Capítulo 9

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Nora Sánchez

A la mañana siguiente, al abrir los ojos veo que al lado de la cama está tumbado Eros, durmiendo plácidamente mientras uno de sus brazos rodeas mi espalda, y no puedo evitar sonreír como una boba.

Se ve tan guapo así, dormido.

Con cuidado e intentando hacer el menos ruido posible me levanto de la cama y me pongo el vestido, pero justo cuando voy a abrir la puerta escucho su voz y me quedo paralizada.

—¿A dónde vas?— me pregunta con la voz ronca.

Se oye tan sexy desde por la mañana..

—A casa, tengo miles de llamadas de mi madre.— respondo sin girarme. Si lo miro caeré de nuevo. —No quería despertarte.

—Llevo horas despierto, por cierto.— escucho como se levanta de la cama y siento sus manos correteando por mi cintura. —Te mueves muchísimo.

Eros, no..

No empieces....

¡¡PUTAS HORMONAS!!

L-lo siento..— toso para aclararme la garganta.

—No te disculpes.

Debería irme, debería decirle que es un imbecil y que nunca más voy a entrar en su juego pero... ha decir verdad, no me sale.

—Eros.— me giro y le miro a los ojos. —¿Qué quieres de mi?

No responde.

—Si solo quieres sexo, dímelo.

—Ya hemos tenido sexo.— responde frío, como si no le importara.

—Ya lo sé pero...

—¿Pero qué?— alza la ceja confundido. —¿Creías que por qué follemos me engancharía de ti?

—¿Tan ridiculo es?— ladeo mi cabeza a un lado, sin dejar de mirarle.

Eros pasa una de sus manos por tu pelo, dejando que los rizos de su flequillo caigan sobre su preciosa frente.

Es tan guapo que me desconcierta.

Sí. Es ridiculo.

—¿Por qué?— me encojo de hombros y apoyo mi dedo índice en su pecho echándolo hacía atrás. —¿Tan difícil sería que pasara?

—Lo difícil es que pienses que, porque hayamos tenido sexo casual, puedo pillarme de ti.

Auch.

Directo al corazón, he podido oír a mi pequeño corazoncito partirse en pedazos.

Así es Eros Milton, un chico despiadado, frío, con cero sentimientos de por medio a ninguna de las chicas con las que tiene un rato de intimidad.

Todo esto fue culpa mía, yo decidí entrar en la boca del lobo y ahora no sé cómo huir de ella.

¿Por qué siempre tienen que pasarme estas cosas a mi?

¿No es suficiente?

Está bien.— intento sonar como una chica dura. —Me da igual si tienes sentimientos hacia mí o no, dudo que sientas, porque tu corazón se ha congelado y piensas más con la polla que con él.— me acerco a él dejando pocos centímetros entre nosotros. —Pero esto, lo que sea que ha habido entre nosotros estas semanas se ha acabado.

—Genial.— no dice nada más.

—Genial.— repito su misma palabra.

—Adiós pelirroja.

Besos en Enero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora