Confusión

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Mi cabeza no podía procesar lo que estaba escuchando de la boca de mi propio hijo.

—Hijo, no sé qué estás diciendo, pero espero que esto sea una broma de mal gusto o efectos de haber tomado alcohol por primera vez.

—¿Para ti esto es una broma? Dijiste que no querías darme un padrastro. ¿Por qué me ilusionaste entonces?

—¿Ilusionarte? Ya basta, Francisco. Me vas a volver loca.

—Yo te amo, mamá. Los dos podemos ser felices ahora y sin interrupciones. Estamos solos —  intentó tomarme la mano, pero retrocedí.

No hay forma de que lo que está saliendo de su boca sea real. Esto es solo una broma. Estoy segura.

—Tengo mucho sueño, sé que debes sentirte igual. Termina de bañarte y vamos a dormir, ¿sí, mi amor?

No me agrada para nada esta situación. Primero la llamada de mi suegra y ahora esa actitud tan extraña de mi hijo. ¿Qué es lo que está pasando? Necesito contactar a mi suegra de nuevo. No sé ni por qué le sigo llamando suegra a esa bruja.

Mi hijo se tiró en la cama y se enredó entre las sábanas. Al menos ese baño le ayudó a relajarse. Era yo quien todavía estaba intentando procesar todo lo que me dijo. ¿Cómo es posible que mi hijo me esté pidiendo tal cosa? ¿Qué rayos está ocurriendo?

Mi teléfono no lo encontré por ninguna parte. No quiero pensar que mi hijo tiene algo que ver en eso. No puedo estar tan loca. Pero ¿por qué razón lo ocultaría? No tiene sentido.

Regresé a la habitación luego de bañarme. No pensé que las vacaciones con mi hijo se iban a tornar de esta forma. Él parecía estar dormido, por esa razón bajé a la recepción para hacerle una llamada a la bruja, pero su teléfono parecía estar apagado. ¿Qué habrá querido decir con eso?

Jamás me había sentido tan inquieta como hoy. Por más cansada que me sentía, iba a ser difícil conciliar el sueño. ¿Qué se supone que haga en esta situación? Sin duda alguna debo sentarme a hablar con él, pero no sé si esté preparada para tocar este tema. Mi cabeza no da para más.

Me senté en la orilla de la cama y como no vi movimiento de su parte, me recosté boca arriba. Mis párpados se sentían pesados, pero luchaba con esa somnolencia a toda costa. ¿Por qué me siento tan insegura al lado de mi propio hijo?

Diciendo esto, sentí su mano rodear mi cintura y recostó su cabeza en el borde de mi almohada.

—Mamá, ¿no puedes dormir? Aquí me tienes.

—Francisco, sigue durmiendo.

—¿Por qué no puedes verme de la misma forma que veías a ese poli? Tú y yo somos más compatibles, mamá — su mano descendió hacia mis piernas, y di un salto casi instantáneo, saliendo de la cama.

La puerta de la habitación se abrió, tan de repente, que ni yo misma me explicaba el hecho de que Aurelio estuviera aquí o que la puerta hubiese sido abierta, cuando recuerdo haberla cerrado. Mi cabeza estaba hecha un lío, pero haberlo visto a él, era lo menos que iba a esperar. Estaba solo, uniformado y se veía fatigado, como si hubiera estado corriendo. Mi hijo quedó de pie al lado de la cama tras verlo entrar.

—¿Qué demonios hace este tipo aquí?

—¡Qué bueno que los encuentro! — sonrió con los dientes de atrás, no podía descifrar lo que por su cabeza estaba pasando, pero esa sonrisa tan nerviosa no es normal en él—. Contigo tenía que hablar, jovencito. Si nos permites, Altagracia, ya regresamos — le agarró el brazo a mi hijo, y él se fue con Aurelio entre protestas.

A decir verdad, me encontraba paralizada y cerrada por todo lo que había ocurrido en solo un instante.

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora