—Te estás pasando, Altagracia.
—No seas tan egoísta, Leandro. Debes aprender a compartir.
—Tengo suficiente con tu marido. No estoy interesado en sumar a un tercero. Este tipo de juegos no me gustan y lo sabes. Me has traído aquí engañado. Pensé que solo seríamos tú y yo.
—Ya, ya entendimos tu disconformidad. Ahora si no vas a aportar nada, mejor fuera de aquí — Aurelio intervino—. Eso es lo que sucede cuando te metes con jovencitos aburridos. Es de mala educación decir no, cuando la cena está servida.
Leandro se negó rotundamente y así mismo se fue. Nunca lo había visto tan molesto, pero no estaba dispuesta a irme detrás suyo. Ya se le pasará la amargura.
Tomé varios juguetes y un lubricante anal de la gaveta de mi escritorio. A Octavio no le atraen esas cosas, pero dado el caso que tengo la oportunidad de experimentar por primera vez el sexo anal, no pienso desaprovechar el momento. No es lo mismo un pene de plástico, que uno de carne.
—¿Qué estás esperando? Ven aquí — le ordené.
No hizo falta señalar su lugar, pues él mismo se puso de rodillas ante mí.
—¿A esto se le conoce como desafiar la autoridad? — me quité la ropa interior, mostrándole lo que estaba a punto de comerse.
Esa mirada hambrienta hierve mi sangre y hasta mi piel de deseo. Atraje su rostro hacia mí intimidad, restregando mi humedad en sus labios.
—Esta es la forma correcta de silenciar a un hablador.
Acaparó mis fluidos con su juguetona lengua. Movía mi cintura a la par de sus chupadas y lamidas. Esa mirada salvaje mientras lo hacía, me causaba satisfacción. Estoy siendo devorada por un malvado y pervertido oficial.
Tomé la mordaza con el consolador y me la arrebató de mis manos. La correa elástica de látex está diseñada para ajustarse sobre la boca o el mentón, él parecía estar bien entrenado como para ponérsela en la barbilla y ajustarla él mismo por detrás de su cabeza. Se veía tan sumiso y obediente, es inevitable no verme tentada a torturarlo.
Tendí mi cuerpo de espalda mientras él continuaba de rodillas detrás de mí. Rozó el consolador entre mis pliegues y descendía hacia mi clítoris, haciendo movimientos intermitentemente. Pensé que no planeaba todavía penetrarme, pero sin aviso lo hizo, empujando despacio hasta adentrarlo en mi vagina casi en su totalidad. Su lengua estaba libre para moverse mientras me penetraba con el consolador. Es la primera vez que sentía la lengua de un hombre en esa zona y fue algo fuera de este planeta. Sus fuertes manos dejaron camino libre para explorar esa área sin ningún tipo de barrera. Ser penetrada por lo vagina y estimulada analmente fue demasiado. No sé si fue por el simple hecho de ser la primera vez, pero la brusquedad, movimientos rítmicos y lengua caliente, húmeda y rígida, alborotó mis sentidos, debilitando mis piernas y permitiendo que pudiera tocar el cielo sin abandonar la tierra. Apreté el borde del escritorio, con la misma fuerza que mi coño se contrajo.
En mis treinta y cuatro años, he tenido muchísimos orgasmos, pero este, sin duda alguna, me atrevería a decir que ha sido el mejor que alguna vez haya tenido.
Vi que tiró la correa sobre el escritorio y tomó el frasco de lubricante con benzocaína. Sus dedos lo esparcieron bien, solo faltaba que por dentro hiciera lo mismo. Al menos fue gentil para empujar sus dedos e incluso esperó hasta que mi cavidad se dilató lo suficiente y la benzocaína hizo su efecto. Otro hombre en su lugar, no le importaría un comino y simplemente me haría sufrir a su antojo.
Le iba a proponer buscar un preservativo en la gaveta, pero ya venía preparado con los suyos. Con toda seguridad puedo decir que no se sentía igual. He jugado conmigo misma incontables veces, con diversos consoladores de todo tipo de material y tamaño, pero nunca podrán igualarse a uno real.
Sus movimientos al comienzo fueron lentos, hasta que poco a poco fui aflojando y podía empujar más profundo. Se sentía fantástico. No dolía en lo absoluto. Al contrario, es como si una cosquilla se hubiera situado en mis paredes y quisiera ser rascada.
Comencé a empujar mis caderas contra él intencionalmente, quería sentirlo aún más. Él tomó eso como una aprobación para acelerar sus movimientos y ritmo. Mis gemidos no podía controlarlos.
Subí mi pierna sobre el escritorio, tendiendo mi cuerpo más y mantuve la otra en el suelo. Tuve la sensación de que se acomodó mejor, golpeando justamente donde mejor se sentía. Agarró mi cabello entre su fuerte mano, obligándome a curvar la espalda y chocando su pelvis continuamente y de golpe en mis nalgas.
—Le has tomado el gusto muy rápido. Eres una glotona — lo empujó de golpe, dando repetidos movimientos circulares y provocando que presione los dedos de los pies.
—No es suficiente — dije entre gemidos, intentando no lucir impresionada, aunque por dentro era todo lo contrario.
Por dentro estaba disfrutando plenamente y deseaba que no se desconectara de mí ni un solo instante. Mi orgullo no me permitía admitir que su pene se sentía tan bien.
—¿Así que no es suficiente? Entonces no me culpes si tu marido mañana descubre que alguien más le ha roto el culo a su mujer.
Mis mejillas se calentaron por sus palabras. Este tipo descontrola todo mi cuerpo.
Mi cuerpo fue tendido en el sofá y trajo consigo uno de los consoladores que dejé en la gaveta para arrojarlo a mi lado. Me senté, para contemplar mejor la vista. Terminó de quitarse el uniforme, enseñando su poder; esos brazos cortados y fuertes, más ese abdomen que, a pesar de no estar del todo marcado o definido, luce muy apetecible a la vista. Este hombre es muy sexy y sabe perfectamente que lo está, por eso se luce.
Estando ya recostada, flexionó mis piernas y las presionó por ambos muslos, curvando nuevamente mi espalda. No tenía escapatoria. Estaba totalmente expuesta y si dejé que tomara el control fue porque por primera vez sentía curiosidad por lo que estaba a punto de pasar.
Dejó libre una mano para esparcir un poco más del lubricante y retomar sus embestidas, las cuales dejaron de ser gentiles como al comienzo de todo. En esta posición se sentía más profundo, duro y grande. Tenía la sensación de que me quebraría por completo. Tenía la mejor de las vistas. Podía ver el proceso en que entraba y salía de mí con tanta precisión y salvajismo, su perversa expresión, la forma en que mordía sus labios de éxtasis, y su buen cuerpo.
No podía bajar mi cuerpo, aunque aún si pudiera, no tenía ganas de hacerlo. Quería todo lo que pudiera ofrecerme. Tomó el consolador en sus manos y jugó con él en entre mis pliegues y clítoris, forzando mi entrada y volviéndolo a sacar con la intención de hacerme sufrir. Cuando menos lo esperé, lo empujó, llenándome por ambos agujeros y moviéndolos a la par. Me sentía muy llena, la presión era fascinante y enloquecedora. Esa sensación de no tener ni un diminuto espacio para expulsar esa presión me tenía a punto de perder la poca cordura que me quedaba.
—Eso, muy bien. Trágalo completamente — su otra mano estimuló mi clítoris, sin detenerse ni un solo instante y ese orgasmo se aproximó con suma rapidez.
No pude contenerme. Se sentía jodidamente increíble. Él jugaba con esa presión en mi interior, ese infeliz no permitió que la expulsara luego de haber alcanzado el orgasmo. Esos movimientos que hacía con el consolador solo me ponían más sensible. Tenía tapado mis dos agujeros, empujando sin pena alguna, con unas ganas insaciables.
—Si no te es suficiente con un hombre, entonces te daré por dos— humedeció sus labios, ensanchando por último una maliciosa sonrisa.
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Venganza Silenciosa [✓]
RomanceAltagracia ha cargado en silencio con la infidelidad e indiferencia de su esposo Octavio. A través de los años ha aprendido a disfrazar su infelicidad y a reprimir sus más anhelantes deseos por su hijo Francisco. Al haberse convertido en una joven...