Capítulo 6

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Eros Milton

Enero.

El mes que más odio..

El mes en el que mi madre se marchó de este mundo para convertirte en una estrella más del cielo.

La maldita enfermedad de cáncer, que hoy en día sigue sin tener una puta cura.

Sentado en el césped, mientras arreglo un poco su tumba los recuerdos se agolpan en mi pecho y hacen que mi corazón deje de latir unos segundos.

—Ojalá hubiera podido darte mi corazón mamá.— acaricio el nombre tatuado en su tumba y suspiro mientras las lágrimas inundan mis ojos. —Tú no tenías que morir... no tenías que haberte ido y habernos abandonado a Eda y a mi, nosotros te necesitábamos y seguimos haciéndolo mamá, sobretodo yo.— limpio mis lágrimas, coloco mis manos en mis rodillas y miro hacia el cielo. —Si vieras en la persona que me he convertido no te gustaría, puedo oír tus palabras de regaño en mi cabeza cada vez que me acuesto con una chica y luego la trato mal.— se me escapa una pequeña carcajada. —Te hecho tanto de menos mamá....

La vida puede llegar a ser una hija de puta si se lo propone, y a nosotros nos dio la mayor sorpresa el 1 de Enero, cuando nuestro padre nos dio la noticia de mamá no había conseguido superar la enfermedad.

—Oh, estás aquí...— escucho la voz de Nora detrás de mi, cuando la miro la encuentro con un ramo de flores entre sus manos.

—¿Qué haces tú aquí?

—Felicitar a tu madre.— sonríe con delicadeza y se sienta a mi lado, dejando apoyado el ramo de flores en la tumba. —Feliz cumpleaños viejita, por aquí la echamos todos de menos.

—¿Cómo sabes...?— me corta la frase.

—Vamos, Eros.— me mira a los ojos y los aparta rápidamente. —Era tú madre.. nunca podré olvidar todas las cosas que ha echo por mi madre y por mi.

—Mi madre era la persona más maravillosa sobre la faz de la tierra.— murmuro en voz muy baja, tanto, que apenas se oye.

—Lo era, y estaría orgullosa de ver en lo que os habéis convertido.

Un silencio incómodo se crea entre nosotros.

—¿Y Eda? Me dijo que vendría..

—He intentado traerla, pero ha sido imposible.— se encoge de hombros. —Ha comenzando a llorar desconsoladamente y no he querido hacerla sentir peor.

—Debería venir a verla.— digo serio.

—Y tú deberías respetar la decisión de tu hermana.— enarca las cejas. —Cada uno supera la fase de duela a su manera. Tu hermana es incapaz de venir aquí.

¿A caso me estás regañando, Nora?

—Sé lo que te duele venir aquí y ver a tu madre tras esta tumba.— comienza a hablar. —Te conozco perfectamente aunque hagamos que somos desconocidos, y a pesar de que el otro día me trataras como un juguete sexual delante de nuestros amigos y me humillarás siento pena de ti, Eros.

—No necesito tu caridad, y mucho menos tú pena Nora.

—¿Puedes dejar de ser así?

—¿Así cómo?— alzo los brazos cabeceados. —Es que no sé quién te crees que eres para venir aquí, a decirme que es y lo que no tengo que hacer.

—En ningún momento dije nada de eso, solo te dije que dejes hacer a tu hermana el duelo como quiera.

—¿Como no puede venir a verla? es nuestra madre Nora.— aguanto mis ganas de llorar.

Besos en Enero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora