Capítulo 3

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Nora Sánchez

Eros....

Eros...

Eros..

Su mirada penetrante, sus labios carnosos y su majestuoso cuerpo.

—Estás siendo muy mala. Un comportamiento demasiado inapropiado.— murmura Eros con la voz ronca y sexy.

—¿Ah si?— digo en un suspiro.

—Sí, creo que necesitas un castigo para aprender la lección.

—¿Me vas a dar unos azotes por mala?— mi respiración se agita.

—Te voy a dar mucho más que unos azotes..— su mano pasea por mi cuello hasta finalmente agarrarlo con fuerza, atrayéndome hacía su cuerpo.

Oh joder...

De repente abro los ojos y me encuentro tumbada en mi cama, mi cuerpo está ardiendo y tengo sudor en mi frente.

Intento mantener la respiración pero es imposible.

Siento una presión en mi intimidad que hace que mi mano, inconscientemente baje poco a poco pensando en las palabras que he oído de Eros en mi sueño.

¿Acabo de tener un sueño húmedo con Eros?

Mis dedos se cuelan por mi intimidad y un gemido sale de mi boca, que tapo enseguida con mi almohada, no puedo parar, la voz de Eros retumbando hace que los movimientos de mis dedos aumenten dándome aún más placer.

Mi espalda arqueada, mis piernas debajo de las sábanas abiertas y mi respiración agitada es por él.

—Ah.. joder, mierda.— me muerdo fuerte los labios al sentir la presión.

Cuando llego al climax, una explosión de electricidad recorre todo mi cuerpo mientras me relajo en la cama jadeando.

Maldito Eros Milton.

12:00

Mi madre me ha dado instrucciones de lo que tengo que hacer mientras ella se mantiene fuera de casa por unos días, el trabajo a veces le obliga a dar pequeños viajes por la ciudad y no le queda tiempo de pasar por casa.

En estos momentos, agradezco que mi madre no esté en casa.... Después de lo que hice ayer en mi cama me da hasta vergüenza mirarle a la cara.

Perdóname mamá, yo no era así.

Todo es culpa de Eros.

Me pongo la ropa de deporte, recojo mi media melena pelirroja en una coleta y agarro mi móvil con los auriculares.

Correr me viene bien y sobre todo cuando tengo un cacao mental en mi cabeza.

Coloco mis auriculares en mis oídos y me dispongo a correr por la calle del parque, mientras disfruto de las vistas de los niños jugando en los parques, de los patos nadando en el lago y de los padres paseando.

Paro para dar un descanso y bebo un sorbo grande a mi botella de agua.

—¿Nora?

—Liam.— me giro y le doy una sonrisa amable. —¿Qué haces tú por aquí?

—Estaba corriendo igual que tú.— me devuelve la sonrisa.

Besos en Enero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora