No eres

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Dejé todo el trabajo de la semana planchado para que nada pudiese interponerse en nuestra cita. Anoche no pude dormir. Estuve desvelada pensando en el día de hoy. Mi estómago y mis nervios han estado revueltos.

Tardé mucho eligiendo el traje que me pondría para esta ocasión. Por lo regular uso trajes escotados, cortos y con colores que levantan pasiones, pero quise cambiar eso, al menos por hoy, poniéndome uno color naranja. Es cálido y va muy bien con mi tono de piel. Cambié los tacones por unas sandalias cómodas.

Mi exsuegra salió con mi hijo desde muy temprano, todo por haberle comentado que saldría hoy con Aurelio. Todavía él está en plena recuperación, por lo que dependiendo de cómo salgan las cosas hoy, trabajaré con él y sus psicólogos para que encontremos la forma de que hayan más interacciones entre ellos, por supuesto, sin perjudicar los avances que han habido.

Aurelio llegó y al ver su auto estacionado frente a la casa, salí a recibirlo sin hacerle perder tiempo. Muy puntual; llegó a la hora acordada. Traía en sus manos un ramo de tulipanes rojos con una tarjeta debidamente doblada entre ellos. Pude escuchar mis latidos claramente, como si tuviera el corazón en el oído. Eran hermosas. No es la primera vez que recibo flores, pero no sé si es porque vienen de su parte que me causan como un cosquilleo en el pecho.

Aunque me produce espasmos y me excita verlo con uniforme, en ropa casual suma muchos puntos por lo apetecible y guapo que se ve. Es tan difícil verlo así vestido y tan bien perfumado, sin tener pensamientos sucios. Además de que sus labios lucen brillosos por haberlos humedecido con ese gesto tan coqueto que hizo al momento de recorrer mi cuerpo completo. Me temo que esto será muy difícil.

—Preciosas naranjas.

Sí, definitivamente será muy difícil.

—¿Te gusta?

—Me encanta. Te ves muy hermosa. Ese color resalta bien tus curvas.

—Tú también te ves bien sabroso. Te ves guapo— lo arreglé.

—Gracias. Aprovechemos el día — me abrió la puerta de su auto y, cuando me senté, quiso ponerme el cinturón.

Me cuesta mucho tenerlo tan cerca. Él dijo que era una cita romántica que no debía involucrar el sexo en lo absoluto, pero mira mis senos sin disimulo y hasta se relame los labios. Siento que voy a sufrir mucho hoy. Llevo largos meses sin hacer nada y me siento como agua para chocolate.

—Mmm, ¿melocotón con fresa? — cuestionó, refiriéndose al perfume.

—Es muy dulce, ¿no es así? — enarqué una ceja.

—Justo como me gusta.

El cine es un lugar muy común que visitan las parejas, bueno, la verdad es que no lo sabía, pero había muchas. La ambientación, la gente, los alrededores, todo se veía decente, pero mis piernas estaban flaqueando en el camino.

—¿Por qué estás tan tensa? ¿No te gusta el lugar? ¿O es la compañía?

—Claro que sí, es solo que estoy tratando lo menos posible de hablar, no quiero meter las patas.

Dejó escapar una burlesca carcajada, capaz de ponerme más tensa.

—¿Ahora de qué te ríes?

—No te reconozco, Altagracia, pero te me haces muy tierna cuando te pones nerviosa.

—No estoy nerviosa.

—Si tú lo dices — me tomó la mano, entrelazando sus dedos en los míos, de la misma forma que lo hacía cuando teníamos intimidad.

Los demás están haciendo lo mismo. No somos tan distintos a ellos, a pesar de que son más jóvenes que nosotros. Pero ¿por qué me siento tan nerviosa? Ya hemos estado así antes, lo único que cambia son las circunstancias y el lugar, ¿no?

Esas manos tan suaves, fuertes y calientes, han explorado todo mi cuerpo, tanto en el exterior como en el interior. Son las mismas que tantas veces agarraron mi cabello y mi cuello. ¿Por qué por algo tan simple estoy actuando así?

Cuando escogimos la película, nos acomodamos en la sala correspondiente, con las palomitas y la soda. No suelo tomar soda, de hecho, hace muchos años no la tomo. Un desarreglo de vez en cuando no viene mal.

La película se trataba de un romance prohibido, estaba llena de mucho drama. No es el género de mi agrado, pero fue muy emotiva y me mantuvo entretenida. Bueno, tal vez fue por la compañía de Aurelio. Hizo varias jugadas mientras veíamos la película, y es que no me soltó la mano en ningún momento, la mantuvo calientita. Aparte de que cada vez nuestras miradas se cruzaban.

Cuando salimos del cine, estábamos aún envueltos en el tema de la película y dando nuestros puntos de vista con respecto a las decisiones de los protagonistas. No terminaron juntos, a pesar de amarse tanto, ella decidió que, por el bien de los dos, lo mejor era renunciar a ese amor para no herir a su hermana. Sé que no tiene nada que ver con lo que está ocurriendo ahora mismo entre Aurelio y yo, pero de cierto modo, me hace pensar mucho en lo que va a ocurrir cuando termine nuestra cita.

Nuestra segunda parada fue en la calle Wynwood. Había muchos turistas, la gente se reúne en medio de las calles bien alegres, cantan, ríen y gozan. Todas las paredes tienen grandes pinturas, está lleno de cafeterías, galerías de arte y tiendas. Si durante la tarde están así de revoltosos con la música en vivo y bailando, en la noche debe ser mucho mejor.

Hicimos una parada para comer y conversamos del ambiente, de la gente, de la música y el arte. Nunca había visitado este lugar, pero sin duda alguna, se ha vuelto mi favorito. En la galería había hermosas obras de arte que deberían ser más reconocidas.

Nuestra última parada fue en el Bill Baggs Cape Florida State Park. Es un punto perfecto y casi echado al olvido, donde pudimos desconectarnos del ruido, relajarnos, conversar, contemplar el hermoso atardecer y el mar limpio. El faro lo conservan intacto. La vista desde esta altura es perfecta, el escenario perfecto para estar a solas con esa persona especial. Se pueden apreciar los quioscos, una que otra persona dentro del mar y otras tomando fotos. 

—¿Cómo la has pasado? — preguntó de repente.

—Muy bien. Me gusta este lugar. Deberíamos visitarlo otro día, pero más temprano, así tenemos oportunidad de sumergirnos y tomar algo de sol. ¿Y tú cómo la has pasado? 

—Hay algo que te quiero decir.

Con su repentina seriedad, sentí que casi vomito el corazón.

—No me malinterpretes con lo que te voy a decir. La pasé muy bien hoy. Ha sido muy grata tu compañía y me he divertido mucho, Altagracia, pero no eres lo que busco... 

—¿Qué? Pero ¿qué hice o dije mal? Me porté bien.

—Eres mucho más que eso...

—¿Qué? ¿Cómo te atreves a asustarme así?

Estaba tratando de calmarme, luego de haber escuchado lo que dijo, cuando tomó mis dos manos y las llevó a sus labios.

—¿Me concedes más citas como esta, muñeca mía? — plantó un suave y exquisito beso en ellas, que juro por Dios que deseé con todas mis fuerzas que hubiera sido en mis labios y luego en mi boca...

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora