Capítulo 37

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Eros Milton

Esta aquí.

Frente a mí, parada y con la respiración agitada, está tan jodidamente preciosa que me cuesta mantener la compostura pero por nada del mundo querría que me viera flaqueando, no se lo merece.

¿Se puede ser más pelele que yo?

—H-hola...

—Puedes pasar.— digo mientras me alejo unos pasos de la puerta principal. —La visita te espera.

—Eros...— intenta hablar.

—No.— levanto el dedo índice y lo muevo de lado a lado. —No quiero que me dirijas la puta palabra, no quiero tus jodidas excusas ¿te enteras?

—¿Entonces, qué?— coloca las manos sobre sus caderas. Lo hace cuando se cabrea. —¿Vas a estar así durante toda la cena?

Intento no reírme, lo intento con todas mis fuerzas.

—¿Crees que voy a quedarme a la cena?— suelto una gran carcajada.

—¿Que tiene de gracioso?

—Que pienses que voy a quedarme.

—Está bien.— se encoge de hombros y suspira entre dientes. —Haz lo que quieras, cuando quieras hablar conmigo... sabes dónde encontrarme.— entra en la casa.

—¿Tengo que concertar una cita o cuando vaya a verte estará el gilipollas de tu novio?

—¿Perdón?— se gira sorprendida.

—Lo que has oído.— una sonrisa divertida se dibuja entre mis labios.

—Que te den.

—Prefiero dar yo.

Salgo de casa sin volver a mirar hacía atrás, con la fuerza que pensé que no tendría al verla frente a mí.

Camino por las calles oscuras sin rumbo porque lo único que tengo claro es que no quiero volver a pisar mi casa si ella está allí, no quiero tener que volver a cruzármela y poner una sonrisa de oreja a oreja para demostrarle que no me dolió tanto su pérdida.

Si me dolió, me dolió en cada noche, en cada pesadilla, en cada atardecer, en cada luna llena, en cada beso desconocido..

—¡Ehhh!— escucho a Liam detrás de mí. —¡Tío!

—¿Que haces aquí?

—Tu hermana.— sonríe y me da una colleja detrás de la cabeza.

—Menuda entrometida es.— me río y le devuelvo la colleja.

Reanudamos la marcha juntos, caminando sin nada más.

—¿Cómo está?— Liam rompe el hielo preguntando por ella.

—Preciosa.— sonrío para mis adentros. —Jodidamente preciosa.

—Eso es algo que ya sabíamos.— pone los ojos en blanco y se ríe. —¿Fue con su chico?

—Se presentó sola.

—Chica lista.

—Supongo.— me encogo de hombros mientras pateo una pequeña piedra que encuentro en la acera. —Sabe que si se presenta en mi casa con su novio americano, le hubiera arrancando la cabeza.

—Pues eso, chica lista.

—Tío, no tienes porque estar aquí.— miro a Liam intentando cambiar de conversación. —Estoy bien, solo quiero pasear mientras el tiempo pasa y se largue de mi casa, que se largue de la ciudad.

Besos en Enero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora