que lo deseó, había creado una burbuja caótica y con ella, la vía para que Bill Cipher diera paso a su Raromagedón

– Ahí vienen Dipper y el chico lindo – comentó Pacífica apuntando hacia la entrada del bosque, dónde ambos chicos caminaban uno al lado del otro con un par de rostros cansados y la ropa hecha un destrozo, estaban llenos de tierra, hojas y lodo y parecía que Dipper traía algo de sangre en su camisa, cuando todas se percataron del estado de ambos bajaron lo más rápido posible para ir a su encuentro, Grenda no dejaba de repetir que la última vez que los hallaron juntos igual estaban hechos un desastre, cosa que causó una risa inconsciente e involuntaria por parte de las presentes, bajaron por las escaleras que daban a la tienda de regalos y corrieron a la entrada de la cabaña, allí, ambos chicos trataban de abrir la puerta con pereza en medio de murmullos frustrados – ¡Wow!, si de lejos se veían horribles, de cerca se ven peor, ¿qué fue lo que pasó? – la rubia se acercó a Dipper cuidadosamente y le ayudó a abrir la puerta, en cuánto esta dejó ver el interior de la vivienda, ambos entraron y se dejaron caer en el sillón agotados

– Que te lo cuente Bill – expresó bufando molesto

– ¡Hey!, ¿yo por qué? – musitó mirando de reojo a su contrario sentado a su izquierda, las chicas solo les miraban con interés, y al ver que ninguno de los hablaba se cruzaron de hombros y suspiraron frustradas

– ¡Ustedes son un caos! – Indicó Mabel finalmente – llegan a la cabaña casi muertos y ninguno dice qué fue lo que sucedió, ¡Dipper! Si no me dices qué fue lo que pasó, le diré al Tío Ford que has estado ocultando cosas y sabes que no le agrada ese tipo de actitud

– ¡Bien! – Esbozó el gemelo de la castaña, se acomodó en su lugar y miró al rubio que se negaba a dirigirle siquiera la vista de una parte de su rostro – todo empezó cuando... después de haber visitado un par de lugares, estábamos cerca de crear una ruta de investigación viable, pero luego...

– ¡Mira Pino!, aquí todavía existen restos de los cristales satúrnicos – el demonio rubio caminaba alegremente por en medio de la frondosa arboleda, mirando de un lado al otro lo que se hallaba allí, estaba asombrado de lo mucho que había cambiado esa parte del bosque en los últimos años, realmente era maravillosa la idea de que nada estuviera tan lejos de su lugar como para ser recordado, pero que al mismo tiempo estuviera tan crecido y expuesto – ¿sabías que estos cristales llegaron con el primer ser intergaláctico que tocó estas tierras? Nadie sabe quién era o porqué los dejó aquí, pero tienen propiedades únicas, aunque de poca ayuda si no sabes cómo encenderlos

Diabólica tentación (Billdip) #PremiosGravity2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora