No voy a mentir, sentía curiosidad, aunque intentaba no mostrarme interesada. Lo único que me preocupaba de todo esto, es que el idiota de Octavio nos viera. Y no, no es porque me importe, lo hago más por mi hijo.
[...]
Dejé todo en orden en mi oficina y le ordené a mis empleadas que la última que saliera cerrara bien la tienda. La adrenalina y ese temor de ser descubiertos, de alguna manera es excitante.
Seguí a Aurelio a su casa, quise llamar lo menos posible la atención. Tiene una casa muy acogedora y organizada. Para ser un hombre ocupado y que vive solo, honestamente la imaginé en peores circunstancias.
Me trajo a una habitación, la cual tenía una camilla para masajes y estaba ambientada lo suficiente para bajar la tensión. Había una música de relajación de fondo. El aroma de las velas, de los aceites esenciales e inciensos, era de por sí relajante. Si tiene todo esto preparado es porque sabía que aceptaría venir. Sí que confía mucho en su poder de convencimiento, ¿eh?
—¿Y esta habitación? ¿Te dedicas a hacer masajes en tu tiempo libre?
—Ponte cómoda — me quitó el bolso para ponerlo sobre una silla—. Desnúdate.
—Has cambiado muy rápido de opinión.
—Ya regreso— con una sonrisa salió de la habitación.
Me desnudé como lo pidió. Para cubrirme solo había una toalla. Una persona común y corriente, no tendría un cuarto exclusivamente para esto.
Regresó con un cóctel en mano, la copa de cristal era mediana. Contempló mi cuerpo desnudo, sin disimulo.
—Es un mocktail de melocotón, té verde y extracto de vainilla. Te gustará.
—Suenas muy seguro.
—Confío en mis habilidades y en tus buenos gustos.
Traté de ocultar la sonrisa que su comentario me provocó, pero fue imposible. Debo admitir que sabía delicioso. Me encanta el melocotón.
Después de tomarlo, tendí mi cuerpo con la espalda hacia arriba, en espera de su próxima movida. Virtió aceite esencial de lavanda y diluido con aceite de almendras, esparciéndolo gentilmente por mi espalda. Ubicó sus manos en un lado e inició con movimientos circulares desde la columna hacia afuera, poco a poco subiendo. Hizo lo mismo en el lado contrario, de la misma forma e intensidad. Tomó su tiempo en cada una de las bases. Se sienten tan bien sus manos. No puedo creer que me sienta tan excitada con esto. Empleó los pulgares realizando círculos que recorrían desde la espalda hasta los hombros, culminando por último en el cuello.
Al cabo de varios minutos, vertió el aceite en mis nalgas y lo esparció. Inició con sus manos en la parte baja de mis nalgas, muy cerca de mi zona genital, pero sin hacer contacto con ella. Creó suaves movimientos con sus dedos en forma de un círculo y subió poco a poco hasta el inicio de mi trasero. Luego bajó hasta alcanzar mis piernas. Aplicó un poco más de fuerza, tratando de abarcar desde la cara interna hasta la externa de ellas.
Coloqué mi cuerpo hacia arriba por pedido suyo, y continuó masajeando la cara interna de mis piernas. Subió sus manos hasta llegar a mis caderas, sin dejar de realizar círculos con los dedos, los cuales me tenían suspirando y ardiendo de deseo. ¿Quién no lo estaría? Tiene una manos grandes y suaves.
Recorrió la parte baja de mi ombligo hasta el borde de mis senos, después continuó subiendo por mis curvas con cuidado y alcanzó la zona baja de mis pechos, sin hacer contacto directo con mis pezones; luego recorrió por el centro de ellos y ascendió hasta los hombros, en donde continuó con sus masajes hasta culminar nuevamente en el cuello.
Colocó un cojín justo debajo de mis caderas, para que mi zona íntima quedase ligeramente elevada, y otro bajo mi cabeza para que estuviera más cómoda. Me sentía en un sube y baja de emociones y sensaciones indescriptibles.
Vertió otro poco de aceite en la palma de sus manos y comenzó a acariciar y masajear suavemente mi abdomen, mis senos y muslos, acercándose más a mi zona íntima, la cual esperaba ansiosamente ser atendida. Sentía mi cuerpo en llamas.
Vertió un poco de lubricante justo en el hueso púbico, haciéndolo gotear hacia mis labios vaginales. Su mano por fin entró en contacto con mis labios mayores, comenzó a masajear cada uno de ellos con su dedo pulgar e índice, los deslizaba de arriba hacia abajo e inversamente por toda la longitud de mis labios. Luego, hizo el mismo procedimiento, centrándose en mis labios menores.
Acarició mi clítoris con su dedo índice, siguiendo el sentido de las agujas del reloj y, después, en el sentido contrario. Ejerció una ligera presión sobre él con su dedo pulgar e índice y se mantuvo en ese punto durante algunos minutos.
Hoy había sido un pésimo día, pero ahora mismo me encontraba en la cima. Excitada hasta más no poder y ansiando con ganas locas que me destruyera de la misma forma que lo hizo esa noche. Su rostro y expresiones se han vuelto una debilidad.
Deslizó sus dedos del medio y el anular en mi interior, curvándolos hacia arriba, lo que al principio del tacto me causó la sensación de orinar, algo temporal que rápidamente fue sustituido por el placer, mientras tocaba delicadamente esa área, todo esto intercalado con la estimulación que recibía en mi clítoris con su otra mano.
—Ya que tienes tanto temor a enamorarte de mí, entonces enamórate de mis dedos.
Sus dedos me otorgaron el orgasmo más potente que alguna vez haya tenido. Ni siquiera los de esa noche se pudieron comparar a este. Mis temblores incontrolables y contracciones alrededor de sus dedos eran alucinantes. Por unos momentos olvidé hasta mi nombre. Solo podía ver esa sonrisa de satisfacción reflejada en sus labios y sentir sus dedos agitándose con rapidez en mi interior, elevando mis escalofríos, calor y palpitaciones. Tenía la sensación de que mi alma abandonó mi cuerpo por unos cortos segundos. No podía pensar con claridad, solo gemía incontrolablemente y temblaba sin control.
ESTÁS LEYENDO
Venganza Silenciosa [✓]
RomanceAltagracia ha cargado en silencio con la infidelidad e indiferencia de su esposo Octavio. A través de los años ha aprendido a disfrazar su infelicidad y a reprimir sus más anhelantes deseos por su hijo Francisco. Al haberse convertido en una joven...