—Bájale dos rayitas a tu ego. ¿Qué podrías tener tú de especial para mí?
—Ay, Altagracia. No has cambiado ni un poco. Sigues siendo la misma mentirosa y menospreciativa de siempre. Todo el tiempo buscas llamar la atención con tu indiferencia y haciéndote la difícil, como si fuera un imbécil más que se traga ese cuento.
—¿Y no lo has hecho hasta ahora? — enarqué una ceja—. Me ha funcionado bastante con hombres tan comunes como tú.
Estaba poniéndolo a prueba, pues, de repente, su actitud cambió. No sé, la conversación había escalado muy rápido. El problema de ello es que él es como un juey macho como yo, que no se queda callado a las provocaciones y eso me excita y me provoca tanto, que no podía evitar seguirle añadiendo más leña al fuego.
—Para algunas cosas tomas la iniciativa, últimamente esperas que dé el siguiente paso. ¿Qué sucede, preciosa? ¿Has perdido tus habilidades y métodos de seducción? ¿O es que te has vuelto una princesa tímida, que le cuesta admitir que le encanta ser cogida por mí? ¿Por qué te da tanta vergüenza decirlo? ¿Tu orgullo no te lo permite?
—Me enseñaron a no decir mentiras, así sea para una buena causa. Lamento no prestarme para alimentar tu ego, para que así te sientas mejor. Hombres como tú, existen a montones; ninguno da la talla.
No esperaba que hiciera algo al respecto. La rapidez en que inmovilizó mi cuerpo, obligándome a quedar de espalda y con su peso sobre mí, fue inesperado. Sacó sus esposas de abajo de la almohada, como si hubiera estado esperando un descuido de mi parte. No podía creer que realmente me esposó con las manos a la espalda.
—Iba a tener consideración contigo. Imagínate que no iba a ponerte un dedo encima hoy, ahora resulta que me he dejado convencer fácilmente con esa actitud de perra que asumes conmigo.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—Darte lo que esos ojos revelan a gritos y tu boca calla — su mano se adentró a mi ropa interior, frotando sus dedos entre mis labios—. Mmm, mira cuán mojada te encuentras. ¿Qué se siente que te arrebaten el control de las manos? — arrancó mi prenda interior con tanta fuerza y rapidez, que prácticamente ni lo sentí, hasta que ya no la tenía —. No sabes cuántas ganas tenía de verte así; siendo montada por mí y a mi entera disposición, para hacer lo que se me plazca contigo.
Hoy particularmente se sentía diferente, pero no lo aborrezco en lo absoluto, ni siquiera puedo sentirme enojada por encontrarme en esta situación. ¿Qué está pasando conmigo?
Sentí el roce de la cabeza de su pene en mi entrada. Las cosas escalaron demasiado rápido. Había perdido el control por completo.
—Se supone que deba humillarte por todo lo que me has hecho. Hacerte tragar todas tus palabras. Debía usarte hasta que no pudieras borrarme de tu cabeza, de tu alma y de tu cuerpo, para luego darte la puñalada por la espalda. No se supone que me haya vuelto adicto a ti y a esos apretones que das.
Esto se siente distinto a como lo haya hecho antes. No sé si es la posición y la forma tan brusca en que tira de mi cabello y me somete enteramente a su embestidas.
—¿Qué estás diciendo? — pregunté fatigada.
—Han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos, Altagracia.
Su comentario me puso en alerta. ¿De qué está hablando este tipo?
—¿Verdaderamente no me recuerdas, o simplemente te has hecho la desentendida para no sentirte mal por estar disfrutando de este inútil?
—¿De qué hablas?
—¿No recuerdas el infierno que me hiciste vivir en la secundaria junto a tus perras compinches? Sigues siendo la misma; no has cambiado ni un poco. Siempre tratando a todos como si fueran inferiores a ti. ¿Qué pasa? ¿Por qué apretaste tu interior de repente? ¿Estás contenta de recibirme?
—Tú… ¿tú eres ese niño?
Todos esos recuerdos me sacaron de onda. Pude comprender muchas cosas que había pasado desapercibidas; especialmente esa actitud que asume cuando lo ataco con palabras hirientes. ¿Cómo ese niño tan tonto pudo convertirse en este hombre?
—Sí, ese mismo inútil que, según tú y tus tontas amigas, se quedaría virgen toda su vida. Este inútil, bueno para nada, es el mismo que tienes dentro ahora; el mismo que te hizo correr tantas veces en una sola noche y el mismo al que estás apretando con tanto furor para que no salga de ti. Muchas mujeres han pasado por mi cama, lo jodido de todo este asunto es preferir el tuyo por encima de ellas.
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Venganza Silenciosa [✓]
RomanceAltagracia ha cargado en silencio con la infidelidad e indiferencia de su esposo Octavio. A través de los años ha aprendido a disfrazar su infelicidad y a reprimir sus más anhelantes deseos por su hijo Francisco. Al haberse convertido en una joven...