Desquite

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Todavía estoy impactada con todo lo que está ocurriendo. Tenía unas ganas inmensas de llorar, pero sabía que no lograba nada haciéndolo. Lo que debo hacer es actuar de inmediato. Mi hijo está confundido eso es todo. ¿Cómo no pude darme cuenta? 

Todo cobraba sentido, a medida que lo pensaba mejor. Pensé que todos sus acercamientos eran comunes, pues siempre habíamos sido muy unidos, ya que solo nos teníamos a nosotros mismos y es mi hijo, ¿cómo se me iba a cruzar por la cabeza que mi hijo estaría pensando en estas cosas? 

Reconozco que esas amistades nunca me agradaron, pero no sabía que estaban detrás de lo que está ocurriendo ahora. Si no los quería cerca de mi hijo es porque hablaban muy malo y el aspecto de malandros tampoco los ayudaba. Pero dicen que no se puede juzgar a una persona por su apariencia, por eso intenté ser flexible y menos dura con él con respecto a ellos, pero llegaba a enterarme de esto por mis propios medios y los hubiera hecho comer tierra. Que ni piensen que no les cobraré esto.

Me sentía la peor madre del mundo. Pensé que las cosas entre mi hijo y yo podrían mejorar ahora que habíamos arreglado las cosas y resulta que todo está peor. 

—Nunca has sido una santa de mi devoción, pero gracias por haberme dicho todo esto. Voy a lidiar con la situación de la mejor manera. Francisco debe recibir ayuda y la tendrá tan pronto regresemos. Me sentaré a hablar con él con más calma mañana. Ahora mismo necesito organizar todos mis pensamientos. Estoy a punto de un colapso.

Caminé en dirección a donde los vi marcharse y me acerqué lentamente a ellos cuando los encontré. Ellos parecían estar discutiendo, por el semblante y la actitud de ambos.

—Entre tu mamá y yo no hay ni habrá nada. Es algo que debes entenderlo ya, mocoso. 

Carraspeé para hacerles notar mi presencia y Aurelio le soltó el brazo a mi hijo. 

—Hijo, tenemos que hablar. 

—Mamá, la abuela está loca. Sabes bien que siempre ha querido separarnos. Todo esto lo hace para que nos distanciemos de nuevo. 

—No hay vuelos de vuelta por esta noche, así que regresamos a Miami mañana a primera hora.  

—¿Por qué cancelar el viaje por lo que estas dos lacras digan? 

—No es por ellos, es por tu bien, mi niño. Sé que estás confundido, y te juro que hubiera querido darme cuenta a tiempo. Supongo que sigo fracasando como madre. 

—¿Qué estás diciendo, mamá? Yo no estoy confundido. 

—Vayamos a la habitación. Necesito que descanses. 

—Él dormirá conmigo — dijo mi suegra, acercándose a nosotros. 

—Yo no voy a dormir contigo, abuela. Yo quiero estar con mi mamá. 

—No me colmes más la paciencia, muchacho— levantó el bastón y Francisco retrocedió, parándose detrás de Aurelio—. Serás mi nieto y te amo mucho, pero cuando te digo algo, tú solo obedeces. Tu mamá tiene que descansar también. Todos tenemos que hacerlo. 

—Ya escuchaste a tu abuela, mi amor. Vayan a la habitación. 

—¿Y tú dónde dormirás, mamá? ¿Te vas a quedar con él?

—No. Voy a ir con ustedes en unos momentos. Vayan adelantándose, ¿sí? Dirige a tu abuela a la suite. 

Rechinó los dientes, yéndose detrás de su abuela a regañadientes.  

—Otra vez nos toca encontrarnos en el peor de los momentos. Parece que la vida se empeña en darte un boleto en primera fila para disfrutar de mis desgracias. No tenías que haber venido, con que mi suegra lo hubiera hecho era más que suficiente. No se supone que estés abandonando tu trabajo así de la nada, puedes tener problemas. 

—Siempre tan malagradecida— murmuró, con una sonrisa ladeada—. Tú y esa mala costumbre de juzgar a las personas por tus propios prejuicios. No midas a todo con la misma vara. No todos somos como tú. No todos nos alegramos del mal ajeno, preciosa. 

—¡Qué entretenido! Lo dice el mismo que me usó para vengarse. 

—Digamos que fue un dulce desquite.

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora