Capítulo 11

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Eros Milton

Acompañado de mi hermana conseguimos echar a todo el mundo de casa, está fiesta se estaba saliendo de control y no iba a ser bueno mañana al despertar.

Derrotado subo a mi habitación, el dolor en el pecho me presiona haciendo que me cueste respirar, tengo un mal presentimiento desde hace horas y no se va.

—Eda.

—¿Si?

—¿Con quién se marchó Nora?— intento que no se note que me intereso. —Digo... no la vi marcharse con nadie.

—¿Nora?— pone una de sus manos en la barbilla en forma pensativa. —la verdad es que no lo sé, no la vi en toda la noche.— se acerca a mí y me acaricia las mejillas. —¿Por qué lo preguntas?

—Siento que algo malo pasa, y yo no la he visto irse con nadie, Kate y Natalia estaban aquí hasta hace unos minutos.

—¿Uno de tus presentimientos?

—Sí.

No es algo que haya aparecido en mí de repente, mi madre decía que tenía un poder muy especial, el presentir cuando las cosas iban bien o mal.

Odio este "poder", siempre que me pasa ocurre algo malo y me destroza la vida.

¿Como olvidar que fuiste tú quién encontró a mamá tirada en el suelo?

Entonces la llamaré.— alcanza la mano a su bolsillo y saca el móvil. —Debemos hacerle caso a tus presentimientos.

—Será lo mejor.

Por favor, que no esté pasando nada.

Que solo sea un presentimiento pasajero.

La mirada de mi hermana no hace que me relaje, al contrario.

—¿Qué pasa?— digo serio.

—No contesta el teléfono.

—No, joder. No me jodas.— pego un golpe al aire y suspiro.

—Espera, llamaré a su casa.— agarra mis manos y me sonríe. —Nora es un desastre, quizá ha llegado y se ha quedado dormido con el móvil.

El dolor en el pecho se incrementa por momentos, doy vueltas de un lado hacía otro de la habitación esperando la respuesta de mi hermana, pero no llega.

Salgo de mi casa y paseo por las calles frías, hoy es una de las noches donde más frío hace.

—¡Llamad a una ambulancia!— escucho a un hombre gritar.

—¡No reacciona!— exclama otro hombre.

Mi cuerpo me pide que me acerque, que descubra quién es el cuerpo que está tumbado en la carretera.

Cuando me acerco y veo a Nora, mi cuerpo se desploma y caigo de rodillas en el suelo, agarro su cabeza con delicadeza y le doy pequeños golpecitos en la cara intentando que reaccione.

—¡Que ha pasado!— grito mirando a los dos hombres.

—Lo siento... intenté frenar pero la tenía demasiado cerca.— confiesa uno de los hombres, con el rostro pálido y sus manos en la cabeza.

Por mucho más que hago para que reaccione, Nora se mantiene quieta y fría, ensangrentada por su cabeza.

Por favor, no te mueras.

¡Dejaos de gilipolleces y llevadla al hospital! ¡Se está desangrando!

—Hemos llamado a la policía.— comenta uno de los hombres.

Besos en Enero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora